Tragedia en La Romareda. El Real Zaragoza, ciego por completo ante el gol toda la noche pese a su apabullante control del balón, perdió en el minuto 94, con el tiempo ya consumido, ante un pésimo Albacete, que vino a La Romareda a defender el 0-0 y se encontró con un premio al que jamás se hizo acreedor. Hasta un penalti, cuando ya el partido concluía, erró el cuadro aragonés. Fue un mal sueño. Una noche negra, de las que deja secuelas en el ánimo por cómo transcurrió el guión de los acontecimientos.
El primer tiempo fue un monólogo de juego del Real Zaragoza. Dominio absoluto de los aragoneses, en todas las parcelas del campo. Los de Víctor Fernández fueron dueños del medio campo, con Eguaras y Guti al timón. También gobernaron el juego de bandas, con los laterales Vigaray y un gran Lasure como estiletes permanentes en los apoyos ofensivos. Con Kagawa en el papel de enlace de Luis Suárez, más activo que en los últimos partidos. Con calma y poderío en defensa, al corte de cualquier intentona albaceteña (que fueron escasas) mediante la anticipación de Grippo y Guitián. Solo se echó en falta más soltura con la pelota de los interiores Igbekeme y Soro, los más espesos. Pero no hubo apenas ocasiones de gol. El partido discurrió bajo el guión preferido de un poco ambicioso Albacete.
Los zaragocistas lo intentaron de todos los modos. De todas las maneras posibles. Tocando y tocando. Buscando espacios donde los encarnados manchegos apenas dejaban resquicios para las combinaciones. Pero casi nunca lograron culminar las jugadas en cuanto el balón rebasó la línea de tres cuartos. Siempre había un pase malo, un defensa visitante atento, una precipitación a destiempo. Los de Ramis, el entrenador albacetense, jugaron claramente a guardar su portal a cero y a verlas venir. Sin rubor. Sin problemas de conciencia. Es lo suyo este año. Los resultados fuera de su estadio les dan argumentos para hacerlo así. Les suele ir bien a menudo.
Después de un primer cuarto de hora sin historia, con un disparo al poste de Kagawa al inicio del choque que estaba anulado por claro fuera de juego del japonés, curiosamente, el primer disparo del partido fue del Albacete, en el minuto 17. Fue en un avance de Susaeta desde la medular que concluyó con un chut alto, malo, desde muy fuera del área. Sería, de hecho, el único que harían los herederos del Queso Mecánico. Un paupérrimo bagaje que define su estrategia. Esa acción sirvió de acicate para los zaragocistas, que salieron de la oscuridad con una jugada que rozó el 1-0 en botas de Eguaras, al rematar en carrera un pase atrás de Vigaray. El tiro del navarro lo sacó bajo palos el portero Nadal con un paradón a una mano. Ahí nació la esperanza blanquilla de hallar un agujero alguna vez por el que decantar su mando en renta fija.
En el 22 hubo un posible penalti a Luis Suárez que el VAR revisó durante un minuto largo. El colombiano se disponía a rematar un pase al espacio de Kagawa cuando pareció ser trabado por detrás por Karim Azamoum, el mediocampista adaptado a central por Ramis ante las bajas masivas en esa zona del campo (no estaban ni Caro, ni Gorosito ni Kecojevic). Se podía pitar la pena máxima, pero los árbitros hilaron fino y dijeron que no ante la bronca del público, que esperaba lo contrario. Y hasta el minuto 41 no se pudo escriturar la siguiente y última ocasión clara de los zaragocistas, en un disparo erróneo de Guti a pase raso de Igbekeme al borde del área. No tuvo poso el canterano, que bien pudo incluso penetrar hasta bien dentro del área.
Como ya es nociva costumbre, los blanquillos desaprovecharon infinidad de saques de esquina y de faltas laterales. No hay manera de hilvanar un solo remate a puerta en estas lides de estrategia. Un déficit tremendo que no se cura y hace daño. El descanso llegó en medio de la incertidumbre propia de un partido tan trabado y complicado de desactivar. La noche iba a ser larga, se presumía.
Víctor no hizo cambios nominales en el intermedio y el segundo tiempo empezó a pecho descubierto, a por todas, con el reloj ya corriendo más deprisa subliminalmente. El Real Zaragoza arrancó menos lúcido que al inicio del partido. Obturado en su visión de juego. Con los laterales parados. Con Eguaras torpe. Con Guti y Soro apagados. Con Igbekeme ido por completo, tanto que fue suplido enseguida por Blanco. El primer cuarto de hora fue inerte por completo. Un querer y no poder, sin suministro a Suárez y Kagawa en punta. Hasta los centrales, Grippo y Guitián, atrás, daban muestras de algún nerviosismo. El Albacete sufría menos que nunca. Urgía un revitalizante.
