Escribá probó por primera vez el sistema de rombo en el medio campo, un 4-4-2 muy elástico, con Aguado de eje, Maikel Mesa de mediapunta y Francho y Cortés en los interiores, con los laterales Gámez y Juan Sebastián (por la izquierda este) muy ofensivos. Bakis y Puche fueron los delanteros de salida. El Real Zaragoza empezó bien el duelo, gobernándolo y llegando arriba con soltura. Fruto de ese dominio, ante un Cartagena un tanto despistado al inicio, llegó enseguida el 0-1. Lo marcó Puche, en el área chica, a pase raso del enchufado Mesa, que había dibujado un desmarque al espacio que Gámez asistió perfectamente. Un gol de gran calidad.
Pero el timón le duró poco a los blanquillos. En especial porque el Cartagena empató pronto. En el 16, el exblanquillo Ortuño hizo de cabeza el 1-1, al rematar en parábola una falta frontal botada por Hevel que fue mal defendida por Lluís López, Vaquero y el apoyo de Bakis y que Rebollo se comió por arriba al estar demasiado adelantado. El partido, que comenzó con mucha agilidad en la definición, volvió a reiniciarse a partir de ese momento. Y el cuadro aragonés ya manifestó más dificultades para desarrollar el citado rombo. Hubo poca creatividad colectiva. Demasiado juego a los lados y hacia atrás. Costó mucho encontrar desbordes y saltos de líneas para volver a llevar el balón cerca de Martínez.
Solo Maikel Mesa, en un par de acciones individuales, logró ese factor fundamental cuando se apuesta por este sistema táctico. Pero en punta no hubo demasiada conexión. Bakis se movió sin encontrar suministro. Y Puche, además del gol, apenas encontró balones potables. Bakis, eso sí, cabeceó todo a balón parado, en modo tanque. En el 18, el germano-turco echó alto con la testa un centro de Gámez, bastante activo por su banda. Y en el 33 repitió escena, tras una falta lejana volcada al área cartagenera. Entremedias, el equipo murciano anduvo cerca del 2-1 cuando, en el minuto 23, Hevel se quedó mano a mano ante Rebollo, que en su valiente salida evitó el tanto echándose encima del remate del rival.
En los últimos 20 minutos del primer periodo, tras la pausa de hidratación que siempre rompe el ritmo de los partidos, apenas pasó nada reseñable. Mucho toque insulso de ambos equipos, mucho pase de seguridad, demasiado control lejos de las áreas. Solo Francho, con un disparo colocado pero flojo en el minuto 30, se acercó a la portería, pero chutó alto por un palmo.
Tras el descanso, ya sin el sol, se abordó la segunda parte con una curiosidad llamativa: no hubo una sola sustitución en ninguno de los dos equipos. Escribá, que tiene otro partido de envergadura en 24 horas ante el Stade Reims francés, va a repartir los minutos entre ambos, sin romper onces iniciales como es costumbre por julio. En el Cartagena, por lo visto, Víctor Sánchez del Amo pensó lo mismo.
La reanudación empezó con polémica, con la expulsión del central cartagenero Alcalá por meterle los tacos de la bota en el bajo vientre a Bakis en una disputa. Algo fuera de lugar que el árbitro sancionó con la tarjeta roja inmediata. El Real Zaragoza se aprestó a jugar en superioridad numérica medio partido. Algo que el año pasado no supo aprovechar en la mayoría de las ocasiones que gozó de esta ventaja, que fueron media docena. Apareció, por lo tanto, otro estímulo más a ensayar: ser capaces de sacar provecho de un factor ajeno que normalmente suele decantar victorias.
Escribá abandonó el rombo. Eran los mismo jugadores pero la distribución, diferente. Bakis y Mesa pasaron a ser los dos delanteros en punta. Cortés tomó forma de extremo derecho y Puche se volcó por la izquierda. En el centro, Aguado y Francho se movieron como doble pivote. Es decir, lo que al técnico zaragocista más le gusta. Su sello. El Cartagena se atrincheró atrás y apostó claramente por el contragolpe, dándole la pelota siempre a los zaragocistas.
Le costó al Zaragoza mandar con cierta solvencia. Faltó velocidad de pensamiento y de movimiento del balón. Y en ese rato de fútbol grumoso, el Cartagena enganchó su primer (y único) contragolpe peligroso en una subida veloz del lateral Calero por toda su banda. Superó a Puche, quebró a Vaquero y remató fuera, por muy poco. Un susto serio. En el minuto 63 se llevó a cabo una pequeña batería de cambios en ambos equipos. Azón y Sergi Enrich, que debutó así como zaragocista, cambiaron el rostro de la delantera. Los filiales Cuenca y Aragüés también dieron oxígeno al ataque. Se fueron a descansar el goleador Puche, Bakis, Mesa y Cortés. El esfuerzo, en partidos así, no tiene demasiada recompensa visual si no hay goles, en el caso de los delanteros.
En el breve descanso para refrescarse del minuto 73, Escribá volvió a mutar el equipo, dando entrada a dos nuevos medios centro, Grau y Moya, y a Nieto. Quedaba un cuarto de hora largo para intentar ganar el 11 contra 10. Borge y Luna también se incorpraron en vez de Gámez y Lluís López en la recta final. Y en esa fase de ataque constante del volcado Real Zaragoza llegó el premio buscado, con énfasis y rasmia: el gol ganador.
El canterano Cuenca, tras una buena conducción, remató de rosca potente desde fuera del área al larguero. El rechace le cayó a Moya en el punto de penalti y, a la primera, empalmó raso y potente a la red de Martínez. Era el minuto 79 y las cosas se preparaban para acabar como mandan los cánones del fútbol, o sea, sacando provecho de la superioridad numérica sobre un rival disminuido en el minuto 49. Todo perfecto. A partir de ahí y hasta el final, el Real Zaragoza hizo un sencillo fútbol control. Vuelta y vuelta de lado a lado, con una defensa cartagenera de balonmano alrededor de su área. Solo un disparo de Grau en el minuto 93, tras un robo de balón en la medular, rompió el sosiego. Martínez evitó el 1-3 en una gran parada abajo, cuando la pelota iba dentro rasa, pegada al palo derecho.
El final del ensayo dejó nuevamente un paladar dulce. Se crece mucho más a gusto cuando los marcadores son favorables. Y este Zaragoza aún sin consumar, ciertamente está teniendo buen tino en las cuestiones fundamentales de cada partido. Mucho mejor así. Son tiempos en que se necesita justamente esto. Ganar y sonreir
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