Y no cabe quejarse demasiado, porque el fútbol tenía esta velada en Zaragoza ese aderezo sentimental, bonito, del adiós del capitán Zapater al equipo de su vida. Esto casi excusaba todo lo demás. En verdad, lo hacía. Qué más daba el partido. Alberto pidió a sus colegas en el corro del conjuro que pusieran intensidad, que se notara la casta. Pero a los neofutbolistas les cuesta entender determinadas claves, más vinculadas con el romanticismo y la esencia, asuntos cuasi perdidos en este sector del deporte rey. Más de la mitad de los 22 que había sobre el césped de La Romareda tenían su cabeza en el futuro que les aguarda, en otros lugares, en otros clubes, con otras camisetas. Y así es complicado.
En el área zaragocista, Cristian Álvarez, capitán heredero, ni se manchó la ropa. Solo un córner cabeceado por Sergio González en el 42 llevó riesgo para el portal local, pero se marchó fuera por un metro. Antes, Zapater trató de despedirse de su templo con un gol. Remató de cabeza una falta lateral botada por Bebé en el 38 pero se le marchó muy alto el punto de mira. Lo que sí se llevará para siempre Alberto es una tarjeta amarilla en su último día en el estadio municipal, por una entrada a destiempo en medio campo. Cosa de las emociones de un día singular para él y los suyos (suyos, que son muchos miles).
Se llegó al intermedio, sin tiempo de aumento, que no hacía falta, sin goles y sin jugadas rápidas, venenosas o intencionadas de verdad. Lo que ocurrió fueron ramalazos puntuales del Real Zaragoza, exigido por su gente, que llenó en gran medida los graderíos para mandar a archivar esta triste liga 22-23, la enésima del mismo tenor en la última década. Pero no una desembocadura natural de un plan de juego bien desarrollado. En esta noche de vips en el palco, los amigos de Zapater de casi 20 años de élite, la calidad estaba vestida de calle, con canas y calvas, a partir de la fila 20 del segundo anfiteatro. Ahí sí había quilates de fútbol a toneladas.
Resumen del partido
Los entrenadores, Escribá y Ramis (que también dijo adiós aquí a su tiempo en la isla), no cambiaron protagonistas en el descanso. Todo correcto. Y vuelta a empezar, a por los últimos 45 minutos de estos casi 10 meses de competición inacabable. Cuando apenas se llevaban 4 minutos de la reanudación, el guardameta Soriano le regaló el 1-0 al Real Zaragoza en una de las acciones más grotesca del año que concluye. Iba a pasarle el balón a un central con el pie, telegrafió cuándo y dónde, y Mollejo, que le presionó, uso la pierna tensa para que la pelota le rebotase y se fuera adentro. Gol de charlotada. De partido de solteros contra casados. De esos que, de haber habido algo en juego o con afección a terceros, hubiera generado un río de polémica inevitable.
Gol del Real Zaragoza
El partido se revolucionó ligeramente. El Tenerife quiso espabilar, por orgullo torero. Dauda tuvo un par de llegadas al área blanquilla con cierta intención, pero sin remate final. En el 55, en otro ataque zaragocista llevado por Nieto, su centro fue rematado al palo por Azón tras controlar en el área. Con la afición efervescente, Bebé dijo ‘esta es la mía’ y escenificó un par de series de regates en carrera, de requiebros, engaños y recortes de matriz taurina a los defensores insulares que levantaron a muchos de los asientos. Es bueno el lisboeta. Y listo. Sabe cuándo toca ganarse a los del tendido 7.
En una de esas carreras zigzagueantes de Bebé, su centro al primer palo en el minuto 59 lo cazó con la testa Azón pero no pudo darle dirección adecuada y se le marchó fuera por un palmo. De nuevo el canterano erró el gol de la sentencia. Zapater se vino arriba varios metros, empezó a pisar el área. Buscaba un adiós redondo, con gol. Tuvo un par de opciones, sus compañeros lo buscaban en el área, pero los defensores tinerfeños no estaban por la labor, claro.
En los últimos 20 minutos la tensión competitiva tuvo una notable caída de vatios. Hubo sustituciones, parones varios (Jair se fue lesionado). Y en esa dejadez última, el peor parado, como siempre en el último trienio, fue el Real Zaragoza. El rigor de las desdichas. Había tenido ocasiones para ir ganando 2-0 o 3-0 sin que a nadie le extrañase y, sin embargo, en el minuto 87 se le escapó el triunfo. Un pase a las espaldas de los centrales, Lluís López que marcó a Dauda con la mirada, lo dejó ir, le permitió armar el disparo en el área y, claro, el rival atinó con la escuadra del primer palo para marcar un golazo, el 1-1 definitivo. Una vez tiró el Tenerife a puerta y fue gol. Los defensas están para esto. Para evitarlo, se entiende.
Así que el final de la temporada, tras la emoción de la última sustitución, la de Zapater por Alarcón en el minuto 92 para su última ovación sobre el césped vestido de corto, llegó con un nuevo empate. Empacho de igualadas un año más. Síntoma siempre de cierta incapacidad e insolvencia para ganar, que es lo que cubica en esta división. El Real Zaragoza duerme este viernes en el puesto 12º, lo más alto que podrá quedar. Pero faltan por jugar todos los demás. Y se puede ir al 18º lugar. Depende de la mezcla de marcadores que se den. Lo mejor, que este nuevo calvario se ha terminado. Empieza una nueva etapa, ojalá que una nueva era. Adiós para siempre, liga 22-23. Otra para la colección del bostezo y del sentimiento impropio, fuera de sitio, de algo tan grande como el zaragocismo.
Ficha Técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Larrazabal (Gámez, 88), Lluís López, Jair (Francés, 75), Nieto; Zapater (Alarcón, 92), Francho; Vada (Eugeni, 75), Bebé; Mollejo (Puche, 75) y Azón.
CD Tenerife: Soriano; Mellot, León, Sergio González, Nacho; Corredera, Larrea (José Ángel, 60); Teto (Elady, 60), Dauda (Salas, 89), Waldo Rubio (Alassan, 74); y Garcés (Selma, 74).
Árbitro: Fuentes Molina (Comité Valenciano). Amonestó a Zapater (22), Corredera (38) y Sergio González (90).
Goles: 1-0, min. 49: Mollejo. 1-1, min. 87: Dauda.
Incidencias: Noche agradable en Zaragoza meteorológicamente, con 24 grados tras un día nublado y con lluvia débil de tormenta en diversas fases. El césped de La Romareda presentó un buen aspecto. Asistieron a las gradas alrededor de 25.000 espectadores.
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