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LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº9 (5.8.2023)

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº9 (5.8.2023)

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº9 (5.8.2023)

PARTIDO OFICIAL Nº 3620

F.C. ANDORRA 0-1 REAL ZARAGOZAReal Zaragoza SAD

Ficha Técnica

FC Andorra: Dani Martín; Leal, Diego González, Alende, Vilá (Moreno, 62); Bover, Molina (Álvaro Martín, 76), Iván Gil; Benito (Lobete, 76), Shabani (Petxarromán, 62); Scheidler (Manu Nieto , 89).

Real Zaragoza: Cristian Álvarez (Poussin, 82); Luna (Gámez, 68), Francés, Lluís López, Borge; Aguado, Maikel Mesa, Bermejo (Valera, 68), Grau (Moya, 46); Mollejo; y Manu Vallejo (Azón, 68).

Árbitro: Arcediano Monescillo (Comité Castellano-manchego). Expulsó a Bover (18), roja directa por juego violento sobre Aguado. Amonestó a Grau (13), Aguado (45), Benito (49), Francés (54) y Alende (92).

Goles: 0-1, min. 36: Mollejo.

Incidencias: Tarde calurosa, con 21 grados al inicio del partido (las 19.00). El césped del estadio Nacional presentó un excelente estado. En las gradas hubo alrededor de 2.500 espectadores, de ellos 500 zaragocistas.

FC Andorra 0-1 Real Zaragoza

40.2 % Posesión 59.8 %
0 remates dentro 3
0 disparos bloqueados 1
5 remates fuera 1
5 disparos recibidos 5
2 tarjetas amarillas 4
1 tarjetas rojas 0
16 faltas recibidas 8
9 faltas cometidas 16
128 perdidas de posesion 110
47 recuperaciones de posesion 53
1 fueras de juego 3
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El Real Zaragoza retorna al camino de las victorias con un 0-1 en Andorra entre la espesura

Un gol de cabeza de Mollejo al final del primer tiempo decide un feo e insulso partido. La expulsión del local Bover en el minuto 18, clave.

El Real Zaragoza retornó este jueves al camino de las victorias al ganar en Andorra con un solitario gol, surgido entre un fútbol espeso, insulso, aburrido y sin seducción alguna. Así, los aragoneses vuelven a los puestos de ascenso directo tras tres jornadas de crisis.

El primer tiempo acabó 0-1 gracias al aserto de la ley del mínimo esfuerzo, modalidad aplicada una vez más al fútbol tedioso del Real Zaragoza que, en contrapunto al perjuicio del anterior día frente al Mirandés que causó la tempranera expulsión de Enrich, esta vez se vio beneficiada por la tarjeta roja que recibió el andorrano Bover en el minuto 18, por juego violento ante Aguado en un balón dividido en medio campo. No hay ninguna intención de desmerecer ese fenomenal marcador favorable que logró el cuadro aragonés en el primer periodo del choque. Nada más lejos de la realidad. Se trata, simplemente, de contar lo que hubo sobre el césped del Nacional del país pirenaico que, con 2.500 personas tuvo su mejor entrada en muchos meses (caben 3.600 en total, forzando mucho, 4.000).

Antes del gol, anotado por Mollejo de cabeza en el minuto 36 a centro lateral de Grau desde la izquierda, solo hay otra anotación más, solo una: también una finalización con la testa pelada del manchego en una asistencia de Maikel Mesa en la línea de fondo, en el 29, que acabó mansamente en las manos del portero Dani Martín, tan inédito como Cristian Álvarez en los primeros 48 minutos (eso duró el primer acto). Y es que fue un partido insípido, anodino como pocos entran en docena. Con un Andorra decepcionante en su anunciada propuesta de posesión masiva del balón y dominió del timón, pues nada de eso supo hacer el cuadro de Sarabia. Y con un Zaragoza, revolucionado con seis cambios por un Escribá desatado (que fueron siete, si computamos la traslación de banda de Borge en la defensa, de la derecha a la izquierda), que no supo qué hacer con el balón hasta que la expulsión de Bover lo dejó en superioridad desde el minuto 18 y su rival se atrincheró atrás por natura.

El equipo zaragozano se diseminó por el campo en un 4-4-2 dúctil, que partía en forma de rombo en la medular. Aguado era el eje. Mesa por la derecha, Grau por la izquierda y Bermejo por el centro, de enganche. Una novedad lo de Mesa y Bermejo, quizá montado al revés de la lógica. No funcionó, claro. En punta, Manu Vallejo y Mollejo conformaron un dúo de poca mezcla, ni entre ellos ni con los demás de la segunda línea. Los laterales, Luna y Borge, aportaron entre cero y nada en ataque, limitándose sobremanera a guardar su zona atrás.

El Andorra no existió en ataque jamás. Ni con 11 jugadores, hasta el minuto 18, ni mucho menos después. Solo una incursión de Benito en el 17, con un centro en el lateral del área que sacó de cabeza la zaga aragonesa en el área chica, se puede apuntar como máxima y única llegada con cierto peligro de los locales. Un desastre el cuadro tricolor (con tres colores fueron ambas escuadras, parecía un partido de la Copa de África). Y, frente a esa inoperancia andorrana, se apreció a un Zaragoza de poco lustre, sin brillos con el balón en los pies. Su fútbol, un día más, abusó del pase atrás, lateral, en zonas inertes. Apenas se rebasaron líneas con intención ofensiva. Hubo pocos desmarques y muchos menos pases profundos o diagonales. Todo con la misma previsibilidad ya conocida desde hace más de un mes.

