Blogia
ma+s

EURO2012 POL-UKR

Partido 17 Grupo A

Partido 17 Grupo A

 

GRECIA 1 – 0 RUSIA

Grecia: Sifakis; Torisidis, Papadopoulos, Papasthatopoulos, Tzavelas; Katsouranis, Maniatis; Salpingidis (Ninnis, m. 83) Karagounis (Makos, m. 67), Samaras; y Gekas (Holebas, m. 64).

Rusia: Malafeev; Anyukov (Izmailov, m. 81), Beretzuski, Ignashevich, Zhirkov; Shirokov, Denisov, Glushakov (Pogrebnyak, m. 72); Dzagoev, Kerzhakov (Pavlyuvhenko, m. 46) y Arshavin.

Gol: 1-0. M. 67. Karagounis resuelve en el área chica.

Árbitro: J. Eriksson. Amonestó a Anyukov, Zhirkov, Dzagoev, Karagounis, Holebas y Pogrebnyak.

Rusia muere de melancolía

El empuje de Grecia tumba al conjunto ruso (1-0), que fue semifinalista en 2008

La juventud no suele durar más de una Eurocopa. La época del entusiasmo, ese estado de euforia cercano a la ignorancia, pasó para los rusos a la velocidad del verano de 2008. El torneo de Austria y Suiza, en que fueron semifinalistas, fue el impulsor de una maravillosa generación que no ha sabido madurar. El éxito, la migración a las grandes ciudades occidentales y los contratos millonarios han infundido en estos jugadores una suerte de melancolía insalvable. Teóricamente, atraviesan el momento de la plenitud física y mental. En la práctica, se aburren de sí mismos. La confusión existencial explica la suficiencia aristocrática de estos jóvenes sobrados de dones que no resistieron la confrontación con los rústicos griegos. Los mató un saque de banda y Grecia pasó a cuartos.

Fernando Santos, el seleccionador de Grecia, entró al campo meneando la cabeza como si le acabaran de comunicar una terrible noticia. Daba síntomas de estar sufriendo una crisis de fatalismo. Pero los gestos del técnico no coincidían con la determinación que mostraron sus jugadores. A diferencia de los rusos, los griegos de 2004 no hicieron fortuna ni ganando una Eurocopa. Sus descendientes viven como sus predecesores. Les basta con muy poco para crear problemas a cualquiera. Contra Rusia siguieron un guion sencillo. Conducir los ataques por afuera para evitar pérdidas en el medio campo, trasladar hasta ser derribados, o buscar en largo a Samaras y Gekas, y cerrarse todos en el centro del campo para desconectar a Dzagoev y Arshavin de su línea de volantes. Poca cosa. Pero Rusia no supo reaccionar.

A diferencia de los rusos, los griegos de 2004 no hicieron fortuna ni ganando una Eurocopa. Les basta con muy poco para crear problemas a cualquiera

El conjunto ruso dispuso del balón y lo movió hasta con soltura, con garbo, alentada por los magníficos Shirokov, Denisov y Gloutchakov. Todos tocaban la pelota con criterio, apoyados desde atrás por Ignachevitch, que se incorporaba como un centrocampista más. Eran armoniosos. Ortodoxos. Pero les faltaba la colaboración de Arshavin, cada vez más disperso, y de Zirkhov. Y se partían cada vez que los apretaban.

Zirkhov no estuvo atento a Karagounis, que le ganó la espalda y marcó justo antes de irse al descanso

Grecia se fue metiendo en el campo ruso a fuerza de empuje. Katsouranis remató el primero entre los tres palos para lucimiento del portero ruso. Si la melancolía hizo mella en un hombre fue en Zirkhov. El zurdo fue el único que pudo sorprender a la defensa griega pero sus incursiones se espaciaron demasiado. El gol llegó por su costado. Se le escapó un balón fuera del campo y del saque de banda desembocó el gol. El propio Zirkhov no estuvo atento a Karagounis, que le ganó la espalda y batió al portero en el minuto 45. Justo antes de irse al descanso.

Rusia no se recuperó. Kerzhakov no salió del vestuario. Advocaat lo sustituyó por Pavlyuchenko. Comenzó un largo asedio a la portería griega. A la avalancha rusa respondió Grecia con un grupo de jugadores verdaderamente encendidos que pelearon por cada balón con una abnegación admirable. Cortaron todo lo que se podía cortar, rechazaron todo lo que se podía rechazar. Rusia no tuvo, después de todo, mejores ocasiones que la de Tzavellas, que mandó un tiro de falta directa a la cruceta. Cuando se agotaron los minutos, el esforzado equipo de Fernando Santos le dio motivos para renunciar al fatalismo.

Partido 16 Grupo D

Partido 16 Grupo D

 

SUECIA 2 - 3 INGLATERRA

Suecia: Isaksson; Granqvist (Lustig, m. 65), Mellberg, J. Olsson, Olsson; S. Larsson, Svensson, Kallström, Elm (Wilhelmsson, m. 80); Ibrahimovic y Elmander (Rosenberg, m. 78). No utilizados: Hansson, Wiland; Antonsson, Safari; Holmén, Bajrami, Wenbloom, Hysen; y Toivonen.

