Pintan bastos. Nada que sorprenda observando al Real Zaragoza del nuevo fútbol, este de la reanudación de la liga a puerta cerrada y contra natura, que anda escaso de fuerzas, con infinidad de futbolistas lejos de su punto óptimo de forma y sin ser capaz de acercarse a los modales técnicos que lo hicieron ser colíder cuando todo se paró por la covid-19 el 8 de marzo. Esta vez, ante el Girona, en Montilivi, cayeron los de Víctor Fernández por 1-0 merced a un penalti absurdo y claro del joven Clemente sobre el pichichi Stuani en el minuto 55, que el propio uruguayo transformó para tumbar a un Zaragoza sin respuesta, con síntomas de cianosis en la recta final del duelo.
El temor a perder, el respeto al rival, la responsabilidad de ambos equipos ante las exigencias de la clasificación cuando la liga ya encara su recta final, envolvieron el juego desde el primer minuto. Así, la primera mitad resultó igualada, sin grandes picos de dominio a favor de nadie. Empezó mejor el Girona en la faceta atacante, con dos llegadas claras de Borja García, que remató alto de primeras en el minuto 5 desde la frontal del área y, en el 15, lo hizo sobre su propio compañero Stuani en un centro al segundo palo de Samu Sáiz, un gran quebradero de cabeza siempre para Nieto. La blandura en las marcas del Zaragoza favoreció esa soltura de los catalanes cuando las fuerzas aún estaban íntegras. Por el contrario, los locales salieron al campo aguerridos, queriendo imponer su ley, pero el árbitro andaluz Milla Alvendiz les cortó las alas enseguida, con sendas tarjetas amarilla a Aday (minuto 5) y Miquel (minuto 7) que les hicieron rebajar sus ímpetus por fuerza.
Del Real Zaragoza, demasiado lento y previsible en un feo arranque del duelo, no hubo noticias ofensivas hasta el minuto 21, cuando Burgui, de nuevo titular, se buscó la vida fuera del área y lanzó un derechazo potente pero escasamente colocado que detuvo Riesgo en dos veces. Ahí apareció por fin el cuadro aragonés de medio campo en adelante. Hasta entonces, las sensaciones habían sido de escasez y preocupante indolencia, con infinidad de pérdidas y pases malos. El problema es que, todas las llegadas posteriores al área del Girona hasta el tiempo de descanso fueron inertes. No cupo contabilizar ni un solo remate más de los blanquillos. Las peneteraciones de Igbekeme (una muy buena en el 41), de Puado -al que le costó sintonizar con el partido-, de Nieto o del referido Burgui siempre acabaron, bien con un centro malo al cuerpo del defensor rojiblanco de turno o bien con la colocación de la pelota en el área justo donde no había ningún zaragocista a la espera.
Hubo un largo trecho, en torno a la media hora de juego, en el que el Real Zaragoza dominó el balón por completo. El Girona se mostró atorado, alterado en su pulso, con demasiada presión en el día del estreno del cuarto entrenador de la temporada en Montilivi, el ex del Huesca Francisco Rodríguez. Se palpaba el mar de fondo que se vive en Gerona en las últimas semanas. En ese marco de cierta comodidad de los de Víctor Fernández, bien consolidados en la medular por un activo Torres y un dinámico Guti (aunque poco atinado con el balón) y con el lateral Vigaray, felizmente reaparecido, muy fuerte por su banda, solo pasaron dos momentos de apuro atrás, ambos protagonizados por el pichichi Stuani. El internacional uruguayo buscó con picardía una vaselina desde 30 metros en el minuto 23, pero se pasó de potencia en el golpeo y se le marchó alta por bastante distancia sobre el larguero. Y en el 39, el charrúa no llegó por centímetros a cabecear en el área pequeña un centro cerrado de Samu Sáiz, ante la inacción en la salida de Cristian Álvarez, algo remiso toda la tarde a abandonar la raya de gol bajo palos.
La igualdad presidió los primeros 45 minutos. Ninguno de los dos bloques se hizo acreedor a una mención destacada. El Zaragoza fue de menos a más y, por esas vibraciones, dejó abierta la puerta de la esperanza a una mejoría tras el intermedio que lo acercase a la ansiada y necesaria victoria en Montilivi. La segunda parte empezó sin cambios nominales y con una llegada interesante de Puado en el minuto 48 que no enlazó en el remate de un apagado Luis Suárez por un palmo. Hacía falta que apareciese más el goleador zaragocista, que se le buscara con mayor clarividencia. Para que todo el mundo se pusiera las pilas en las filas aragonesas, dos minutos después Stuani concluyó mal, fuera, la mejor ocasión del Girona, un cabezazo franco, solo en el área chica a centro de Borja García, que conectó defectuosamente la frente, por suerte para los blanquillos.
