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LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº13 (30.10.2023)

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº13 (30.10.2023)

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº13 (30.10.2023)

PARTIDO OFICIAL Nº 3624

Real Zaragoza SAD REAL BURGOS 1-1 REAL ZARAGOZAReal Zaragoza SAD

0-1, min. 38: Mollejo.

1-1, min 94: Matos.

Ficha técnica

Burgos: Caro; Navarro, Córdoba, Grego Sierra, Matos; Mumo (Fer Niño, 53), Appin (Elgezabal 68), Atienza (Andy Rodríguez, 73); Dani Ojeda (Ander Martín, 73), Curro Sánchez; Edu Espiau (Álex Sancris, 66).

Real Zaragoza: Rebollo; Borge, Francés, Jair Amador, Lecoeuche; Marc Aguado (Lluis López, 88), Grau; Valera (Sergio Bermejo, 76), Mollejo (Manu Vallejo, 66); Bakis (Vaquero, 66) y Azón (Sergi Enrich, 76).

Goles: 0-1, min. 38: Mollejo. 1-1, min 94: Matos.

Árbitro: Milla Alvendiz (Comité de Andalucia). Mostró amarillas a Sinan Bakis (25’), Mollejo (45’), Matos (80), Navarro (90).

Incidencias: Partido de la décimotercera jornada jornada de liga jugado en El Plantío, ante 8.532 espectadores, unos 200 de ellos del Real Zaragoza. El césped presentó un excepcional estado, rápido y mojado, después de las lluvias caídas durante el día. El Zaragoza lució su uniforme rojo, actualizado esta temporada con pantalón blanco y medias negras.

Real Burgos 1-1 Real Zaragoza

59 % Posesión 41 %
2  remates dentro 5
6 disparos bloqueados 2
3 remates fuera 1
8 disparos recibidos 11
2 tarjetas amarillas 2
0 tarjetas rojas 0
16 faltas recibidas 15
17 faltas cometidas 16
158 perdidas de posesión 147
61 recuperaciones de posesión 60
5 fueras de juego 0

 El Real Zaragoza se atraganta en Burgos en otro descuento maldito

El equipo aragonés es incapaz de defender un día más una ventaja y el Burgos le empata en el 94 un gol de Mollejo que pareció el ganador (1-1). Los de Escribá solo han vencido uno de sus últimos ocho encuentros.

No hay modo de que el Real Zaragoza proteja una ventaja. Ni siquiera cuando pone todos sus esfuerzos en ello, cuando se van acumulando hombres defensivos y se van retrocediendo pasos a cada minuto que pasa. El Burgos se cobró el premio en el minuto 94, un nuevo descuento que se le atraganta a los de Escribá. La bocina está maldita.

 El empate puso cierto equilibrio en los méritos de un duelo muy físico y arenoso, pero dolió porque el Zaragoza más sacrificado, calculador y defensivo del año, como el que se vio en la segunda mitad en El Plantío, no pudo redondear un partido que Mollejo le puso sobre ruedas y en el que el equipo volvió a sus orígenes. Fue el Zaragoza de Escribá en su más pura esencia. El Zaragoza más práctico, controlador, ordenado, cauteloso y eficaz en las áreas. Al final le falló imponerse en la suya en la última jugada del duelo porque, de alguna manera, el Burgos, un conjunto de gimnasio, de tipos grandes, fuertes, altos y atléticos, le exigió por encima de sus posibilidades. El punto, en todo caso, no soluciona casi nada: el Zaragoza solo ha ganado un partido de los últimos ocho y el fútbol, poco a poco, va arrinconando a Escribá.

El técnico le dio una sacudida de órdago a la alineación. Borró del mapa a Poussin, rescató a Bakis y mandó al limbo el 4-3-3. Quién sabe si por férrea convicción o por la ausencia de Maikel Mesa, pero Escribá retomó su formación base, aquella que más le estimula y para la que se confeccionó la plantilla, en cuanto las circunstancias se le pusieron favorables para ello. También regresó Francés y entró en el once Víctor Mollejo, formando así el Zaragoza un 4-4-2 de fisonomía muy ofensiva, prácticamente con cuatro delanteros, entre puntas y extremos, y con Marc Aguado y Jaume Grau como cuota única para el centro del campo.

Pero el volantazo más profundo se lo dio Escribá a la portería, eligiendo a Dani Rebollo sobre Poussin. El francés, fichado por Juan Carlos Cordero este año como apuesta para relevar y desafiar al totémico Cristian Álvarez, ha durado dos telediarios. El hierro de Escribá lo deja marcado y sellado después de sus infaustos antecedentes y después, también, de que lo sacara en La Romareda, estadio que le comprendió, le dio tregua y le dedicó una ovación contra el Eibar.

Así las cosas, con este aperitivo caliente, el Zaragoza saltó a El Plantío. El pulso, en sus primeros instantes, fue parejo, muy igualado. Los de Escribá, con su reforma táctica, volvieron, en cierto modo, a los principios fundamentales de su entrenador. A su idea madre de la temporada: precaución, control, reducción de riesgos, pragmatismo y eficiencia en las dos áreas. Este discurso le llevó a tener dominada la situación ante un Burgos con las vías taponadas y sus dos versos libres, Curro y Dani Ojeda, bien sujetos. El Zaragoza, de nuevo, comenzó a acostar el juego en sus centrales. La idea era evitarse cualquier pérdida interior, donde el Burgos más tráfico acumulaba, especialmente, con la entrada de Appin, un tercer centrocampistas. Fue la gran novedad de Bolo en la alineación, en la que prescindió de su mediapunta.