Inglaterra; Hart; Johnson, Terry, Lescott, A. Cole; Milner (Walcott, m. 61) Gerrard, Parker, A. Young; Welbeck (O-Chamberlain, m. 89) y Carroll. No utilizados: Butland, Green; Baines, Kelly, P. Jones, Jagielka, Henderson; Defoe y Downing.

Árbitro: Damir Skormina (Eslovenia). Amonestó a Mellberg y a Milner.

Goles: 0-1. M. 23. Carroll. 1-1. M. 49. Mellberg. 2-1. M. 59. Mellberg. 2-2. M. 63. Walcott. 2-3. M. 77. Welbeck.

Olímpico de Kiev: Unos 60.000 espectadores.

Walcott despide a Ibrahimovic

El buen fútbol del delantero del Arsenal y un detalle sensacional de Welbeck permiten la remontada de Inglaterra frente a Suecia (2-3), que cae eliminada

La inglesa y la sueca acreditaron que son dos selecciones improvisadas, en transición, y hasta cierto punto imprevisibles, capaces de protagonizar un partido disparatado. Vivió Suecia del poderío de su central Mellberg en las jugadas a balón parado y resolvió Walcott para Inglaterra. La velocidad y determinación del jugador del Arsenal fueron decisivas para la suerte del partido, resuelto con un gesto técnico sensacional de Welbeck, sin duda el mejor detalle de la noche.

Pasado el ejercicio de supervivencia contra Francia, y a la espera de Rooney, Inglaterra asomó un poco la cabeza contra Suecia. Hodgson apostó por Carroll, el tallo del Liverpool, como acompañante de Welbeck y a cambio sentó al joven Oxlade-Chamberlain. También cambió Ibrahimovic de compañero de ataque, después de discutir con Rosenberg. A Ibracadabra parece que le gusta más Elmander. Lo que más le conviene a Ibrahimovic, si embargo, no es siempre lo mejor para Suecia.

La figura del Milan se alejó del área para jugar de falso 10, como si fuera el mejor centrocampista, y su equipo perdió llegada y pegada de salida. Nada que ver con la actividad de Carroll, que después de ofrecerse de forma reiterada cabeceó de forma magistral un centro medido desde la derecha de Gerrard. Aun cuando no aperecía Asley Young, abierto en la banda izquierda, Inglaterra tenía un mejor sentido de equipo que Suecia, obligada a llevar la iniciativa después del encajar el gol.

Los ingleses tomaron el balón nada más empezar el partido y ofrecieron un cuarto de hora de fútbol interesante, sorprendente en una selección que habitualmente ha vivido del ritmo y el carácter. Tocaban y no se precipitaban los futbolistas de Hodgson, interesados en la posesión y en la paciencia más que en llegar a la portería en línea recta, como era su norma.

El gol, en cualquier caso, tuvo el sello inconfundible de la Premier por la calidad de la comba del capitán y el cabezazo del ariete.

La jugada fue la mejor noticia del partido hasta el descanso, al menos para Inglaterra, cada vez más replegada, menos continua y asociativa en su juego, más espectadora de Ibrahimovic. Jugador sobresaliente, Ibra jugaba con una especial desgana, puede que convencido de que su selección no tenía recorrido en el torneo desde su caída inicial contra Ucrania. Los suecos, sin embargo, se rehabilitaron en la reanudación después de una jugada afortunada protagonizada por el dúo del día: Carroll-Ibra. A Carroll le dio por tomarse la revancha por su cuenta después de una falta no pitada por el árbitro y concedió un libre directo para Ibrahimovic. El sueco tiró a la barrera, recogió el rechace con un disparo de tijeras y el balón fue a parar a pies de Mellberg, que hizo bingo con Johnson, especialmente desacertado en la defensa de la jugada por habilitar al defensa sueco en lugar de tirar el fuera de juego como indicaban los centrales.

La estrategia redimió a Suecia porque acto seguido nuevamente Mellberg cabeceó a la red una falta lateral de Larsson. Volvió a fallar la zaga de Inglaterra e Ibrahimovic se mofó hasta del portero Hart. La réplica de los muchachos de Hodgson no podía llegar de otra manera que no fuera a balón parado. Walcott enganchó un buen tiro después de un rechace a la salida de un córner y dejó el empate a dos. Ante la falta de control, el partido quedó abierto a cualquier sorpresa. Y apareció Welbeck para taconear de espaldas a la portería un centro de Walcott, el jugador del partido por la capacidad de respuesta que le dio a su equipo, hasta entonces demasiado apagado. Walcott funcionó de nuevo como revulsivo porque cambió el ritmo y la velocidad de un equipo excesivamente parado. La actuación del extremo le valió a Inglaterra para certificar la eliminación del equipo de Ibrahimovic tras muchos goles y poco fútbol, nada extraño en dos equipos que hacen camino al andar.

Partido 15 Grupo D

Partido 15 Grupo D

 

UCRANIA 0 - 2 FRANCIA

Ucrania: Pyatov, Husyev, Khacheridi, Mykhalyk, Selin, Yarmolenko (Aliyev, min 68), Konoplyanka, Tymoshchuk, Nazarenko (Milevskiy, min. 59), Voronin (Devic, min. 45) y Shevchenko. No utilizados: Koval, Goryainov; Rakitskiy, Shevchuk, Butko, Kucher, Rotan, Garmash y Seleznyov.