Vino de maravilla la roja a Bover, que midió mal una entrada con el pie por delante, arrastrándose sobre la mojada hierba, que acabó con un plantillazo peligroso en el rostro de Aguado a un palmo del suelo. Eso anuló por completo las supuestas intenciones del Andorra de mandar por completo en el partido. Mató a los del Principado y le dio galones al, hasta entonces, perdido Zaragoza. El partido empezó realmente para los de Escribá ahí, en el minuto 18. Y lo gobernaron sin sudar demasiado en lo sucesivo. Al trantrán, sin velocidad de transición, con conducciones de motor diésel. De no haber surgido en el 36 el gol de Mollejo, el primero de cabeza del curso de los zaragocistas, se hubiera consumado el peor primer tiempo de la década, seguramente. Lo demás fue un erial, un páramo futbolístico.

El intermedio, con ese 0-1 tan rico en réditos para tan poco como se había expuesto sobre la hierba andorrana, se degustó entre el zaragocismo con buen paladar. El equipo de Escribá, siguiendo el guion de Tenerife o Cartagena, estaba por delante con una efectividad máxima y, lo mejor, estaba litigando contra un adversario con aires de zombi. Escribá dejó en la ducha a Grau (tarjeteado) y metió en danza a Moya en la reanudación. El partido renació igual que había parado un rato antes: feo a más no poder, infumable por parte de ambos equipos. En este escenario, el problema grueso era para los locales, que iban perdiendo. Al Zaragoza, como dejó patente Escribá con la inapetencia atacante mostrada desde el pitido inicial del segundo tiempo, no le importaba seguir así hasta el final de los días. Para qué buscar el segundo gol si con uno basta.

En el minuto 68, a falta de 22 para la finalización del pestiño, el técnico zaragocista hizo un triple cambio entre la nebulosa global. Eran dos de inicio, Valera y Azón para refrescar a los difuminados Bermejo y Vallejo, pero se unió Gámez para relevar a Luna, otro lateral con problemas musculares a mitad del segundo tiempo, una epidemia que no cesa. El tostón (tostonazo, en mayúscula) no varió. De las ciénagas del fútbol, lugar donde se desarrolló este partido toda la noche, el Zaragoza montó una contra con la gente fresca recién entrada. Azón condujo y Valera, en vez de rematar a portería con todo a favor en el 71, buscó el penalti. Ni una cosa ni otra obtuvo.

Y, como siempre que se juega con fuego, al equipo de Escribá le saltó un chispazo que le socarró la ropa en el 73. El ariete francés Scheidler, un tallo torpón, cabeceó una falta lejana volcada al área zaragocista y el balón se estrelló en el poste izquierdo, con Cristian Álvarez batido, en modo estatua. La ausencia de Jair se nota mucho por arriba. Lluís López no es lo mismo en esa faceta. En el último cuarto de hora, los andorranos se dedicaron a llevar balones de cualquier modo al área zaragocista y Cristian Álvarez tuvo que salir un par de veces por arriba (en una, con un fallo de cálculo serio que, por fortuna, no penalizó).

La renuncia total del Zaragoza a buscar el 0-2 en más de tres cuartas partes del tiempo de duración del choque patrocinó esa reactivación postrera de los tricolores. Como en los primeros cinco partidos, los de las victorias, el viento de cola golpeó favorablemente la popa zaragocista. Los rivales remataron al palo, se autoexpulsaron, jugaron fatal. Y los de Escribá, con muy poco, obtuvieron petróleo en las montañas del Pirineo. 

Cuando faltaban 8 minutos cayó lesionado Cristian Álvarez, lo que facilitó el debut de Poussin. Menos mal que el técnico blanquillo aún no había cubierto el quinto y último cambio, pues de lo contrario el epílogo hubiera sido un drama.

Los posibles contragolpes de los zaragocistas quedaron siempre abortados por pésimas decisiones de sus porteadores. El que malogró Valera en el 83, con Azón y Mollejo acompañándolo en solitario y a los que no asistió, fue un paradigma cristalino de este mal. En el argot, pecó de chupón. Por no hablar de los pelotazos largos, sin dirección ni objeto, lanzados por la zaga tomate en los minutos finales como si se tratase de fútbol regional. Bajísima calidad en general. Improvisación permanente.

Al final, con 6 minutos de añadido, el equipo pudo celebrar su sexto triunfo en nueve jornadas. Unos números que tapan el feísmo de las formas. A Escribá, poco amigo del resultadismo cuando va en contra de sus tesis, le edulcoran la fórmula del presente precisamente las cuestiones relativas a los marcadores finales. El Real Zaragoza se rehace después de 20 días de bajonazo en rentabilidad, aunque la textura de su juego no anuncie luces nuevas ni ayude a aumentar la autoestima. Todo esto, en la primera o la segunda posición en la tabla, además de paradójico, es ejercicio de análisis singular. Es lo que hay.

La revolución en la alineación, un día más, volvió a demostrar que ese no es un buen método. Quizá fuese más cabal ir armando un esqueleto básico y prevalente. ¿Y qué hay de Bakis?

 

SD HUESCA X-X SD HUESCA

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