El Zaragoza jugaba sin prisas, paciente, con cautela, inclinando sus ataques hacia los costados. El equipo aragonés, fruto de su sobrecarga de delanteros, se hacía muy largo para atacar: el golpeo desde los centrales era su vía de suministro principal, mientras el doble pivote, en lugar de ser una zona de creación y gestión, se convertía en una zona de paso, enfocada a mantener la posición, la firmeza táctica y la disciplina del trabajo. De ahí la apuesta por Grau y Aguado, un doble pivote de zurdos, demasiado vigilantes y rígidos, lo que hacía que el Zaragoza fuera, en esencia, un 4-2-4.

Escribá, ante el dinamismo interior del Burgos y la proyección de sus laterales, Navarro por la derecha y Matos por la izquierda, procuró que su equipo se lanzara por esos espacios. Al Zaragoza le costaba conectar con Azón y Bakis, muy desabastecidos, y todo quedaba prácticamente a que Valera y Mollejo se jugaran unos contra uno. Fue sintomático del posicionamiento del equipo que Valera casi regateara más en campo propio que contrario, fruto, en parte, de su sacrificio defensivo ante un rival que empujaba los laterales muy arriba. Tanto él como Mollejo se dejaron la piel y los pulmones toda la noche. Con el partido muy bloqueado, sin apenas nada que llevarse al estómago, el Zaragoza estaba cómodo. Appin en un balón que repelió Rebollo y un pase de la muerte de Curro al que no llegó Córdoba por un pelo habían sido las intentonas locales, cuando Mollejo avisó con un cabezazo en plancha a servicio de Valera al que Caro le puso los guantes.

El partido era el clásico de Segunda, áspero, frío y tormentoso, con el gobierno repartido, hasta que al Zaragoza le salió lo que estaba buscando. Pilló al Burgos desplegado, volcó el juego a la izquierda y allí apareció el tacón travieso de Mollejo para despejarle la llanura de una contra a Lecoeuche. El lateral francés tiene un pie izquierdo en buena hora, y metió un buen centro al que no llegó Bakis. La pelota quedó muerta y Azón la cazó y la puso camino de gol… pero Atienza se puso en el medio. Con medio Burgos colgado del larguero, apareció Mollejo para finalizar lo que había empezado con un zurdazo que fue al único sitio por el que cabía la pelota. Gol.

El manchego es un volcán de energía y agitación que, en partidos así, donde todo está medido, calculado y teorizado, resuelve muchas cosas. Volvía así el Zaragoza eficaz y resolutivo que tanto define la propuesta de Escribá: con poco, sacó mucho.

El partido se fue el descanso sin mucho más. Los aragoneses habían marcado en el momento justo. Tras el paso por los vestuarios, casi sin salir aún de ellos, Bakis mandó un cabezazo a la madera. No tiene fortuna el turco, de innegable actitud y dedicación. Fue lo primero que sucedió en una segunda mitad en la que el Zaragoza se tuvo que meter en la mina, con un pico y un cándil. Bolo retiró a uno de sus pivotes, a Mumo, y metió un delantero centro, Fer Niño. Dani Ojeda avisó con un centro cerrado que salió por línea de fondo, a lo que el Zaragoza contestó con un disparo de Bakis que paró Caro. Mollejo la bajó del cielo y el germanoturco sacudió una descarga que sonó como una estampida pero que no cogió rumbo de gol.

Escribá refrescó al Zaragoza con Vaquero, que debutaba así con el primer equipo, y con Manu Vallejo. Se fueron Mollejo y Bakis, sin el premio del gol, pero con el reconocimiento de los zaragocistas de la grada. Los cambios le dieron al Zaragoza forma de 4-3-3 con ánimos defensivos. El Burgos lo intentaba, manejaba la pelota, pero el equipo aragonés mantenía el orden y la compostura. No sufría grandes tensiones. El partido se espesó, y el Zaragoza lo condujo a su terreno. Paradas de tiempo, discontinuidad… era el fútbol que tocaba, al tiempo que Bermejo y Enrich salían a escena. El Burgos agotó naves con Sancrís, Elgezabal y Andy. Rearmado con un trivote, el Zaragoza se protegía y se defendía en el balón parado con uñas y dientes y con un Alejandro Francés colosal. Grego a la media vuelta probó a Rebollo mientras a Sergio Bermejo le taponaron un buen disparo.

Para el asedio final del Burgos, volcado y furioso, Escribá preparó el cambio de Lluis López -no Mouriño, opción más física como reclamaban las características del rival- por Marc Aguado. Había que defender el área y el Zaragoza reunió cinco defensas: 5-4-1 para el momento de la verdad y de la resistencia. Pero no. De nuevo, todo saltó por los aires. Matos cazó una segunda jugada de un saque de banda y tiró abajo una nueva victoria del Zaragoza cuando el partido ya se iba más allá del 90. Fue el castigo al exceso de cálculo.

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