Francia: Lloris, Debuchy, Rami, Mexes, Clichy, Cabaye (M’Vila, min. 67), Diarra, Ribery, Nasri, Menez (Martin, min. 72) y Benzema (Giroud, min. 76). No utilizados: Mandanda, Carrasso; Evra, Reveillere, Koscielny, Matuidi, Valbuena, Malouda y Ben Arfa.

Goles: 0-1, min. 53, Ménez. 0-2, min. 55, Cabaye.

Árbitro: Bjrn Kuipers. Amonestó a Ménez, Debuchy y Mexes, Selin y Tymoschuk.

Donbass Arena de Donetsk, unos 50.000 espectadores.

Benzema activa a Francia

Tras un primer tiempo sin chispa, los ‘bleus’ despertaron en el área para derrotar a una impotente Ucrania

Congelada por el diluvio que obligó a suspender el partido durante una hora, todo un tiempo le costó despegar a la prometida Francia, de la que se intuía un equipo fresco, chisposo y renovado que solo apareció tras el descanso, cuando Benzema puso en fila a los suyos. Antes y después, al equipo de Laurent Blanc le faltó un punto de combustión, como si se dejara llevar en muchas fases del juego a la espera de que Nasri, Ribéry o Benzema tocaran la tecla adecuada. Lo hizo el madridista, inédito como rematador pero estupendo como diez, como ilustrado para el último pase. Otro nueve de mentiras, pero capaz como pocos de alejarse del área para citar en su ausencia a los que irrumpen en la periferia del gol. Lo hizo Menez y luego Cabaye, un volante y un pivote. A los dos les dio carrete Benzema, para respiro de Francia y condena de Ucrania, que llegaba aupada por su triunfal debú ante Suecia. Pero Shevchenko ya no puede resucitar cada día.

El fútbol ucranio aún está sostenido por pretorianos como Schevchenko y Voronin, que tienen el depósito justo. A su alrededor no hay más que lo propio del orgullo del anfitrión. Es un fútbol que perdura sometido a la nomenclatura del Dinamo de Kiev, un clásico europeo, como aspira a serlo en estos tiempos a golpe de talonario el Shakhtar Donetsk, pero no le alcanza con el andamiaje. La escuela de Kiev siempre fue una de las grandes vetas de la extinta URSS, donde mitos como Blockhin, el actual seleccionador, mezclaban de maravilla con los que entonces eran sus compatriotas de los equipos de Moscú. No han sido pocas las grandes generaciones que han brotado en Kiev, en los cuarteles de Valery Lobanovsky, como aquella de los 80 que lideraban Rats, Belanov, Zavarov, Demianenko y tantos otros. Ahora, en Ucrania, con una liga doméstica poco competitiva y el único caladero del Dinamo, depende casi por completo de las semillas de este histórico club.

Contrariado por el bajo perfil del equipo ante Inglaterra, Blanc retocó la alineación, con Clichy por Evra en el lateral izquierdo, y Menez, extremo del PSG en detrimento de Malouda. De entrada, la misma Francia del estreno, plana, con poca emotividad salvo cuando Ribéry aceleraba por su costado izquierdo o el lateral Debuchy, futbolista muy interesante, de largo recorrido y competente con la pelota, por el contrario. Como ya hiciera ante los ingleses, es una selección que deforesta el área del adversario, toca, y a veces muy bien, por fuera, en el balcón del área, pero no tiene quien toque la corneta en la zona final. Solo Menez, tras error de toda la zaga local, y Mexes, el central, tras una falta lanzada por Nasri pusieron en aprietos a Pyatov. En el otro bando, aún son tiempos de Schevchenko, que a unos meses de los 36 años fue el único capaz de atemorizar a Lloris. El primer acto concluyó como empezó, frío, entumecidos todos por la lluvia.

A Francia le hará falta algo más de pulso en las grandes batallas

No se retrasó Francia tras el descanso. Benzema encontró referencias por delante y en apenas tres minutos, advirtió con éxito las llegadas de Menez y Cabaye. Los dos resolvieron con calidad las asistencias del delantero del Real Madrid. Un varapalo para Ucrania, que se quedó a ciegas, desfondada, con todas las costuras al aire. Francia de nuevo abanicó el partido y Blanc tiró del banquillo para negociar el resultado hasta el final. Ya no hubo combate, contemplativos los galos y con fogueo los locales. A la espera de su evolución en el torneo, a Francia le hará falta algo más de pulso en las grandes batallas que se le avecinan. Ucrania, por su parte, aún puede soñar.

Partido 14 Grupo C

Partido 14 Grupo C

 

ESPAÑA 4 – 0 IRLANDA

España: Casillas; Arbeloa, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Xabi Alonso (Javi Martínez, m. 65), Busquets; Silva, Xavi, Iniesta (Cazorla, m. 80); y Torres (Cesc, m. 74).

Irlanda: Given; O’Shea, St Ledger, Dunne, Ward; Duff (McClean, m. 76), Andrews, Whelan (Green, m. 80), McGeady; Cox (Walters, m. 46) y Keane.

Goles: 1-0. M. 4. Torres. 2-0. M. 48. Silva. 3-0. M. 69. Torres. 4-0. M. 82. Cesc.

Árbitro: Pedro Proença. Mostró la cartulina amarilla a St Ledger, Javi Martínez y Keane.

