Y seguimos para bingo. La cuesta abajo del Real Zaragoza no hay quien la pare, salvo que alguien decida tirar de arenero, de desvío súbito a un carril de grava o de un rezo con devoción a la advocación que así tenga a bien. En Tenerife, en un duelo de desesperados y apurados equipos, los canarios fueron mejores y ganaron 1-0 sin hacer nada del otro mundo. No les hizo falta porque este Zaragoza no lo requiere, es muy poca cosa, casi nada.
Qué terrible sensación, qué pavor causa al zaragocismo la observancia de los partidos de su equipo. El primer tiempo fue una pesadilla. Un sueño horroroso, de los de sudar y dar vueltas hasta caerse uno de la cama. En una noche exigente, donde a Baraja y a sus muchachos el presente les pedía, por enésima vez desde septiembre, emitir algún detalle luminoso que pudiera cambiar los diagnósticos peores sobre su juego y solvencia emanados hasta ahora, la respuesta fue la opuesta. Nada de nada en la elaboración de fútbol. Y, como añadido, una blandura defensiva a balón parado que fue el germen de un gol desgraciado en el minuto 14, de Cristian Álvarez en propia puerta, tras un paradón inicial ante Fran Sol en un córner pésimamente defendido por una zaga de escasa talla física, que acabó dentro una vez el VAR lo revisó durante más de 2 minutos de incertidumbre.
Y eso que, quien solo pudiera ver los 3 primeros minutos del choque por cualquier causa mayor, se llevó una predicción tan falsa como una moneda de 6 euros. En ese inicio ficticio, Gabriel Fernández recogió un balón largo en el área canaria en el minuto 2 y, tras galopar unos pasos, disparó cruzado a donde estaba el portero Ortolá, que detuvo abajo. Y en la siguiente jugada, Zanimacchia encaró en la frontal del área con todo a favor para anotar, no tuvo rapidez de decisión y, cuando chutó con la zurda fue taponado por Wilson, mucho más veloz de reflejos al cruce. Ahí se acabó el Real Zaragoza. Otros días, los chicos de Baraja aún aguantan un cuarto de hora o 20 minutos con ciertas inquietudes futbolísticas. Esta vez, la inspiración duró menos que las viejas canciones de verano, que no debían sobrepasar los 3 minutos para poder ser radiadas.
Igbekeme y Ros, la dupla creativa en la medular, enseguida empezó a dar muestras de que su noche venía cruzada, sobre todo la del nigeriano. Todo balón iba hacia atrás, hacia los centrales. Ni un solo riesgo para rebasar líneas. Jamás. Así es imposible jugar al fútbol. Es más, no tienen ningún sentido ni ninguna posibilidad de acabar con éxito ningún partido. El Tenerife sacó oro de esa ineficacia durante los minutos suficientes como para adelantarse en el marcador. Avisó Zarfino, en el minuto 6, cabeceando en parábola al larguero un centro de Suso Santana. Y el 1-0 llegó enseguida, en el 14, y fue desgraciado, también por vía aérea. Tan desgraciado como suele acontecerles a los equipos que huelen a incienso e hisopo con agua bendita. Cristian se lo metió sin querer, con el pie derecho, tras haber detenido un cabezazo a quemarropa de Fran Sol que el argentino había detenido justo sobre la raya. La pelota entró lo justo, según confirmó el VAR. El problema de este gol fue el origen, un córner que se tocó de cabeza dos veces en el área aragonesa por parte de los rematadores locales. Todo el mundo solo. Sin marcas fuertes. Sin estatura.
De ahí al descanso, media hora de bazofia. El Tenerife no está para echar cohetes tampoco. Empezó el partido igual que el Zaragoza, con 10 puntos. Su entrenador, Fran Fernández, se jugaba el puesto por ineficacia manifiesta hasta ahora. Con el 1-0 tempranero, respiraron aire puro. Y se dejaron ir. En un batiburrillo de idas y venidas entre las áreas, siempre sin pisarlas, el Tenerife aún sacó un disparo lejano de Fran Sol que Cristian Álvarez rechazó con los dos puños por seguridad, en el minuto 22. El Zaragoza, por el contrario, fue una máquina de perder balones, de dar toques inertes en la zona de nadie, de intentar desplazamientos que se iban fuera de banda o directamente al contrario. Una desesperación, por impotencia, ver este espectáculo con cierta pasión.
Bermejo y Zanimacchia, en especial éste, fueron dos elementos sin uso por parte del Real Zaragoza. Dos postes. Arriba, Gabriel Fernández, salvo su fuego artificial del inicio, anduvo desaparecido. Y Narváez, otros días único flotador del equipo en ataque, no tocó más allá de una docena de balones antes del intermedio. Aislado como Robinson Crusoe. Invisible. Los laterales, Tejero y Chavarría, rayaron a un nivel deficiente, al hilo del resto. Sin ofrecer soluciones entre la quietud. Pavoroso el global del juego, el sistema táctico, la puesta en escena de un equipo, el zaragocista, que no da la talla mínima que exige la categoría de plata. Lo suyo es un metal menor, una aleación tipo hojalata. Peligro serio, extremo riesgo de muerte. Es preciso que alguien lo vea ya.
