Fin al bache zaragocista, bache, eso sí, siempre en lo alto de la tabla. Después de 4 jornadas sin triunfos, los aragoneses lograron vencer 0-1 en Soria a un Numancia que, en la segunda parte, claudicó ante un mejor planteamiento y desarrollo del juego de los zaragozanos, que tuvieron que venirse arriba tras un primer tiempo lleno de errores generalizados. La victoria llegó muy al final, pero merecidamente. Tanto que, minutos antes del golazo de Eguaras, en jugada gestada por Guti y Delmás, habían fallado un penalti en botas de Luis Suárez. Fue un triunfo de oficio, del perfil típico de la Segunda División. Sin brillos, pero con una efectividad tremenda.
La primera parte fue mala. De poco fútbol por parte de ambos equipos, en especial en el lado blanquillo. El equipo de Víctor Fernández estuvo ciego con el balón, sin ser capaz de dar más de tres pases en una misma jugada, salvo atrás del todo, en la zona de nadie. Los numantinos, que tuvieron la pelota más y en mejores zonas de creación, tampoco se mostraron imaginativos a la hora de la verdad. El global de los primeros 45 minutos fue deficiente, sin llegar al aprobado en ninguno de los 22 protagonistas. Un pestiño de partido en largos tramos del mismo.
El Real Zaragoza, dentro de su espesura general, fue el primero que amagó dos jugadas en el área rival. Una, en el minuto 13, tras un robo de un apagado Luis Suárez a la salida del balón del central Carlos Gutiérrez. El colombiano entró en el área con su habitual rasmia, pero remató raso, mal, y el portero Barrio detuvo abajo sin excesivos problemas. Y la segunda, en el 15, un remate alto de volea de R. Guti, en la segunda jugada de un córner rechazado por los zagueros castellanos. A esas tempranas alturas del duelo aún existía la esperanza de ver a un Zaragoza mandón y superior. No fue así en ningún momento porque ni Eguaras ni Igbekeme, sus supuestos catalizadores, tuvieron su tarde. Lentos de reflejos, apurados siempre con la pelota, no solo no generaron pases aptos para la línea de arriba sino que perdieron algunos letales para la defensa propia.
Así, el Numancia perdonó hasta dos goles cantados, patrocinados ambos por el propio Zaragoza. En el minuto 24, el ariete local Higinio marró un mano a mano tras error de Igbekeme, con una vaselina que superó a Cristian Álvarez en su desesperada salida pero se le marchó fuera por un metro, junto al palo derecho. Los numantinos protestaron penalti, que el VAR no vio por ningún sitio. Y en el 32, en una charlotada de saque de puerta de Álvarez sobre Igbekeme, que robó el propio Higinio, terminó con un remate a placer de Marc Mateu, a puerta desguarnecida, que salvó bajo palos Clemente, que había acudido allí a la desesperada por si sonaba la flauta. Y sono, afortunadamente para los zaragocistas. No hubo gol de milagro.
Entremedias de este par de agujeros, de este par de ocasiones nítidas que daba la sensación que los numantinos podían echar en falta al término del partido, el lateral Calero había forzado a Cristian Álvarez a meter los dos guantes para sacar un remate seco en el área, tras una jugada del joven Moha ante Nieto y Eguaras. Y, en el otro lado, el citado Nieto ejecutó en el minuto 30 el disparo más peligroso de los aragoneses antes del descanso, un zurdazo de su marca que Barrio sacó como pudo tras botarle delante.
El Real Zaragoza se fue al descanso con la sensación de estar haciéndolo casi todo mal. Luis Suárez era una isla arriba. Cómo echó en falta él (y todo el equipo) al recordado Dwamena, cuya labor de fijación y desbroce con los defensores adversarios quizá ahora se vea más valorada por omisión. Kagawa, en el enlace entre líneas, no dio una a derechas. Mal el japonés todo el rato. Pombo, por la izquierda, hizo continuos fuegos artificiales para acabar perdiendo siempre la pelota. Además, enseguida. En la derecha, Guti anduvo entre perdido y desabastecido. Y, en el cerebro del equipo, ya ha quedado reflejado, Eguaras e Igbekeme no alcanzaron los mínimos exigibles en el plan de juego de Víctor Fernández. Además, atrás, hubo lagunas serias pese a que el Numancia nunca apretó de verdad. Total, que el 0-0 supo bueno, agradable, cuando un tiquismiquis López Toca, árbitro de turno, dijo que se acababa la primera mitad.
Víctor tenía que intentar reajustar infinidad de piezas y, en términos mayores, ser capaz de que el equipo funcionase algo de mitad de campo en adelante. Así, ganar era cuestión de casualidad. Y perder, por la insistencia de los sorianos más que por su calidad futbolística, parecía en cada minuto más probable. El segundo periodo se inició sin cambios nominales, solo en las intenciones de unos y otros.
El Real Zaragoza arrancó un poco más entonado. Al menos tenía el balón y buscaba más las bandas, con las subidas de Nieto y Delmás desde atrás, y con Guti y Kagawa más activos. No así Pombo. Luis Suárez empezó a recibir juego. Eran buenas señales que llevaron a la primera oportunidad aragonesa, en el minuto 54, con un disparo de Guti desde la corona del área que se envenenó en la pierna del central Derik y casi fue dentro. El portero Barrio paró, rectificando, con mucha fortuna. El Numancia parecía haber decidido esperar más atrás y jugar a la contra. Y el Real Zaragoza, como siempre, no hizo ascos al control del partido. En el primer cuarto de hora de la reanudación, Cristian Álvarez era un espectador en la distancia.