El juego entró en una trama de ida y vuelta. Y en el 53 fue el Zaragoza el que rozó el 0-1. Guti no llegó por milímetros a rematar en carrera un centro atrás de Luis Suárez porque se lo tocó in extremis Mojica con la punta de la bota. Lo malo fue que, en ese diseño de partido, las de perder las tenía el equipo de Víctor Fernández, se presumía algo así con Stuani reactivado, con Borja García gustándose, con Mojica como un puñal por la banda. Y no tardó en surgir la confirmación de la sospecha. En el minuto 55, Clemente hizo un penalti suicida, de pipiolo, inexplicable, a Stuani cuando éste iba a abandonar el área por un lateral sin ningún peligro. Pecado de juventud e inexperiencia. Y, claro, el uruguayo no falló y logró el 1-0 en el 56 que ponía al Real Zaragoza contra las cuerdas. No daba, como siempre desde la reanudación de la liga a puerta cerrada, ninguna confianza el equipo de Víctor Fernández de cara a una remontada que se antojaba obligada para no abollar las opciones de ascenso de mala manera. Era perentoria una transformación sobre la marcha en la última media hora.
Los minutos siguientes al tanto catalán fueron desoladores para el Real Zaragoza. En lugar de la reacción, lo que asomó fue un bloqueo mental peligrosísimo. Fue el Girona el que se lanzó sobre el marco de Álvarez, con otro cabezazo de Stuani en el 58 que se marchó fuera por muy poco y un par de remates en el área de Aday y Sáiz que llevaron el desasosiego al zaragocismo. La congoja máxima cayó de lleno sobre los de Víctor Fernández en el minuto 64 cuando, erróneamente, el árbitro Milla Alvendiz pitó un segundo penalti en contra por una supuesta mano de Puado a centro de Aday. Craso error del colegiado, en la línea habitual últimamente, que tuvo que ser rectificado por el VAR (en este caso, bien Vicandi Garrido) porque la pelota dio en la cadera, ni siquiera cerca del brazo del zaragocista. Tardó 3 minutos en doblar el brazo Milla, hasta que le instaron a ver el monitor para que se bajase de la burra. La puntilla que se avecinaba sobre la nuca del Real Zaragoza tuvo que ser guardada por el Girona. Aún había vida un rato más.
Víctor, que ya había introducido a Soro por un nulo Igbekeme poco antes, hizo un triple cambio a falta de un cuarto de hora, justo antes de la pausa de hidratación. Retiró a los reaparecidos, pero aún tocados, Vigaray y Puado. También a esa apuesta que es Burgui, un futbolista que no está respondiendo ni de lejos a la fe puesta en él y, sobre todo, a los muchos minutos que le está ofreciendo el entrenador. Delmás, Blanco y Linares fueron las balas de plata de Fernández. Las hechuras del partido solicitaban ya un milagro. Era así porque el Zaragoza no dio muestras de revitalizarse en ningún instante. La asfixia física predominaba entre su tropa. La falta de oxígeno en el cerebro impedía combinar bien o llegar cerca del área de un inédito Riesgo. El Girona pudo haber jugado sin portero. No se hubiera notado tal circunstancia.
Los cambios resultaron inertes, insustanciales. El Girona se ordenó bien atrás y, como el Real Zaragoza no fue capaz jamás de hilar una jugada de tres o cuatro pases bien dados, los rojiblancos no sufrieron en ningún momento mientras el reloj corría como un gamo para los blanquillos. En el minuto 89, tras mucho fútbol grumoso, los blanquillos lograron forzar un córner. Era lo más peligroso tras el 1-0. Su saque, como todos los de la primera parte, fue intrascendente. No existe destreza en el balón parado. Esto es así desde agosto pasado. El árbitro dio 7 minutos de añadido. La última burbuja de aire para los de Víctor Fernández, que jugaban como flanes, precipitados, con decisiones de juego contrarias a la inteligencia que derivaron en faltas absurdas, en regalarle pérdidas de tiempo de los locales por falta de veteranía y pericia.
Para que la desgracia no fuese solo la derrota en Gerona, como ya ocurrió con Eguaras y El Yamiq el último día en los últimos segundos y el final del partido, esta vez fue Luis Suárez el que, injustificadamente, protestó una acción en la que Blanco remató erráticamente en el minuto 93 y vio la tarjeta amarilla que es la quinta de su ciclo y, por ello, no jugará el lunes en La Romareda ante el Rayo Vallecano. Fue el colofón a una nueva noche negra para el Real Zaragoza que, de este modo, ya no está en puestos de ascenso directo. Ahora, su horizonte, a cinco partidos para la conclusión de la liga, cambia de tonalidad, de cromatismo. Se va hacia lo oscuro de la paleta. No solo por los resultados, que ya son lo suficientemente aclaratorios del presente (4 derrotas en 6 duelos), sino por las sensaciones del equipo, sin fuelle físico y con un deterioro en su fútbol que lo aleja muchos kilómetros, años luz, de lo que era cuando la liga se paró en marzo.
Ficha Técnica
Girona FC: Riesgo; Maffeo, Juanpe, Miquel, Mojica; Gumbau, Granell; Aday (Gallar, 87), Borja García (Diamanka, 91), Samu Sáiz (Valery, 78); y Stuani.
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Vigaray (Delmás, 74), Atienza, Clemente (Soro, 74), Nieto; R. Guti, D. Torres, Igbekeme (Soro, 68); Burgui. Puado (Linares, 74) y Luis Suárez.
Árbitro: Milla Alvendiz (Comité Andaluz). Amonestó a Aday (5), Miquel (7), D. Torres (36), Gumbau (79), Gallar (90) y Luis Suárez (94).
Goles: 1-0, min. 55: Stuani, de penalti.
Incidencias: Tarde agradable en Gerona, con 24 grados y cielo nuboso. El césped de Montilivi presentó unas buenas condiciones.
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