Ya está aquí, consolidada de lleno, la habitual crisis de octubre-noviembre del Real Zaragoza año tras año. El equipo aragonés cayó por un contundente 4-0, que no necesita muchas explicaciones, en el campo del Sporting de Gijón, un equipo que caminaba por el 15º puesto en la tabla y vivía semanas convulsas. El bloque de Víctor Fernández, pese al intento de reseteo del entrenador del barrio Oliver, claudicó de principio a fin en El Molinón con una actitud deplorable en muchas de sus piezas, algunas clave. Y, además, en lo futbolístico, jugó con uno menos, en inferioridad numérica, una hora por expulsión de Grippo.
El cuadro zaragocista, una vez más (y van unas cuantas), salió del vestuario perdiendo 1-0. El primer gol del Sporting llegó en la primera aproximación al área aragonesa, en un jugadón de Manu García, que regateó y penetró en el área como si estuviera jugando contra alevines y que concluyó con un suave pase atrás en el área pequeña para que Isma Cerro fusilara a Cristian Álvarez. El día nacía torcido, como luego se comprobaría sin demasiado esfuerzo visual. El equipo avispa -tocaba vestir de respeto- fue un flan en defensa, pese a jugar con tres centrales y cinco piezas atrás de carácter destructivo. Una catarata de errores con el balón en la medular, inexistente en punta. Los de Gijón jamás habrán jugado últimamente contra un contrincante tan blando y facilón.
Lo que fue una premonición fue tomando cuerpo enseguida, con el paso de los primeros minutos. De nuevo Manu García, en el 5, entró en el área como cuchillo en margarina semilíquida pero, por fortuna, esta vez, su remate fue fallido y salió fuera cerca del palo derecho. Víctor Fernández se desesperaba ya con el partido recién iniciado. Sus hombres no pisaban tierra. Lentos de reflejos, con pases siempre apurados y mal dirigidos. Era como si el feo, horrible, balón rojo de otoño-invierno fuese en sus pies uno de esos de publicidad playera. Kagawa se asemejaba a un futbolista de Regional. Igbekeme, lo mismo. Ros era un sinfín de yerros en los apoyos, con y sin pelota de por medio. Soro siempre hacía lo contrario de lo que pedía la combinación. Y Luis Suárez, ni la veía.
Hubo unos minutos en los que el Sporting, un equipo nervioso, le dio el balón a los zaragocistas. Lo de siempre últimamente. En estas, Grippo vio amarilla antes del cuarto de hora por una obstrucción en la banda. Sufre el suizo fuera de zona, pero Figueroa Vázquez hiló fino ahí… e hizo barruntar la expulsión futura que no tardó mucho en llegar. Igbekeme disparó por primera vez a puerta en el 10, desde la corona, con la potencia de un niño, a las manos de Mariño. Los astures jugaban a la contra, sabedores de la velocidad de sus mediapuntas. Aitor García marró el segundo gol tras un pase atrás del ariete Djurdjevic en el 20 en un contragolpe marca de la casa rojiblanca. En esa fase de cierta esperanza aragonesa, Guti hizo el segundo tiro entre palos de los visitantes, en el 24, tras un centro de Luis Suárez, pero Mariño se volcó a su izquierda para detener en dos veces. Ahí pudo haber estado la clave de un volteo en el áspero guión del choque. Porque, en el 30, al poco, Grippo se fue a la caseta con la tarjeta roja al derribar a Djurdjevic para evitar un ataque letal. Guitián ya calentaba hacía rato, como si Fernández se oliese la tostada. Ya no había remedio.
Y para que el desastre progresivo tomara cuerpo, llegó el 2-0. Aitor García arrancó solo, mano a mano, casi desde la medular tras una pérdida absurda del medio campo zaragocista. Encaró a Álvarez y lo superó suavemente por encima. Era el minuto 38 y se veía venir la catástrofe. El Zaragoza era un equipo zombi, compuesto por jugadores sin chispa, sin sangre. Idos por completo del espíritu competitivo. Indolentes a más no poder. Algo desconocido, increíble de entender si se toma como punto de partida los 5 primeros partidos de la competición, cuando todo parecía oro molido.
El descanso hizo de salvación momentánea para los de Víctor Fernández, que estaban groguis sobre la lona. Pero el equipo iba a jugar con 10 una hora. Tiempo muy largo con 2-0 abajo en el tanteador y con tan escasos argumentos futbolísticos mostrados en la primera mitad. Víctor hizo ducharse a Kagawa, jugador mustio y casi liquidado según se ve hace ya unos cuantos días. Y metió a Nieto, como lateral. Lasure, de nuevo titular, debía subir más la banda y apoyar a la media y el ataque. Era buscar un milagro, visto lo visto hasta entonces.
El segundo tiempo empezó con aires de épica zaragocista. Una jugada por la izquierda de Lasure y Nieto en el minuto 47 acabó con un pase a Ros, solo en la frontal. El disparo seco del navarro rozó el poste por fuera, lamentablemente. Ahí se pudo enganchar a la vida el Real Zaragoza. Pero no era su tarde, estaba claro. Y menos mal que, en la réplica sportinguista, Djurdjevic no logró cabecear, solo en el punto de penalti, un centro perfecto de Aitor García en el 49. No conectó con el balón y se fue al limbo el 3-0 que muchos ya cantaban. El técnico local, José Alberto, jugó la baza anímica y de revancha muy pronto, dando entrada al exzaragocista Álvaro Vázquez en vez del serbio Djurdjevic, muy desdibujado. Vázquez aún buscaba su primer gol como gijonés y el partido estaba propicio para ello. Cuestión motivacional con viento a favor.
