El Real Zaragoza sigue invicto, prosigue con su suma de puntos ininterrumpida en este año natural de 2020, tras empatar 1-1 ante el Mirandés en Anduva, partido que se recuperó este miércoles tras haberse suspendido por la lluvia un mes atrás. Fue un partido dominado mayoritariamente por los aragoneses, que desaprovecharon claras opciones para haber obtenido un nuevo triunfo. Por eso, la parte buena de esta igualada, que es la de la nueva adición de un punto en esa privilegiada 2ª plaza en la clasificación (ascenso directo), se convierte en agria al observar que es un marcador escaso para el juego desplegado por ambos conjuntos en el estadio de la localidad burgalesa.
Un día más, el equipo aragonés se hizo amo del timón del juego desde el mismo pitido inicial. El primer cuarto de hora fue de total dominio suyo, con buenas combinaciones, de lado a lado, buscando los espacios que el Mirandés hizo siempre escasos por su fuerte presión en todo el campo. Eguaras al frente, secundado en el 4-3-3 recuperado por Víctor Fernández por la ausencia de Luis Suárez (Puado ejerció de ‘9’), repartió balones a sus lados, con Guti e Igbekeme muy activos. El debutante -como titular- Burgui y Soro ensanchaban el terreno por las bandas, bien secundados desde atrás por los laterales Vigaray y Nieto. En ese tramo inicial solo faltó más precisión a la hora de la verdad cuando se acercó el balón al área de Limones. Pero ya pintaba bien la noche. Solo hubo un disparo a puerta, en el minuto 9, de Igbekeme desde la frontal del área, alto por poco.
Mientras tanto, el Mirandés no existía en su vanguardia. Malsa, el gobernador de sus jugadas, se vio siempre solo y bien taponado por los mediocampistas blanquillos. Aunque a partir del minuto 15 hubo un repunte de las intenciones ofensivas locales, apenas un par de escarceos de Alexander González y Álvaro Peña llevaron algún desasosiego al área de un inédito Cristian Álvarez. Enseguida, el Real Zaragoza retomó su poderío y reinició la circulación rápida de la pelota por todos los metros cuadrados de un irregular Anduva, en donde el balón botaba demasiado y generaba problemas en los controles. Puado, en el 25, protagonizó una contra individual tras robar un balón al italiano Crisetig en la medular, pero su disparo final en el área dio en su marcador, Odei, y no llegó a puerta. Ahí empezó el acoso potente de los de Víctor para encontrar el premio del gol.
Volvió a tenerlo cerca El Yamiq, cabeceando un córner en el primer palo rebasado el minuto 28, pero la pelota se le marchó alta en una posición que era de gran provecho. Fue el último punteo zaragocista al portal de Limones sin éxito pues en el siguiente ya hizo felizmente diana. Fue en el minuto 35, en una penetración marca de la casa de Puado. Vertical, profundo en el área, con un pase raso atrás al corazón de la zona de los goles, por donde venía en carrera Igbekeme, muy inspirado en Anduva, para colocar un chut templado y colocado con la zurda en las mallas burgalesas. La algarabía de la afición zaragocista, más de 600 seguidores en el otro fondo, se fundió con la piña de los blanquillos en el lado opuesto del campo. El partido empezaba a tomar color blanquiazul, con total merecimiento.
De ahí al descanso, aún hubo dos jugadas más con vitola de gol zaragocista, lo que hizo que el 0-1 del ecuador del choque se quedara, incluso, corto. Primero, en el 38, fue Nieto el que remató alto desde el borde del área tras una brillante galopada de 60 metros tras una pared con Burgui, que dejó gotas de calidad en sus intermitentes apariciones. Y, después, en el 41, fue el propio Burgui el que quebró a Odei en el área y remató de rosca en busca del palo lejano. El balón iba dentro, pero se interpuso milagrosamente el central Sergio González para meter la cabeza y abortar el segundo tanto visitante. Luego, todo esto se echó en falta. Y mucho.
El intermedio dejó un paladar dulce a los zaragocistas. La crucial baja del goleador Luis Suárez no se estaba notando en demasía. Puado estuvo activo, incisivo, básico en el gol. Y el sistema táctico le funcionó de maravilla a Víctor. El Mirandés, disminuido sin sus jugadores decisivos (Merquelanz, Guridi y Marcos André), era un equipo inferior en todas las facetas del juego. Era cuestión de administrar bien la ventaja y de intentar rematar con el 0-2 en cuanto se pudiera. Todo menos darle vida a los burgaleses, que parecían saberse a merced de un equipo lanzado, el Real Zaragoza. Iraola, el técnico local, dejó en la ducha a Crisetig y metió en juego a Íñigo Vicente, buscando más mordiente en la mediapunta.