Torres toma la delantera

España sella la goleada del torneo ante Irlanda con El Niño de inicio y Cesc como broche final ● El ’9’ por dos veces, Cesc y Silva materializan la victoria que arrima al equipo a los cuartos de final

España invirtió la trama ante Irlanda y selló la goleada del campeonato con delanteros y sin ellos. Torres abrió el camino que no encontró al final ante Italia y Cesc, el remedio en el primer partido, puso el cierre cuando la selección ya no tenía ningún ariete. Más que un debate, dos vías distintas que Del Bosque ha manejado como ha considerado oportuno, señal de que el seleccionador no es un inmovilista. Defendió su sistema tras el empate con Italia y no tuvo reparos en alterar ligeramente la hoja de ruta. El destino le hizo un guiño y Torres y Cesc, los que simbolizan de alguna manera una senda u otra, ya llevan dos goles cada uno.

La portada de la jornada fue para Torres, por lo que significa para España su nuevo despunte en un gran campeonato. El Niño, frenado en su madurez futbolística, se ganó esta vez la confianza inicial de Del Bosque, que le tenía como plan A frente a Irlanda, tras ser el B en el debú. Si Cesc respondió en el primer partido con un gol de titular, anoche lo hizo con otro como suplente. Torres había tenido su turno y en apenas cuatro minutos puso a España en ventaja tras una jugada entre Iniesta y Silva, los mismos que produjeron el tanto ante los italianos, y que también se asociaron para brindar al Niño su segundo de la noche. En el primero, Torres maniobró como era. Potente y perspicaz, le birló la pelota a Dunne, un central forrado para el rugby, amagó a otro zaguero irlandés y reventó la pelota contra la red. Un gol muy de delantero, fruto de la voracidad, la explosividad y la contundencia en el remate. En el segundo, el Torres más reconocible: a la carrera, sin nadie a rebufo, y preciso en la definición. Mucho de lo que el madrileño tenía hasta que se mudó de Liverpool a Londres, donde le ha podido un cierto mal de altura, abrumado por su disparatado coste. El fútbol no siempre es amnésico y España, con Del Bosque al frente, le ha puesto el diván perfecto. La selección le necesita tanto como él precisa recobrar la dicha.

Torres, con sus desmarques por el frente de ataque, sacudió de su zona a los defensas y, como el seleccionador había reclamado, Arbeloa y Jordi Alba no se contuvieron

Si en el estreno, con seis centrocampistas, Del Bosque quiso controlar el juego antes de descorchar el partido en el último tramo con Torres y Navas, contra los irlandeses no se demoró. Torres, con sus desmarques por el frente de ataque, sacudió de su zona a los defensas verdes y, como el seleccionador había reclamado, Arbeloa y Jordi Alba no se contuvieron. Con recorrido los laterales, Silva e Iniesta pudieron ejercer de volantes. Lo demás fue cosa de Xavi y Alonso que, con Busquets de centurión, dieron todo el palique a la pelota. Un martirio para los chicos de Trapattoni, obligados a sudar como regaderas. Poco más que orgullo y abnegación tiene el grupo irlandés, que amagó de inicio con un remate de Cox que desvió Casillas y ya apenas pudieron echar un vistazo al capitán español. Given, su colega, no tuvo un respiro.

Así es esta España, nada dogmática, con mayor o menor acierto, pero con más de una partitura. No importa un leve retoque al sistema

Por encima de los sistemas, España, con su excelente factoría de jugadores, recuperó la expresividad de su juego. Lo que su contención inicial e Italia le negaron no tuvo remedio para Irlanda, donde Trapattoni no ha podido reproducir el modelo del calcio. Imposible de exportar a un país con menos rango futbolístico y mucho menos vivero. Bastó que España ocupara con racionalidad los espacios, tuviera movilidad y custodiara el balón con la cadencia que le caracteriza para que el encuentro se disputara solo en dirección a la portería de Given. Torres, tras una cesión de Arbeloa, estuvo a un paso del doblete y se sucedieron las ocasiones. Pero no es España un equipo que produzca goles en proporción a su juego (27 remates ayer). Nunca perdió manejo, pero el segundo se hizo moroso y el fútbol es traidor.

El alivio casi definitivo fue cosa de Silva. El canario, en la línea de esta selección, tiene un rasgo diferenciador. En todo su repertorio, y se apreció de maravilla en el gol. Tras varios rechaces en el área, la pelota descansó a sus pies en el punto de penalti, en un microespacio, con varios machotes a su alrededor. Donde cualquiera hubiera sufrido un ataque de pánico, Silva paró el reloj, y embocó por una rendija, con un toque tan delicado como el de un jugador de billar. El espejo de España, un equipo más predispuesto para lo fino que para lo grueso. Quebrada definitivamente Irlanda, el grupo de Del Bosque fue cumpliendo paso a paso con lo proyectado. Al seleccionador le gusta que, al menos en la primera fase, participen el mayor número posible de jugadores. El marcador le permitió que Javi Martínez y Cazorla tuvieran su tiempo. Y, como si fuera una señal divina, Cesc, tras un significativo cambio por Torres, cerró el resultado. Una goleada abierta por un ariete y abrochada por un centrocampista cuando ya no había delanteros puros.