Y de esa calma chicha, surgió la gran ocasión zaragocista, pintiparada, gracias a una cesión atrás suicida de Álvaro Jiménez en el minuto 64 que recogió Kagawa para quedarse solo ante el portero Nadal. Pero el remate del nipón se fue al poste y recorrió la línea de gol sin entrar dentro. Kagawa volvió a recuperar ese balón y centró a bocajarro sobre Blanco, pero el valenciano no encontró la pelota, que simplemente era empujarla dentro. Ahí estuvo el golpe de timòn, que el Zaragoza desaprovechó lamentablemente. El equipo aragonés despertó con este casi gol y, enseguida, generó la segunda gran ocasión para abrir el tanteador. Fue otro mano a mano, en el 70, de Blanco a pase de Luis Suárez, que había robado el balón en la medular a Karim. El joven extremo controló mal, se escoró más de la cuenta y su disparo final se estrelló en la salida de Nadal. Otro yerro incomprensible en una acción nítida para marcar. La noche estaba torcida.
Víctor metió en juego a Linares en vez de Kagawa a falta de 20 minutos. Otra bala de plata en pos del gol del triunfo que diera lustre a tanto dominio estéril. Los córneres y las faltas seguían siendo inútiles para los zaragocistas, y eso que Guitián cabeceó uno, por fin, en el minuto 77, pero se encontró con Nadal para rechazarlo en el centro de la portería. Pombo fue el tercer cambio, en vez del deslavazado Soro. Ya no quedaba más metralla por usar. Simultáneamente, Grippo se dolió fuertemente del costado y amagó con dejar el partido. Algo que se repitió al poco. Corría el riesgo el Zaragoza de acabar con 10 hombres sobre el campo en su afán atacante ante un rival que no pasaba a penas de medio campo.
Linares, ya a la desesperada, remató desde fuera del área en el minuto 84, flojo, y detuvo Nadal sin problemas. Y dos minutos después llegó la jugada clave de la noche. El penalti fallado por Eguaras, rechace incluido a quemarropa del portero Nadal. Porque, en efecto, el Real Zaragoza falló un penalti en el 88, cometido sobre Blanco en una zancadilla clara de Fran García. Esta vez no lo tiró Luis Suárez, que venía de fallar los dos anteriores. Lo ejecutó Eguaras, al que puso nervioso Pedro con la colocación del balón. Lo lanzó mal, al centro, lo paró sin atrapar Nadal y el navarro volvió a errar el balón franco bajo palos.
Increíble, pero cierto. No hubo manera de marcar ni así. Y no fue la última ocasión nítida del Zaragoza antes de la emboscada del destino. Luis Suárez, ya en el 92, en tiempo de aumento, se quedó solo delante del guardameta manchego otra vez más, pero no atinó con el golpeo y se le marchó fuera, al lateral de la red.
Todo estaba encaminado al 0-0. Era obvio… menos para los duendes del fútbol, maldito juego a veces. El Albacete, rácano, feo de ver, insustancial en su propuesta, acabaría ganando en su único disparo a portería en toda la noche y, además, en semifallo de Eddy Silvestre, el autor de el gol más injusto de la historia reciente del zaragocismo. Cierto es que, poco antes, el recién salido Acuña había cabeceado con cierta intención un centro de Pedro, con parada segura de Ratón. Pero, en realidad, el único remate con veneno de los albaceteños fue el del minuto 94, tras un balón perdido en el área local en una acción aislada. Y el balón se fue llorando dentro. Era el 0-1. Para pellizcarse y no sentir nada. Alucinante. Terrible para el Real Zaragoza.
De lo que se presumía una fiesta y un alivio poco antes con el penalti que tuvo Eguaras en su bota derecha, la fría noche acabó en tragedia. En penosa derrota inmerecida. En una lacerante pesadilla de la que el peor equipo que ha pasado por La Romareda en lo que va de liga acabó llevándose los 3 puntos. Así es esta historia del balompié, que consiste en marcar goles. En nada más. Hay que dejarse de sistemas, de posesiones, de intenciones y de ocasiones. Goles. Hacen falta goles. Y para ello, goleadores. Jugadores que vean puerta. Que no se alboroten cuando llegan cerca de la portería. Lo vio Víctor Fernández en agosto, cuando pidió delanteros y solicitó a todos los centrocampistas y demás miembros de la plantilla que aportaran goles. Ahí esta el núcleo de esta molécula. Este partido queda, para los restos, como paradigma de lo que es un partido de dominio absoluto sin obtener un solo tanto, con un adversario encerrado atrás todo el tiempo que, sin saber cómo, acaba ganando la contienda.
El Real Zaragoza, por supuesto, se cae por primera vez de los puestos nobles de la tabla. El varapalo, por el marcador y por el modo de producirse, es de los que hacen daño.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Ratón; Vigaray, Grippo, Guitián, Lasure; Eguaras, R. Guti, Igbekeme (Blanco, 58); Soro (Pombo, 78), Kagawa (Linares, 71); y Luis Suárez.
Albacete Balompié: Nadal; Benito, Arroyo, Karim Azamoum, Fran García; Eddy Silvestre, Capezzi; Pedro, Álvaro Jiménez (Ojeda, 72), Susaeta (Olabe, 80); y Zozulia (Acuña, 89).
Árbitro: Ais Reig (Comité Valenciano). Amonestó a Karim Azamoum (25), Guitián (32) y Capezzi (66).
Goles: 0-1, min. 94: Eddy Silvestre.
Incidencias: Noche muy fría en Zaragoza, con 7 grados. El césped de La Romareda presentó un buen aspecto. En las gradas hubo alrededor de 21.000 espectadores.
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