Y eso que no debía ocurrir, sucedió. No habían pasado tres minutos de la reanudación cuando tuvo lugar el primer desajuste de la noche en la zaga aragonesa, que penalizó gravemente. Matheus recogió un balón largo a espaldas de los centrales, El Yamiq no llegó a tiempo, y el ariete local superó por alto la salida de Cristian Álvarez para hacer el 1-1. Era evidente que nacía un nuevo partido. Lastimosamente. El Zaragoza había dado vida a un cadáver. El Mirandés se envalentonó y Alexander González, su lateral largo diestro, subió hasta el borde del área para lanzar un zapatazo que, en el 51, se marchó fuera por muy poco. Era un aviso de que la fiesta podía convertirse en funeral de no mediar una reactivación urgente de los de Fernández.
Esa perentoria reacción pudo tomar cuerpo en el minuto 54 si Vigaray no hubiera fallado un gol cantado, hecho. Se lo dejó a placer Soro con un pase raso, preciso, que lo dejó a placer ante Limones. Pero el lateral, metido en labores rematadoras, cruzo en demasía el chut y se le fue rozando el palo derecho. Una pena muy grande. Ahí estaba el 1-2 y la calma. No pudo ser. Y tocaba seguir remando. Iraola quitó del campo al extremo Joaquín y puso a otro lateral, el tocado Franquesa. Una declaración de intenciones con tinte conservador. El empate satisfacía a los mirandeses ante el dominio retomado de los zaragocistas.
El partido se alborotó sensiblemente. El Zaragoza bajó prestaciones. Ya no era el equipo mandón del primer tiempo. Le costaba enlazar arriba. Y el Mirandés empezó a destruir por obligación, no quería jugadas largas y empezó a hacer faltas y a ver tarjetas. Demasiadas interrupciones que dificultaron a los de Víctor sintonizar con la onda buena. Así se entró en los últimos 20 minutos. Victor suplió a Soro por Blanco. Buscaba aire fresco para volver a pisar el área, terreno cada vez más lejano para los zaragocistas.
Ese fue el pasaporte del cambio de Burgui por Linares en los últimos 7 minutos del duelo. El extremeño estaba agotado. Los blanquillos se lanzaron al ataque desesperado, con Puado abierto a la izquierda y el de Fuentes de Ebro de referencia. En el 89, Blanco erró otro gol, al rematar alto un pase atrás en el área de Vigaray. Daba la sensación de que el empate iba a saber a poco. Era obvio viendo la secuencia del partido.
Y así fue. El pitido final de Sagués Oscoz dejó un agridulce sabor al zaragocismo. El punto sirve para sumar, para continuar en la buena dinámica de invictos en 2020, para afianzar aún más la 2ª posición en la tabla. Pero el discurrir del envite de Anduva mereció la victoria blanquilla. Solo el acierto ante la portería de Limones, en un buen ramillete de ocasiones nítidas de gol, evitó eso a lo que el Real Zaragoza se hizo acreedor. Esta vez no se redondeó la buena noche con los 3 puntos.
Ficha técnica
CD Mirandés: Limones; Alexander González, Odei, Sergio González, Kijera (Ohemeng, 82); Malsa, Crisetig (Íñigo Vicente, 46); Joaquín (Franquesa, 66), Antonio Sánchez, Álvaro Peña; y Matheus.
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Vigaray, Atienza, El Yamiq, Nieto; Eguaras, R. Guti, Igbekeme; Soro (Blanco, 75), Burgui (Linares, 83); y Puado.
Árbitro: Sagués Oscoz (Comité Vasco). Amonestó a Puado (26), Vigaray (42), Alexander González (43), Kijera (55), Antonio Sánchez (75), Peña (77), Malsa (78) y Nieto (81).
Goles: 0-1, min. 35: Igbekeme. 1-1, min. 48: Matheus.
Incidencias: Temperatura muy fría en Miranda, 4 grados y sensación térmica inferior. El césped de Anduva estuvo irregular y algo blando. En las gradas hubo casi 3.500 espectadores, de ellos más de 600 zaragocistas.
0 comentarios