Así es esta España, nada dogmática, con mayor o menor acierto, pero con más de una partitura. No importa un leve retoque al sistema. A partir de una idea que nadie discute, son los jugadores quienes deben evitar la retórica cuando no hay delanteros ni ir por la directa cuando los hay. Con uno u otro modelo, lo que distingue a España es cómo encuentra los espacios. Con otra movilidad, nada que ver con el primer tiempo ante Italia, ayer los vio por todos los rincones.

Partido 13 Grupo C

Partido 13 Grupo C

 

ITALIA 1-1 CROACIA

Italia: Buffon; Chiellini, De Rossi, Bonucci; Motta (Montolivo, m. 63), Marchisio, Maggio, Giaccherini, Pirlo; Cassano (Giovinco, m. 84) y Balotelli (Di Natale, m. 70)

Croacia: Pletikosa; Srna, Corluka, Schildenfeld, Strinic; Rakitic, Vukojevic, Perisic (Pranjic, m. 68), Modric; Jelavic (Da Silva, m. 84) y Mandzukic (Kranjcar, m. 94)

Goles: 1-0. Pirlo M. 39 1-1. Mandzukic M. 72

Árbitro: Howard Webb (Inglaterra). Amonestó a Schildenfeld, por Croacia, y a Motta y Montolivo, por Italia.

40.000 espectadores en el Estadio Municipal de Poznan

Italia pierde la calma

La Azzurra no acierta a gestionar la ventaja de su gol ni responder con serenidad al empate de Mandzukic y a las argucias de los croatas

Italia se complicó la vida inesperadamente. Mandaba en el marcador, tenía la pelota, y llevaba la iniciativa frente a un adversario que parecía intimidado. Comenzó por dar un paso atrás. Buscó firmeza en las inmediaciones de Buffon, pero allí donde antes encontraba refugio descubrió confusión. Donde hace unos años los italianos encontraban sosiego, en la agrupación defensiva y en el balón largo, ahora se mostraron inseguros. Croacia cultivó esta perplejidad de manera racial en la segunda parte, peleando cada balón dividido en el medio campo y colgando centros a sus toscos delanteros. Así fue como el lateral zurdo, Strinic, cruzó la línea del medio campo y metió un centro tenso al segundo palo. Chiellini fue a por el despeje y se olvidó de su marca. No llegó a despejar ni evitó que Mandzukic controlara con el pecho y rematara a la red.

El empate premió desproporcionadamente al equipo croata, que, con el 1-1, sacó la calculadora. Debieron contabilizar los tres puntos de la victoria contra Irlanda y se mostraron satisfechos ante la idea de acabar igualados frente a Italia. Lo que siguió fueron minutos de agonía para los italianos, que perdieron la calma ante el despliegue defensivo de un rival que no desaprovechó ninguna ocasión para fingir lesiones y perder el tiempo. Sin Cassano en el campo, sustituido por Giovinco, los italianos perdieron un referente, un experto que supo poner la pausa.

Hay equipos que se ordenan alrededor de jugadores y equipos que se organizan a partir de ideas. Los fundamentos de Italia son sólidos porque los jugadores y el plan parecen la misma cosa. De Rossi y Pirlo han integrado con éxito la propuesta de Prandelli, un seleccionador que se ha propuesto combatir la crispación histórica que rodea al fútbol en su país. De momento, en lo que va de torneo ha sabido reinterpretar sus principios para aprovecharse al máximo de una situación imprevista. El destape de la corrupción en el calcio, algunas bajas, y la aparición de caudillos con ideas propias acerca del juego, han sido energías bien canalizadas por el técnico italiano. El equipo confirmó su buena salud en la primera parte ante Croacia.

Sin Cassano, los italianos perdieron un referente, un experto que supo poner la pausa

Italia salió a gobernar el partido a partir del control del balón. Primero se asentó, después midió a su adversario, y acto seguido pasó a la ofensiva con un admirable despliegue de toque. De Rossi adelantó la zaga para presionar en la mitad rival del campo, donde Marchisio y Motta funcionan como escobas. Modric se encontró solo en el vendaval. La presión aturdió a Croacia. Los últimos quince minutos de la primera parte fueron de un dominio apabullante de Italia.

Cassano una vez, Balotelli en dos ocasiones, y Marchisio, mano a mano con el portero, fueron incapaces de concretar su dominio. Italia invadía el área croata con sus carrileros, con sus volantes y con sus puntas. Hasta seis hombres se plantaron frente a Pletikosa para probar puntería, sin conseguir batirlo. Los pases de Pirlo cambiando la orientación de las jugadas pillaron a los croatas con el pie cambiado en más de una ocasión. El mediocampista se agigantó en la primera hora de partido, bien apoyado por Motta y Marchisio. Fue Pirlo el que adelantó a Italia con un gran gol. Lanzó la falta por encima de la barrera, y a Pletikosa le faltó longitud de brazo para despejar el tiro, que entró pegado a la base del palo.

El único tiro a puerta de Croacia en toda la primera parte fue un remate de Srna, el peligroso lateral derecho, desde media distancia. No hubo más sobresaltos para la compañía de Buffon, que se fue al descanso celebrando lo que parecía una velada redonda.