El problema de los zaragocistas, en esta fase de dominio, era que no ganaban una sola jugada dividida o un balón rechazado por los rojillos. Esto les restaba continuidad y sensación de poderío. Carrión, entrenador local, quitó al desaparecido Zlatanovic y metió a Noguera en busca de velocidad al contragolpe. Sus intenciones estaban claras. En estas llegó el minuto 63, donde el VAR revisó un posible penalti por mano de Gus Ledes en el remate de un córner de Pombo en el primer palo. Los zaragocistas lo pidieron al unísono y López Toca fue a verlo a la pantalla. Y lo vio claro y lo pitó. La faena es que Luis Suárez lo falló. Lo tiró mal, muy al centro, y Barrio se lo cazó.
El Real Zaragoza había desaprovechado así su gran ocasión de adelantarse en el marcador. Pintiparada. Quién sabía entonces si podía ser única. Y tocaba seguir remando durante más de 25 minutos entre los grumos de un partido feo y complicado. El Numancia intentó coger el rebufo favorable del acierto de su guardameta y se envalentonó, pero sin hallar clarividencia en sus deslavazados e inertes ataques. Eguaras, en un aviso de lo que vendría después, apagó esa reacción local con una penetración individual que concluyó, en el minuto 71, con un remate fallido, alto, mal, con todo favorable en el borde del área. Víctor había metido en danza a Blanco en vez de un desdibujado Pombo, que no hizo olvidar a Dwamena ni una sola vez. Y, al poco, introdujo a Papunashvili para agitar los últimos minutos, sacando del campo a un Kagawa que sigue en regresión. A la vez, el Numancia cambió de delantero: Néstor por Higinio, en busca de la lámpara mágica. Había pasado media hora del segundo tiempo y los castellanos no habían pisado el área de Cristian Álvarez. Todo un dato.
El primer susto para los aragoneses lo provocó una galopada del lateral Calero, cuyo disparo franco dio en un defensor zaragocista y la pelota se fue a córner. El Numancia, fiel a su estilo en casa, iba a apurar los últimos pasos del cronómetro. Néstor, aunque era fuera de juego, mostró en su primer remate que tenía veneno en las botas. Olía a sufrimiento de los blanquillos, que acusaban el golpe moral del penalti fallado por Suárez. Por eso, la llegada del 0-1 en el minuto 81 fue mano de santo para los de Fernández. Primero, porque se hacía justicia a su mejor propuesta tras el intermedio. Y, segundo, porque se daba un golpe en el hígado a los locales en un momento cumbre del envite. Debía ser este un gol ganador.
Carrión se la jugó, retirando a un defensor, Calero, y apostando por otro punta, Nacho. El Numancia iba al abordaje a la desesperada. El Zaragoza debía dormir el partido. Usar el otro fútbol, cosa que ha sufrido recientemente en su detrimento. Guti y Suárez cayeron lesionados y, con sus asistencias, cortaron el revivir local. Intencionadas acciones. Lícitas. Los sorianos probaron fortuna en el 86 con un disparo alto, defectuoso, de Néstor. El reloj era zaragocista a esas alturas. Un minuto después, M. Mateu peinó un centro de Noguera, cruzado, sin coger puerta para alivio blanquillo. Eran los últimos coletazos del Numancia, siempre un peligro en los últimos minutos según rezan las estadísticas. Víctor retiró al ariete Luis Súarez y metió muralla atrás, con Grippo, para jugar los 5 minutos de añadido. La hora de la verdad.
En el último intante, el Numancia gozó de una falta lateral, un semicórner. Peligro de muerte con el portero local, Barrio, convertido en atacante. Por supuesto, un hombre fue al suelo y se pidió penalti. Nada de nada. Pasó el problema sin mayor inconveniente y López Toca señaló el final, entre la algarabía aragonesa en las gradas, con más de 2.000 hinchas blanquillos llenos de felicidad, tanto como la que mostraron los hombres de Víctor Fernández sobre la hierba de Los Pajaritos. Se había sacado adelante un partido trabado, con muchas máculas, pero bien remontado en la segunda mitad por los zaragocistas. Un triunfo que devuelve al Zaragoza a la parte alta de la clasificación y, una vez se recupere el miércoles el partido aplazado en su día en Fuenlabrada, quien sabe si en puesto de ascenso directo. Todo sigue en fase de notable alto o sobresaliente en cuanto a resultados. O sea, en lo que cuenta en esta terrible Segunda División.
Ficha Técnica
CD Numancia: Barrio; Calero (Nacho, 82), Derik, Carlos Gutiérrez, Castellano; Escassi, Gus Ledes; Moha, M. Mateu, Zlatanovic (Noguera, 60); e Higinio (Néstor, 74).
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Delmás, Atienza, Clemente, Nieto; Eguaras, R. Guti, Igbekeme; Kagawa (Papunashvili, 74); Pombo (Blanco, 67) y Luis Suárez (Grippo, 90).
Árbitro: López Toca (Cántabro). Amonestó a Eguaras (47), Clemente (53) y Blanco (93)
Gol: 0-1, min. 81: Eguaras.
Incidencias: Tarde magnífica en Soria, con 21 grados, sol y viento. El césped, en perfecto estado. En las gradas de Los Pajaritos hubo alrededor de 6.000 espectadores, entre ellos unos 2.000 seguidores zaragocistas. Los jugadores del Real Zaragoza portaron antes del partido una camiseta en apoyo a Dwamena.
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