Falló el Real Zaragoza el día en el que menos se esperaba y se deseaba. No logra así alcanzar el ras de la 2ª posición en la tabla, que había dejado en bandeja el Almería la noche anterior al perder con el colista, Racing. Los aragoneses empataron 0-0 ante el incómodo y peleón Fuenlabrada en una noche de mal juego, de pocas ideas y, sobre todo, de mala praxis en momentos decisivos. En especial, el que sucedió en el minuto 9, con todo recién comenzado, cuando los blanquillos gozaron de un penalti a favor, otro, el duodécimo del curso, y Luis Suárez lo erró cuando, con sentido común, no debería haberlo lanzado él. No en vano, es el cuarto que echa a perder ya el colombiano en lo que va de torneo.
Fue ahí, con todo tierno todavía, cuando el cuadro zaragocista se disparó un tiro en el pie, cuando era dominador del juego, con los madrileños pertrechados atrás en espera de que el juego empezase a hervir. Lo hizo con ese error repetido que bien se pudo y se debió evitar. Porque Luis Suárez falló el referido penalti, resolución que muchos temieron y vieron confirmada poco después. Una auténtica barbaridad que alguien falle cuatro penaltis en una misma liga, algo sin parangón. Sobre todo cuando hay tanto en juego, un ascenso, la vida. En ausencia de Ros, debió tirarlo otro. Clarísimamente. Fue una mano de Iribas, en un lío al despeje de un córner con su colega Nteka, que el árbitro no dudó en señalar. Suárez agarró la pelota, encaró a Biel Ribas y le chutó a dar. Como ante el Numancia, Las Palmas o Deportivo. No es su disciplina. Y ahí, el Real Zaragoza echó a la basura el preciado detalle de desarmar la trama defensiva que el Fuenlabrada preparaba, como cada día que juegan fuera de casa.
A Suárez el error lo descolocó y estuvo desaparecido todo el primer tiempo y, aunque mejoró algo después, puede decirse que lo abolló para el resto de la velada. El Zaragoza intentaba combinar entre una maraña de jugadores de rojo, siempre en inferioridad en los espacios. Fue un bajonazo tremendo ese yerro en la pena máxima. Puado, que había empezado a la izquierda, se vino al centro, sobre todo cuando Kagawa, la novedad de la noche en la media punta, avisó de que, además de impreciso, estaba lesionado. Soro corría sin un final concreto. El mejor atacante era el lateral Vigaray, mal síntoma. Hubo una fase de desconcierto general, donde el debutante en La Romareda El Yamiq, también a balón parado, desperdició la segunda oportunidad reseñable: un cabezazo en el primer palo en una falta lateral cerrada por Soro, que se le fue alto por poco en el minuto 18.
Y a partir de ahí despertó el aguerrido Fuenlabrada. José Rodríguez y Clavería empezaron a montar contragolpes peligrosos, uno tras otro, unos mejor culminados, otros con sus errores flagrantes arriba del todo. Nteka, entre líneas, fue el gran problema de la zaga local. Nadie lo marcó, nadie lo controló nunca. Ni los centrales, ni los pivotes, Eguaras y Guti que alternaban buenos pases con fallos no forzados. El citado Nteka amenazó por primera vez a Cristian Álvarez en el minuto 24 con una volea en el área a centro de Hugo Fraile que se marchó un metro por encima del larguero. Ya había rival. Peligro. La noche empezó a revirarse con muchos riesgos. Pintaba feo.
Hasta el intermedio, durante una larga y densa media hora, solo los fuenlabreños anduvieron cerca del gol. Hugo Fraile se quedó mano a mano ante Álvarez tras un pase de la pesadilla Nteka y, una vez superado el portero zaragocista, remató al lateral de la red, con escaso ángulo, en el minuto 31. Todo el mundo se acongojó ya en La Romareda. El penalti tempranero echado a la papelera por Luis Suárez estaba en el ambiente. Era un espíritu maligno para todos. El Zaragoza, ya con Blanco en el puesto del lastimado Kagawa, buscaba resquicios atacantes pero no los hallaba. Nieto se vino arriba por su banda. Puado abusaba del individualismo. De Suárez no había noticias. Soro estaba alborotado. Guti disparaba contra los zagueros desde lejos. No había claridad.
El descanso iba a servir para aclarar ideas, casi todo. Víctor necesitaba agitar y centrifugar a sus muchachos, atorados como hacía días. El Fuenlabrada, cada vez más cómodo, se estaba dando cuenta de que el 0-0 podía quedársele corto si apuraba un poco más en ataque. Y con este batiburrillo de guión arrancó la segunda mitad, la decisiva. Un mundo por descubrir. Todo por culpa del penalti fallado que debió tirar otro, no Suárez.
El Real Zaragoza salió con nervios. Se vio en sendas acciones atrás, de Cristian Álvarez y Guti, consecutivas. Temblaban las piernas. Pesaba la responsabilidad. El Fuenlabrada dominó de cabo a rabo el reinicio del duelo. Estaban más tranquilos, mejor plantados en el campo. Más de 10 minutos le costó sintonizar la onda buena a los de Víctor. Soro cabeceó un córner en el 55 y un zaguero, Iribas, sacó en el área chica cuando la pelota encaraba la portería. De nuevo el balón parado era el arma útil de los zaragocistas. Con el balón en juego, poca cosa podían hacer por su falta de tino y por la buena actitud visitante .
