Esa ciencia insondable que es el fútbol hizo que el equipo zaragocista, en la última jugada de la primera parte, en el segundo de los dos minutos de aumento que dio el árbitro, marcase el primer gol del partido y se fuese al descanso con la magnífica ventaja de 0-1 después de haber padecido un acoso constante de los eibarreses durante la media hora que fue del 15 al 45. Siete ocasiones claras tuvieron los azulgranas, sin encontrar la red en ningún caso o topándose con Cristian Álvarez en estado de gracia. El Real Zaragoza, cuando Jair empujó desde el suelo el gol postrero, solo había generado una aproximación de peligro en 47 minutos, una penetración de Simeone en el 5 que, tras llegar hasta el palo izquierdo de Zidane, no concluyó bien en su pase de la muerte. Ni siquiera hubo disparo a puerta que anotar. Pero esto del fútbol solo se cotiza, en una competición, por el número de goles que se anotan. En Zaragoza no hace falta que nadie venga a explicar este adagio.
El primer cuarto de hora fue la única fase en la que el equipo de Escribá miró de tú a tú al líder Eibar. Los locales empezaron nerviosos, en plena racha negativa que les está poniendo el ascenso en cuarentena cuando hace un mes parecían lanzados. Aun así, Javi Muñoz empezó el repertorio de oportunidades claras en el minuto 4, entrando a la espalda de Nieto y Jair y lanzando, solo en el área, alto por muy poco. Y Matheus Pereira tuvo el tanto local en el 9, pero su disparo franco desde la corona del área tocó en un defensor zaragocista y se fue a córner por un metro. En este tramo, Grau y Francho aún gobernaban algo la pelota, pero después se perdieron en la jungla de rivales locales y ahí estuvo la clave del dominio total del Eibar.
Y en ese escenario, cuando el zaragocismo ponderaba que el 0-0 era un fenomenal marcador para irse al refrigerio, llegó el tanto de los avispas. Jair lo marcó caído en el suelo, en una melé en la segunda de un córner provocado por una subida de Gámez. El padre de la joya fue Bebé. Que quebró a Arbilla en una baldosa y se metió hasta el palo, remató con dureza buscando que Zidane no sutejara su chut y se provocara lo que llegó: el lío, el descontrol de la zaga local. Se pidió fuera de juego en la recepción de la pelota por parte de Bebé tras el saque de esquina inicial. Lo miró el VAR durante casi dos minutos de incertidumbre. Muy ajustado fue todo, pero al final la posición del lisboeta era buena y la alegría del equipo aragonés se desbordó. No era justo el 0-1 visto el juego… pero el fútbol no entiende de justicias por meritajes. Goles. Esto son goles. Bastante ha sufrido esta tesis el Real Zaragoza últimamente como para centrarse en este tipo de detalles. En el descanso, los de Escribá habían atinado en su único disparo entre palos, raro pero rentable, y los vascos habían fallado como las escopetas de feria. Y no se hable más. Esto ocurrió.
El Eibar salió volcado, como era lógico. Pero con esa sensación de ir con el corazón más que con la cabeza. La primera acción de peligro fue un paradigma de esto: Javi Muñoz hizo una incursión directa al área pequeña en el minuto 54 sin que nadie le taponase, parecía que llegaba el 1-1, pero el medio centro azulgrana no se decidió a disparar nunca, ante la desesperación de su hinchada y el alivio zaragocista. Tamaña oportunidad para igualar el duelo se fue al limbo. Y la acción se repitió en el 59, poco después, con Corpas en la conducción del balón solo ante Cristian Álvarez, pues la defensa avispa se manifestó blanda y vulnerable por el centro en estos ataques. El punta eibarrés definió fatal, cuando tenía todo a su favor. Los nervios en las filas vascas empezaron a ser histerias .
El Real Zaragoza se había acostumbrado a sufrir desde el minuto 15 de partido y pareció acometer la tarea de aguantar el chaparrón de llegadas al área del Eibar con absoluta naturalidad. Además, como cada vez que se cantaba el gol el resultado de la jugada era un error último del rematador, el ánimo de los avispas fue creciendo exponencialmente. En el 63, Bautista se revolvió tras un control en el punto de penalti y su remate a la media vuelta, por alto, rozó el poste izquierdo por fuera. Los hados eran zaragocistas en esta noche de viernes a pie del monte Arrate. Tanto que en el 64, el recién entrado Vadillo acabó expulsado con roja directa. Entró violentamente a Simeone, siempre foco de las iras por impotencia de los rivales. Caparrós Hernández no se enteró, solo le mostró la amarilla. Pero Ocón Arráiz en el VAR le advirtió de la gravedad del lance y tuvo que rectificar.
Pero una pifia monumental de Gámez y Bermejo en el lateral del área, al dejar suelo un balón que era suyo, de cualquiera de los dos, y regalarle al recién incorporado Ríos Reina el centro, acabó con un gol de Tejero que derrumbó un triunfo que empezaba a tomar cuerpo. Retornaron los demonios de no saber jugar con un hombre más que el de enfrente. En el 77, el Eibar lograba el 1-1 cuando estaba al borde del K.O. Y, ciertamente, pudo ser peor. Porque en el 84, el árbitro pitó penalti a favor del Eibar en un forcejeo entre Bermejo y Arana, uno de los cambios de Garitano en busca del milagro final. Tras larga deliberación, el VAR (Ocón Arráiz) volvió a aliviar los males zaragocistas provenientes de Caparrós y anuló la pena máxima ante el escándalo en la grada.
Escribá había tardado 78 minutos en mover el banquillo. Y en esta fase de alocamiento generalizado los hizo todos. Cambió a los cuatro de punta y a un desdibujado Grau. Más por romper el ritmo del el renacido Eibar que por otra cosa. Puche y Nieto tuvieron el 1-2 en el 88 y el 89, pero no embocaron la portería en sus remates claros. Y el fútbol se transformó en ese alboroto, desmadre táctico incluso, en el que devienen los partidos del fútbol moderno de las 10 sustituciones. Todo manga por hombro en el tiempo de aumento, que fueron 8 minutos… de nada. Bueno, sí, de futbolistas atacados en los locales y de jugadores decepcionados en el Zaragoza, que vieron cómo se les escapaba al final una victoria que, en un día raro, llevaba consolidándose desde casi dos horas antes.
Ficha Técnica
SD Eibar: Luca Zidane; Sergio Álvarez (Tejero, 46), Berrocal (Ríos Reina, 76), Venancio, Arbilla; Javi Muñoz, Matheus Pereira; Corpas (Nolaskoain, 81), Rahmani (Vadillo, 46); Stoichkov y Bautista (Arana, 76).
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Gámez, Lluís López, Jair, Nieto; Grau (Zapater, 78), Francho; Bermejo (Larrazabal 89), Bebé (Vada, 78); Simeone (Puche, 87) y Azón (Gueye, 78).
Árbitro: Caparrós Hernández (Comité Valenciano). Expulsó a Vadillo por juego violento sobre Simeone (66). Amonestó a Gámez (32), Stoichkov (45+2), Berrocal (56), Arbilla (67), Lluís López (67) y Puche (98).
Goles: 0-1, min. 45+2: Jair. 1-1, min. 77: Tejero.
Incidencias: Noche muy agradable en Éibar, con 20 grados a la hora del comienzo del duelo (21.00). El césped del estadio de Ipurúa presentó un magnífico estado. En las gradas hubo una gran entrada, con alrededor de 6.300 espectadores sobre su pequeño aforo de 8.164 butacas, con alrededor de 200 zaragocistas desplazados a la localidad del interior de Guipúzcoa.
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