No se sabe si porque les faltó fondo físico o porque trataron de administrar el gol de forma más especulativa, pero Italia perdió el control del partido

El optimismo de Italia se reflejó en los cambios de Prandelli. El seleccionador retiró a Motta, dolorido tras un choque, para introducir a Montolivo. La apuesta por el media punta del Fiorentina parecía ir a asegurar la victoria. Sin embargo, coincidió con un sutil cambio de actitud en sus jugadores, que comenzaron a pensárselo dos veces antes de subir a presionar como en la primera parte. No se sabe si porque les faltó fondo físico, o porque trataron de administrar el gol de forma más especulativa, invitando a los croatas a dejar espacios a la espalda de su defensa, lo cierto es que Italia perdió el control del partido.

Nunca en su historia ha perdido Croacia ante Italia. El partido respetó los precedentes contra pronóstico. Hicieron muy poco los croatas por sostener la tendencia, mal armados por defensas lentos y sin puntas de verdadera jerarquía. Compitieron con lo poco que tuvieron a disposición y ni siquiera necesitaron de un gran Modric para sorprender a su rival. Les bastó con el empuje y los centros a la olla. Mandzukic remató uno. Fue gol. El gol del empate, un alto precio para Italia.

Partido 12 Grupo B

Partido 12 Grupo B

 

HOLANDA 1 - 2 ALEMANIA

Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Willems; Van Bommel (V. der Vaart, m. 46), De Jong; Robben (Kuyt, m. 82), Sneijder, Afellay (Huntelaar, m. 46); y Van Persie. No utilizados: Vorm, Krul; Vlaar, Boulahrouz, Bouma, Narsingh, Schaars, Strootman, L. De Jong.

Alemania: Neuer; Boateng, Hummels, Badstuber, Lahm; Khedira, Schweinsteiger; Müller (Bender, m. 91), Özil (Kroos, m. 80), Podolski; Mario Gçomez (Klose, m. 72). No utilizados: Wiese, Zieler, Schmelzer, Howedes, Mertesacker, Gündogan, Reus, Goetze, Schürrle.

Árbitro: Jonas Eriksson. Amonestó a Willems, De Jong, Boateng.

Goles: 0-1. M. 23. Mario Gómez. 0-2. M. 38. Mario Gómez. 1-2. M. Van Persie.

Holanda se tambalea

Alemania, con un gran Mario Gómez, deja a la subcampeona mundial al borde de la eliminación (1-2)

En una noche asfixiante de calor en Ucrania, aceleró Alemania y aquilató las bases de su proyecto de largo aliento. Recuperado Schweinsteiger como generador de juego y coronado Mario Gómez como finalizador, al colectivo de Löw solo le queda dilucidar ante Dinamarca si es primera o segunda de grupo. Despeñó, de paso, a la subcampeona del mundo, Holanda, a un paso de la cuneta. Portugal y Dinamarca llegan con tres puntos a la última cita y la oranje, que se mide a los lusos, con cero. La descomposición de Holanda comenzó en la final de la Copa del Mundo ante España de hace dos años en Johannesburg. Aquella selección malencarada traicionó todos sus principios históricos: el respeto al balón y al contrario. Hoy, bajo el control del mismo entrenador, paga las consecuencias de esa traición.

En pleno debate en Alemania sobre si debía trabajar más o menos, Löw demostró que su delantero centro no era un estibador, sino un bailarín de 1,90 metros. Recibió la pelota en la corona del área, de espaldas a la portería, y convirtió el control con la zurda en un autopase mientras se daba toda la vuelta sobre sí mismo. Ya de cara al meta Sketelenburg, lo abatió por el suelo. Estética pura para embellecer el torneo.

Era una noche de calor incandescente en Kharkiv, rozando los 35 grados. En el túnel de vestuarios, los futbolistas sudaban la gota gorda. Esta vez, al menos, la UEFA ordenó regar el campo abundantemente, también en el descanso, para evitar el escamoteo del España-Italia. En el minuto 19, ya todos aprovecharon un receso para correr a los banquillos a pedir agua.

Para Mario Gómez, sin embargo, corría fresquito. Sería su sangre granadina. La de sus abuelos paternos, que emigraron desde Albuñán a Riedlingen en busca de un futuro para sus hijos. El de su nieto es esplendoroso, a la cabeza de los goleadores de la Eurocopa con tres tantos. En el segundo a Holanda, entró por el sector derecho del área y disparó elevado en diagonal justo al palo contrario. El vuelo de Sketelenburg resultó estéril. La defensa oranje quedó retratada: dos centrales plomizos (Heitinga y Mathijsen) y dos laterales de parvulario (Van del Wiel y Willems).

Despertar el olfato goleador de Gómez solo fue la segunda mejor noticia para Löw. La primera, recuperar el alma de Schweinsteiger, autor de los dos pases de gol, atribulado en los últimos meses por las lesiones y por el penalti errado ante el Chelsea en la final de Champions en Múnich. El jefe ha vuelto.

Löw descubrió que su delantero centro no era un estibador, sino un bailarín de 1,90

Alemania tiene un plan colectivo de juego. Holanda no. Löw busca elaboración, paciencia, ataque por los extremos y gol. Van Marwijk no se sabe qué pretende. Difícil desentrañar las intenciones de alinear como mediocentros a De Jong y Van Bommel. La bella Holanda queda embrutecida por su presencia. A partir de ahí, Sneijder, Robben y Van Persie hacen la guerra por su cuenta. Afellay no cuenta. En este ambiente de degradación, hasta las jugadas de estrategia (un pase de córner de Sneijder a Robben) fueron un despropósito.