Hugo Fraile avisó de su veneno en el minuto 58, con un remate de rosca desde fuera del área que superó el larguero por un metro escaso. El partido era un ir y venir con desenlace indescifrable. El Fuenlabrada empezó a usar el juego por alto, uno de sus fuertes goleadores. El Yamiq fue el primer amonestado por su exceso de celo con Nteka, todo un problema. Los rebotes les caían siempre a los madrileños. El público empezó a ver tinieblas y rompió a animar al ver que el Zaragoza no funcionaba. Ni una sola jugada ligada había cuajado el equipo pasado ya el cuarto de hora de la reanudación. Mal síntoma. Urgía un revulsivo ante un adversario tan pegajoso.
En el 67, Cristian Álvarez evitó el 0-1 en un cabezazo a placer de Prieto tras una falta lejana colgada al área, mal defendida. Su paradón aumentó los apoyos desde la grada. Todo iba a ser poco en la recta final del partido. Un duro partido. Difícil de interpretar y de digerir. Mere, el técnico visitante, aprovechó la lesión de su cerebro, José Rodríguez, para meter en danza otro ariete, el veterano Oriol Riera. Declaración de intenciones cristalina: quería ganar en La Romareda. Cuando peor pintaban las cosas, cuando la saliva no pasaba por la garganta de muchos zaragocistas, Puado anotó el 1-0 que, un minuto más tarde de la celebración, se fue al limbo por mano previa del catalán en la contra con Luis Suárez. Cosas del VAR. Blanco le había asistido en el área para poner en ventaja a los blanquillos, pero Figueroa Vázquez, en la sala VOR, avisó a Ávalos Barrera de la irregularidad y echó por tierra el alivio zaragocista.
Una pena esta circunstancia tecnológica esta vez. Ese tanto era oro molido en una noche obturada. Y, como el inolvidable penalti fallado por Suárez, empezó a revolotear por las
mentes de todos los presentes. Dentro y fuera del césped. Víctor aprovechó el desconcierto natural del momento para retirar a un flojo Eguaras y presentar ante la afición al colombiano Torres. Difícil estreno en casa del nuevo fichaje en el último cuarto de hora del lance. Mientras, Mere seguía poniendo metralla en punta, con Jeisson, su ‘9’. El Zaragoza intentaba hacer algo potable, pero entre las prisas y su día torcido, era un milagro que algo cuajara.
En el minuto 82, Vigaray se encontró con la mejor ocasión del partido, tras una asistencia al hueco de Puado. Solo ante el portero, estrelló su remate en el cuerpo de Biel Ribas, para desesperación general. Los jugadores del Fuenlabrada empezaron a lesionarse a pares. El otro fútbol. Contra esto, el reglamento no ha inventado aún antídoto. Iba a ser difícil jugar en los últimos 5 minutos. Líos, refriegas, tarjetas, follones varios. El Fuenlabrada llevó el partido al terreno fangoso de tantos otros, con la connivencia de un árbitro que le vino grande tal hecho. En el minuto 90, una galopada de Luis Suárez desde campo propio, tras una parada de Álvarez, gestó una ocasión de gol local que se marró por precipitación de todos, Puado, Blanco, el propio colombiano. Las pulsaciones iban a doscientos por segundo.
El técnico aragonés no agotó su tercer cambio, quizá en demostración de que le falta una pieza más de ataque, de banda. Y el partido murió en un frenesí de desvaríos de unos y otros. Con un árbitro desbordado. Con la sensación entre los zaragocistas de que se había ido por el sumidero un partido donde ganar era obligado para auparse a lo más alto con poderío. Volaron dos puntos de esos que hacen daño. Porque los de en frente, el Fuenlabrada, eran un rival previsible, nada sorprendente, al que se debía haber desactivado mucho antes de ese final histérico que no tuvo buen fin esta vez. Toca seguir luchando semana a semana a los de Víctor Fernández. No va a ser un camino de rosas lo que falta. Para muestra, este botón.
Ficha Técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Vigaray, El Yamiq, Guitián, Nieto; Eguaras (Torres, 76), R. Guti; Kagawa (Blanco, 36), Soro; Puado y Luis Suárez.
CF Fuenlabrada: Biel Ribas; Iribas, León (Chico Flores, 86), Prieto, Glauder; José Rodríguez (Oriol Riera, 69), Clavería; Nteka, José Fran, Hugo Fraile; y Caye Quintana (Jeisson, 78).
Árbitro: Ávalos Barrera (Comité Catalán). Amonestó a El Yamiq (59), Blanco (66), José Fran (68), Caye Quintana (75), Soro (88),
Goles: No hubo.
Incidencias: Noche fría en Zaragoza, con 10 grados y algo de neblina. El césped de La Romareda presentó un aspecto excelente. En las gradas hubo alrededor de 26.000 espectadores. Luis Suárez falló su cuarto penalti del curso en el minuto 9.
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