El gol del Cristian Álvarez, en vídeo
En el descanso, el desorientado (pero apuntalado) Baraja se inventó el cambio de Iván Azón (juvenil) por Gabriel Fernández en la zona delantera. También permutó a los insustanciales Zanimacchia por Larrazabal, tanto monta, monta tanto, el vasco que el italiano. No se obtuvo nada positivo de estas propuestas del entrenador blanquillo. Es más, el árbitro evitó con su decisión que el 2-0, anotado en la primera jugada de la reanudación por Vada a placer, tras centro desde el fondo de Moore ante la inconsistencia defensiva de Chavarría a sus espaldas, subiera al tanteador y rematara al moribundo Zaragoza. Muñiz Ruiz vio falta antes del centro y lo anuló, dejando con vida a los aragoneses. En el 61, entre la inoperancia de los de Baraja, de nuevo el argentino Vada se quedo a un centímetro de superar a Álvarez, pero el guardameta le sacó su derechazo a una mano cuando el balón se iba a la escuadra. Los canarios no necesitaban de mucho para ser mejores, a años luz, de un Zaragoza sin rostro ni carácter. Fantasmagórico. No se concibe que, jugándote tanto, la vida futura, no haya una reacción más visible y consistente.La primera llegada en más de una hora de juego al área chicharrera fue en un balón largo en el minuto 65 que el chaval Azón remató mal, con la rodilla, sin poder causar el peligro que, en condiciones normales, habría provocado. Demasiado poca pólvora para lo que el Real Zaragoza necesita con urgencia. De repente, se apreciaba a un equipo que tiene en danza su futuro como entidad jugándose los cuartos en Tenerife con adolescentes como Francés (nervioso atrás), Francho (que entró por Igbekeme) o el citado Azón. Algo no está bien programado en el área deportiva si esto es así en noviembre. Al desembarco de Normandía no se mandaron niños. Aquello fue asunto mayor. Como lo que tiene entre manos ahora mismo el Real Zaragoza.
En los últimos 15 minutos, a base de balones volcados por Chavarría y Bermejo -de vez en cuando- el Zaragoza pisó el área con más asiduidad, pero sin clarividencia ni remate. Un par de melés, por los nervios que tenía el atacado Tenerife, un equipo ramplón a más no poder, llevaron los nervios a Ortolá y sus colegas de zaga blanquiazul. Pero nadie logró enganchar una culminación de ataque potable. Todo fue al tuntún, con perfil de Regional Preferente. Solo cabía apelar, como el último día ante el Girona, al milagro postrero, a la épica de lo improbable o… imposible. Narváez, cojo desde un retorcijón de tobillo al inicio de la segunda parte, seguía sin asomar. Y, mientras, Baraja nunca pensó en poner en juego a Vuckic, el internacional esloveno, por segundo día consecutivo. Antes, un juvenil. El hecho describe con crudeza la estructura de la plantilla.
Se alcanzó el final de este pestiño de partido con esa ya asumida percepción de que, si el partido se hubiese pactado hasta las 6 de la madrugada del lunes, el Real Zaragoza no habría marcado un gol ni con los rivales adormecidos con morfina. Así son las cosas, por más que Baraja y sus pocos sostenes traten de marear la perdiz y lean todo esto con edulcorantes, aditivos y conservantes de origen artificial. Pura química. Nada natural. Cristian Álvarez subió a rematar una falta en el 93, mal lanzada sobre el área local. En la contra tinerfeña, sin portero bajo palos en la meta zaragocista, la escena fue cómica. Álvarez retrocedía intentando cortar los pases de los centrocampistas canarios, mientras sus compañeros miraban al cielo. Al final, no hubo gol de chiste, pero la imagen quedó para el recuerdo por ser la última de esta nueva derrota de Baraja y su ‘troupe’.
Cuatro partidos fuera de casa en lo que va de liga y el Real Zaragoza no ha marcado un solo gol. Cero en 370 minutos largos de juego. Tres derrotas. Con muy poco sirve para tumbar a un equipo zombi. Hace 5 partidos, al equipo de Baraja se le estaba poniendo ‘cara de Dépor’, el equipo grande que bajó a Segunda B tras estar cerca de subir a Primera el año anterior. Se advirtió del mal. Ahora ya no solo es la cara. El Real Zaragoza es el doble del Dépor. Cualquier buen doctor en ‘futbología’ lo vería y actuaría en consecuencia.
Ficha Técnica
CD Tenerife: Ortolá; Moore, Wilson, Alberto, Álex Muñoz; Folch, Zarfino; Suso Santana (Jacobo, 62), Vada (Aitor Sanz, 62), Nono (Carlos Ruiz, 85); y Fran Sol (Jorge Padilla, 80).
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Tejero, Francés, Guitián, Chavarría; Igbekeme (Francho, 70), Javi Ros; Bermejo, Zanimacchia (Larrazabal, 46); Gabriel Fernández (Iván Azón, 46) y Narváez.
Árbitro: Muñiz Ruiz (Comité Gallego). Amonestó a Nono (25), Francés (43), Álex Muñoz (45), Vada (49), Folch (66)
Goles: 1-0, min. 14: Cristian Álvarez, en propia puerta.
Incidencias: Noche muy agradable en Santa Cruz, con 20 grados y cielo casi despejado. El césped del Heliodoro Rodríguez presentó un buen estado.
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