El Real Zaragoza puntuó en Almería, campo de alto rango este año en Segunda División, en un día lleno de bajas y adversidades en su alineación, pues acudía a Andalucía sin el portero Cristian Álvarez y sin el goleador Luis Suárez, entre otras bajas relevantes. El equipo de Víctor Fernández tuvo que remontar un gol local y, sobre todo, un largo tramo de partido sin juego ágil y sin profundidad en ataque. El dato más curioso del duelo fue que el tanto del empate lo marcó Miguel Linares, el delantero con el que el técnico no viene contando apenas desde el inicio de la temporada y que, también en Almería, empezó en el banquillo.
El primer tiempo fue de fútbol de baja estofa por parte de ambos equipos. Eso sí, quien más propuso, dentro de ese nivel de escasez suprema, fue siempre el Almería. Los jugadores del Real Zaragoza siempre mostraron un carácter conservador, sin afán incisivo en punta, con mucho balón atrasado y demasiadas jugadas de nula imaginación en busca de los puntas postizos que, ante la baja de Luis Suárez (por sanción), propuso Víctor Fernández: Pombo arriba del todo, escoltado por Soro y Kagawa. Por eso, todo parecía estar encaminado al 0-0 cuando el árbitro, Ávalos, ordenase el descanso. Pero el fútbol castigó la racanería zaragocista con el 1-0 cuando el segundero ya estaba en el minuto 45. Sabido es que, cuando se sale a empatar, y así lo pareció en infinidad de momentos y jugadas por parte aragonesa, siempre se acaba perdiendo.
El primer periodo se resume en ese gol postrero, del uruguayo Darwin Núñez, de cabeza a la salida de una falta lateral pésimamente defendida por la zaga avispa (de respeto vistió el Real Zaragoza). Antes, los de Víctor apenas pisaron el área andaluza con algo de intención en los tres cuarto de horas plúmbeos que, en una tarde de viento huracanado de Levante, supusieron la mitad inicial de un partido feo a más no poder. Un aburrimiento constante. Y, en la otra portería, la del novedoso Ratón, los locales marraron dos goles claros en acciones aisladas, una en un remate del croata Coric en el minuto 15 al que respondió el portero zaragocista con una gran parada bajo palos, y otra en un mano a mano de Darwin Núñez, solo desde medio campo ante una defensa diésel en el repliegue, que acabó en el minuto 18 con un remate erróneo del charrúa, fuera por mucho.
Escaso bagaje de unos y otros en el sitio de los goles. La gente bostezó con ganas y necesidad. Era hora de siesta y digestión y el día otoñal animaba a la cabezada. El Almería había salido con ganas, forzado por su rol de local en el día de estreno de entrenador, el exmerengue Guti. Aguza marró un primer remate en el minuto 4. Los ataques locales se perdían en despejes a córner de un atribulado Vigaray, tras un mes de baja; de un nervioso Clemente; de un aturullado Guitián… Se palpaba cierta inseguridad, con Ratón algo alterado en el juego de pies. Los centros al área de los laterales, Balliu y Silva, nunca llegaron a su destino con corrección. Y, del minuto 18 al 40, un enorme tramo de partido, los almerienses se contagiaron de la falta de combatividad zaragocista y el duelo se convirtió en un peñazo monumental.
En el lado ofensivo, Pombo hizo dos tiritos en el primer tramo del partido, lejanos, en carrera, sin fuelle. Delantero centro readapatado, al aragonés se le vio siempre fuera de lugar, como no creyéndose su papel nunca. Su acompañante, Soro, también ensayó un disparo igualmente lejano en el minuto 16, como si diera pereza penetrar más cerca del área, pero la portería no le entró en el punto de mira. Eran síntomas de falta de pólvora alarmantes. No hubo más jugadas reseñables. Un vacío tremendo en punta. En los córners, como siempre, nada de veneno. Tampoco en algún centro largo de Nieto, esporádico. Daba la impresión de que más allá de sujetar el 0-0 inicial, las opciones de puntuar eran muy escasas para los zaragocistas. Por eso, cuando en el 45 llegó el 1-0, el suelo se le resquebrajó a Víctor Fernández.
No hizo cambios Fernández en el descanso. El segundo tiempo empezó con susto monumental por culpa de una salida de portería de Ratón llena de lentitud y dudas, que permitió llegar a Corpas antes que él a la pelota en profundidad y estuvo en un tris de originar el 2-0. El pase atrás a Coric acabó con un chut de este a portería desguarnecida que golpeó en un defensor zaragocista y disolvió el gol que se cantaba en el minuto 2 de la reanudación. Hubiese sido lacerante encajar enseguida el gol de la puntilla tras estar aún tierno el dañino 1-0 justo en puertas del intermedio, con el bajonazo que siempre provoca eso.