Van Marwijk se dio por aludido y, a la media hora, mandó calentar a Huntelaar y Van der Vaart, que entraron en la reanudación por Van Bommel y Afellay. No se dejó intimidar Alemania: el central Hummels avanzó con el balón por el centro, esquivando rivales, a la vieja usanza. Y cuando había un chispazo de Holanda, como el trallazo de Van Persie, Neuer se alargaba hasta el poste para detenerlo.

Van Marwijk salió del banquillo para instar a sus jugadores a salir de su campo. Y por fin Van Persie aprovechó su zancada para conquistar unos metros y conectar un derechazo imparable para Neuer. “¡Holland, Holland, Holland!", Aaronó el estadio del Metallist, con una clara mayoría de aficionados oranje. Holanda había ganado por primera vez el centro del campo. Por eso Löw dio paso a Kross por un cansado Ozil mientras Van Marwijk buscó sin éxito en Kuyt la malicia ausente en Robben. El equipo alemán pudo con las vedetes holandeses.

Partido 11 Grupo B

Partido 11 Grupo B

 

DINAMARCA 2 - 3 PORTUGAL

Dinamarca: Andersen; Jacobsen, Kjr, Agger, Simon Poulsen; Zimling (Jacob Poulsen, min. 16), Kvist; Rommedahl (Mikkelsen, min.60), Eriksen, Krohn-Dehli (Schone, min.90); y Bendtner.

Portugal: Rui Patrício; Joao Pereira, Pepe, Bruno Alves y Fábio Coentrao; Miguel Veloso, Rául Meireles (Silvestre Varela, min.84) y Joao Moutinho; Nani (Rolando, min.89), Hélder Postiga (Nélson Oliveira, min.63) y Cristiano Ronaldo.

Goles: 0-1. M. Pepe. 0-2: M. 36. Postiga. 1-2. M. 41. Bendtner. 2-2. M. 80. Bendtner. 3-2. M. 87. Varela.

Árbitro: Craig Thompson. Amonestó a Raúl Meireles, Jacobsen, J. Poulsen.

Estadio: Arena de Lviv, unos 30.000 espectadores.

El sinvivir de Cristiano

Apesadumbrado y desinflado, el delantero estuvo horroroso en el remate, una suerte que domina como nadie, y Portugal tuvo que ser rescatada por los meritorios ante una aguerrida Dinamarca

Varela convirtió una pifia de Cristiano Ronaldo en un gol de oro para Portugal. No fue precisamente el mejor partido de la figura del Madrid. La suya fue una tarde calamitosa, quizá una de las peores con la selección, redimido al final por los meritorios del equipo: el suplente Varela; el ariete Hélder Postiga, seguramente el titular más discutido del equipo de Paulo Bento, y el central Pepe, mejor rematando en el área de Dinamarca que defendiendo la suya. La jugada del último gol de Varela expresó el abatimiento de Ronaldo, que no dio pie con bola, superado por el partido y los acontecimientos: Coentrão entró por la izquierda, le puso la pelota a tiro para al delantero blanco y a cambio le salió una patada al aire, una media vuelta fallida que corrigió de segundas Varela porque tampoco atinó a botepronto el extremo del Oporto.

Apesadumbrado y desinflado, Cristiano Ronaldo estuvo horroroso en el remate, una suerte que domina como nadie por su excelente pegada. Chutó como un futbolista jubilado, siempre a colocar, jamás a resolver, nada que ver con su categoría y admirado catálogo. La famosa pierna de Ronaldo, larga, bella y dura, se aflojó de mala manera cuando más la necesitaba Portugal. No supo remachar el partido, cuando lo tenía a su favor, ni tampoco lo supo ganar cuando se le pedía que ejerciera de figura. No hay noticia de los goles de Ronaldo sino de sus gestos. Un día tira el brazalete y al otro escucha el himno con la cabeza gacha y no estirando el cuello y desgañitándose como los demás: “¡A las armas, a las armas”. El mayor de los guerreros parece haber perdido su fuerza, víctima de la melancolía, en fuera de juego.

Cristiano quedó retratado hasta en el primer gol de Dinamarca cuando quiso tapar el centro en posición de lateral izquierdo. Portugal se había manejado bastante bien hasta entonces, sobre todo por su efectividad y porque los daneses no salían del banderín de córner y perdían a un futbolista en cada transición, rotos Zimling y Rommedahl. Pepe había cabeceado estupendamente un córner de Moutinho y Postiga puso excelentemente el pie a un buen centro de Postiga: 0-2. Nadie daba un duro por Dinamarca. Así que se trataba sobre todo de poner en acción a Cristiano Ronaldo. Y no hubo manera: fue espectador privilegiado del 1-2 y se le vino el mundo encima con el 2-2. Los goles los metió Bendtner, un martillo para Portugal, pues le ha marcado seis en cinco partidos.

Portugal, en cambio, se pasó el partido entero esperando el gol de Cristiano Ronaldo y al final no le quedó más remedio que dar las gracias a Pepe, a Postiga y Varela. Los tres le dieron vida al equipo en un momento en que quedaba prácticamente fuera del torneo y los tres permitirán que Ronaldo se pueda tomar la revancha después de los dos mano a mano fallidos ante Anderssen. Excesivo en sus gestos, ademanes y desplantes, el astro acabó desquiciado, con una tarjeta amarilla a cuestas, después que la hinchada coreara el nombre de “¡Messi, Messi¡”. La selección portuguesa necesita la mejor versión de su capitán y Ronaldo necesita reencontrarse con el gol para ganar el Balón de Oro. La mayoría de arietes van dejando su recuerdo en el torneo y, de momento, no hay rastro del 7 madridista.