El Sporting no volvió del vestuario con demasiadas ansias de rematar el partido. Más bien jugó a verlas venir, con su 2-0 en las alforjas y sabedor de que vienen de una crisis seria que pudo llevarse por delante a su entrenador hace una semana de no haber ganado en Elche 0-1. Eso evitó sudores a los zaragocistas, en franca inferioridad por todo. En el minuto 62, el referido Álvaro Vázquez ganó la espalda a Atienza y chutó cruzado, rozando el palo, fuera por muy poco. Tenía el colmillo afilado el Lobo. El Zaragoza, tras un primer cuarto de hora de algún destello en su obligación de jugársela como fuera en ataque, hacía ya un rato que se había fundido. Nadie se echó la situación a las espaldas. Faltan líderes en el campo. Entre otras muchas cosas.
Aun así, entre los silbidos de la afición asturiana a los suyos por su manifiesta dejadez, en el 65 pudo llegar el primer gol zaragocista. Nieto centro cerrado y, primero Soro, y después Luis Suárez, fallaron el remate a bocajarro con todo a favor. Fue lo último que hizo Soro, relevado por Blanco por si sonaba la flauta por ese lado. Víctor quitó del campo de súbito a Luis Suárez y dio entrada a Linares. Fue como si viera que remontar era imposible en Gijón y no quisiera perder al colombiano para el domingo que viene ante Las Palmas, al estar con 4 amarillas y advertido de suspensión. Faltaban 20 minutos y el Real Zaragoza daba evidentes muestras de impotencia. Los lanzamientos de córner y las faltas, que hubo varios, continuaron siendo un largo repertorio de pifias zaragocistas. No hay manera de sacar provecho del balón parado. Un desastre continuo esta faceta crucial del juego.
El partido se metió en una senda de densidad y falta de tino permanente por los dos bandos. Vagos los locales, sin luces los zaragocistas. En ese tramo de aburrimiento general llegó el 3-0 en otro gesto de nulidad en la solvencia defensiva de los de Fernández. Un centro largo al área en el minuto 75, mal controlado de inicio por Álvaro Vázquez, lo remató Aitor García raso, cruzado, a la red. Los dos estaban libres de marca. Inexplicable. El tanteo ya hacía daño. Mucho daño.
Y, claro está, faltaba el gol de Álvaro Vázquez. El 4-0. El de la maldición del ex, ancestral en el zaragocismo. El catalán se estrenó con su nuevo equipo… ante su anterior. Recibió en el minuto 89 un balón largo desde campo propio, se quedó solo ante Cristian Álvarez ante la pasividad de la zaga, y lo batió con contundencia. La goleada pura y dura estaba ya servida. Un mazazo completo, de los que hacen sangrar hasta a un cadáver cuajado. Brutal espectáculo de los zaragocistas, para meterlos a todos en una cripta de clausura hasta el jueves, en silencio monástico y con un repertorio de cilicios de docena o docena y media de modalidades.
Se acabó pisar la zona de Promoción de ascenso, cosa que ha ocurrido durante las primeras 12 jornadas de liga gracias a un sobresaliente inicio del torneo. Ahora cuenta lo último, lo más reciente, que es una serie de un solo triunfo (el de Soria) en los ocho partidos más cercanos en el tiempo. Una trayectoria errática, llena de manchas en el día a día, que juntan en la coctelera muchos factores adversos y negativos en torno al vestuario y a lo que lo rodea: bajas, lesiones, el adiós de Dwamena, apagones de forma de jugadores claves, modos de pensar ante los problemas desde los despachos de decisión y, sobre todo, el cúmulo de malos resultados. El Real Zaragoza, ya sí, se ha caído del vagón noble. Ya es, como cada año por estas fechas, uno más. Y con pintas feas de cara al futuro inmediato. Es lo que hay. Se puede decir más fuerte, pero no más claro. Esta película es de reestreno. Y tiene protagonistas perennes. No es cosa de los nuevos o recientes. Hay que mirar con atención los títulos de crédito a la hora de gestionar las curvas que vienen. Que ya están aquí.
Sporting Gijón: Mariño; Medina, Babin (Cordero, 59), M. Valiente, Molinero; Cristian Salvador, Javi Fuego; Aitor García, Manu García, Isma Cerro (Carmona, 70); y Djurdjevic (Álvaro Vázquez, 55).
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; R. Guti, Atienza, Grippo, Clemente, Lasure; Javi Ros, Igbekeme, Kagawa (Nieto, 46); Soro (Blanco, 65) y Luis Suárez (Linares, 68).
Árbitro: Figueroa Vázquez (Comité Andaluz). Expulsó a Grippo, por doble amarilla (14 y 30). No mostró más tarjetas.
Goles: 1-0, min. 2: Isma Cerro. 2-0, min. 38: Aitor García. 3-0, min. 75: Aitor García. 4-0, min. 89: Álvaro Vázquez.
Incidencias: Tarde excelente en Gijón, con 21 grados en un día con sol y nubes. El césped de El Molinón presentó un aceptable aspecto. En las gradas hubo alrededor de 18.000 espectadores.
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