En el minuto 51, por fin, llegó la primera gran oportunidad del Real Zaragoza ante René. La firmó Kagawa, mano a mano tras pase al espacio de Pombo. El japonés elevó el balón sobre la salida del portero local, pero ya no pudo remachar de segundas pues el balón se le descontroló demasiado y no lo alcanzó en el desborde final. Ahí se pensó que había vida en los zaragocistas. Al menos, alguien era capaz de acercarse al gol. Y tiempo, quedaba. El problema fue que, en los minutos consiguientes, los errores individuales, de índole técnica, de los Guti, Igbekeme, Guitián atrás... establecieron una imagen de incapacidad del cuadro avispa que no auguraba el empate ni en sueños. En frente, el Almería se movía tranquilo, sin forzar la máquina y viviendo de la renta y de los fallos del rival avispa.
A falta de media hora, Víctor Fernández metió en juego al único punta nato que había útil en Almería: Linares. Un reto para el de Fuentes de Ebro demostrar que no es de rigor su papel secundario, casi residual, en esta temporada. Al poco de estar en el campo, en el minuto 62, el ‘7’ zaragocista remató desde la corona del área, con sentido, pero el balón se le marchó alto por poco. Era el aviso de la singular circunstancia que se daría dos minutos después: Linares, sí, Linares, marcó el 1-1 tras un pase al hueco por alto de Raúl Guti, en una excelente acción del mediocampista, que el ariete remató con la zurda por bajo. Era el gol de su reivindicación. El gol de un jugador que vive una campaña de difícil asunción. De la nada, el Real Zaragoza había devuelto el castigo a un Almería excesivamente indolente con el 1-0, actitud que los andaluces pagaron caro ahí, en esa jugada del celebrado gol de Linares.
Víctor introdujo a Papunashvili por Pombo, en busca de frescura. El Almería estaba tocado en su ánimo y quedaban 20 minutos para buscar un volteo en el marcador que, poco antes, era impensable. Y el georgiano casi imitó a su colega en punta, Linares, pues estuvo a milímetros de hacer el 1-2 nada más pisar el césped, en un disparo cruzado desde el pico del área, que rozó el palo derecho por fuera. De repente, en la recta final, el partido tomó otra dimensión. La metamorfosis de sensaciones fue brutal en las gradas. El Zaragoza creyó en que podía ganar. Y los almerienses temieron echar a perder un partido que, tras el 1-0, vieron siempre en sus alforjas por la parálisis futbolística del Real Zaragoza durante más de una hora de espesura y fealdad.
En los últimos minutos, entre la incertidumbre y los nervios de todo el mundo, Appiah remató alto en el 81 un ataque local con peligro. Y un par de minutos después, en el otro lado, fue Kagawa el que desperdició un balón muerto tras combinación con Linares. El Almería achuchó en el tiempo añadido (4 minutos) todo lo que no había hecho durante los 90 reglamentados. Pero ya no halló peligro verdadero nunca. Solo un cabezazo de su goleador, Darwin Núñez, en el minuto 93 en otra falta lejana volcada al área (al Zaragoza se las rematan todas), llevó el miedo a Ratón, pero esta vez el balón se marchó muy alto. En el bando aragonés, únicamente Eguaras buscó en una ‘frivolité’ el gol de la victoria, con una vaselina desde 45 metros que se le quedó corta y permitió a un adelantado René atrapar el balón en su retroceso histérico.
El final dejó un reparto de puntos que sonó a justo. Por que ninguno de los dos equipos hizo méritos reales para más en una sesión de fútbol menor, impropio de dos equipos que están en la zona noble de la tabla. Para los de Víctor, el punto supo a gloria, por las condiciones adversas en las que se afrontó este duelo ante el 2º clasificado en la tabla hasta ahora. Y, viendo la primera hora de juego deslavazado de los zaragocistas, mucho más. Nadie hubiera dado un euro por que el Zaragoza aliviase el 1-0 con el que se fue sangrando al descanso. Es un empate que deja el paladar dulce de esos días donde se obtiene provecho con escasos argumentos. Fútbol de secano en el que cada grano que se mete en el saco es oro molido. Puntos así, al final de liga, suelen dar pluses que ahora mismo son insondables.
Ficha técnica
UD Almería: René; Balliu, Maras, Martos (Owona, 65), Jonathan Silva; Petrovic, Aguza; Corpas, Coric (Appiah, 71), Lazo (Juan Muñoz, 82); y Darwin Núñez.
Real Zaragoza: Ratón; Vigaray, Guitián, Clemente, Nieto; Eguaras, R. Guti, Igbekeme (Linares, 59); Soro, Kagawa (Blanco, 86); y Pombo (Papunashvili, 70).
Árbitro: Ávalos Barrera (Comité Catalán). Amonestó a Lazo (15), Martos (26), Petrovic (35), Igbekeme (43), Nieto (67), Jonathan Silva (83) y R. Guti (87).
Goles: 1-0, min. 45: Darwin Núñez. 1-1, min. 64: Linares.
Incidencias: Tarde desagradable meteorológicamente, con cielo muy nuboso y un fuerte vendaval, con 15 grados de temperatura. El césped del estadio de los Juegos Mediterráneos presentó un excelente estado. En las gradas hubo alrededor de 11.000 espectadores.
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