Aunque discontinuo en el juego y falto de un futbolista referente en la medular, no tiene mal equipo Portugal. Le pueden, sin embargo, sus disfunciones. Hoy, por ejemplo, ningún aficionado habría asegurado que tiene muy buenos jugadores en las dos áreas. A Dinamarca le faltó al final la suerte que tuvo contra Holanda. Nunca tiró la toalla y se enganchó al partido sin lamentar su desdicha. Trabajó, se asoció y apeló al juego colectivo más que a cualquier individualidad, excepción hecha de Eriksen, y a falta de diez minutos para la conclusión se situó en una posición óptima para rematar su clasificación. Apareció entonces Varela y se acabó su dicha a pesar de que Schone dispuso de una pelota para el empate a tres en el último minuto. Una suerte para Portugal y para Cristiano Ronaldo.

Partido 10 Grupo A

Partido 10 Grupo A

 

POLONIA 1 - 1 RUSIA

Polonia: Tyton; Piszczek, Wasilewski, Perquis, Boenisch; Blaszczykowski, Dudka (Mierzejewski, min.73), Polanski (Matuszczyk, min.85), Obraniak (Pawel Brozek, min.93); Murawski; Lewandowski.

Rusia: Malafeev; Anyukov, Berezutsky, Ignashevich, Zhirkov; Shirokov, Denisov, Zyryanov; Dzagoev (Izmailov, min.79), Kerzhakov (Pavlyuchenko, min.70), Arshavin.

Goles: 0-1. M. 37. Dzagoev. 1-1. M. 57. Blaszczykowski.

Árbitro: Wolfgang Stark. Amonestó a Lewandowski, Polanski, Denisov y Dzagoev por parte de Rusia.

Estadio Nacional de Varsovia.

El fútbol acalla el ruido

Rusia y Polonia igualan (1-1) un partido marcado por los incidentes entre las aficiones

Los jugadores de Polonia defendieron el campo ante los de Rusia mucho mejor que algunos radicales el puente del Vístula. El partido fue exquisito comparado con la batalla campal desatada en varios puntos de la ciudad, especialmente en las inmediaciones del río, camino del Estadio Nacional. Hubo una extrema brutalidad en varios enfrentamientos entre los radicales rusos y polacos y los 6.000 agentes de policía desplegados intervinieron sin contemplaciones con cargas, agua y gases lacrimógenos. El saldo provisional asegura que hay decenas de heridos y unos sesenta detenidos en las comisarias de Varsovia. A cambio, los que alcanzaron el campo, recluidos en las gradas unos 12.000 rusos y 40.000 polacos, parecieron convivir en paz, pendientes de un buen partido, muy deportivo, presidido por el mismo Michel Platini. El juego invitaba a mirar al césped y no a volver la vista sobre el Vístula y las calles de Varsovia.

Los rusos incluso pudieron desplegar una enorme pancarta antes de que sonaran los himnos: This is Rusia [Esto es Rusia]. Los muchachos de Zmuda se batieron con grandeza frente a los de Advocaat. Jamás desfallecieron sino que actuaron con intensidad y dinamismo, muy puestos, conscientes de que se enfrentaban a Rusia y de que defendían sus opciones de alcanzar los cuartos del torneo, la meta que se ha marcado el anfitrión. Aunque en formación, el equipo polaco tiene detalles futbolísticos interesantes y jugadores reconocidos internacionalmente, como el trío del Borussia Dortmund, seguramente la banda derecha más potente de la Eurocopa. La suerte de Polonia depende sobre todo de Lewandowski, Piszcek y Blaszczkowski, autor de un excelente gol por el efecto con el que golpeó la pelota. El zurdazo de Blaszczkowski recompensó el esfuerzo generoso del equipo, aplicado en la divisoria, menos atinado en las áreas.

Los 6.000 agentes de policía intervinieron sin contemplaciones, con cargas y gases

Los polacos resuelven los partidos a partir de tres jugadores y los rusos los deciden con dos: Arshavin y Dzagoev, un pequeño y exquisito centrocampista de Osetia del Norte, es ahora mismo la figura de la grandilocuente Rusia. El jugador del CSKA ya ha marcado tres goles, el último contra Polonia, después de una tercera asistencia de Arshavin. Uno pone el pie y el otro la cabeza o la clavícula, como pareció anoche ante el gigante Tyton.

 Losrusos jugaron para ganar y acceder a los cuartos, y si no lo consiguieron fue por el empuje de los polacos, que se jugarán el pase ante los checos. El esfuerzo de los jugadores de Zmuda cautivó a la mayoría de sus seguidores, que se concentraron decididamente en el juego, mientras algunos seguidores antirracistas denunciaban la exhibición por parte de radicales rusos de símbolos violentos.

Acabado el juego, silenciado el estadio, el puente del Vístula recuperó el protagonismo de una jornada extremadamente tensa. El empate permitió a polacos y rusos defender su causa, algunos amistosamente y otros de forma beligerante, todos vigilados por un gigantesco despliegue policial.