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COPA DEL REY 2022/23 1ª RONDA (13.11.2022)

COPA DEL REY 2022/23 1ª RONDA (13.11.2022)

COPA DEL REY 2022/23 1ª RONDA (13.11.2022)

PARTIDO OFICIAL Nº 3578

DIOCESANO 1-0 REAL ZARAGOZAReal Zaragoza SAD

Ficha técnica

Diocesano: Cordero, Manu, Varona, Armenta, Del Valle, Assan, Sales, Javi González (Pliego, 77), Margallo (Guerrero, 66), Viera (Diego Díaz, 83) y Rayco (Rivera, 77).

Real Zaragoza: Ratón; Fran Gámez (Larrazabal, 66), Francés, Jair Amador, Gabi Fuentes; Jaume Grau (Francho, 66), Zapater; Mollejo (Puche, 77), Eugeni (Vada, 46), Simeone; Pape Gueye (Bermejo, 46).

Goles: 1-0, min. 28: Dani Sales, de penalti.

Árbitro: Alejandro Quintero González (Comité de Andalucía). Mostró amarillas a los locales Assan (24) y los visitante Mollejo (45) y Fuentes (45). Ratón fue expulsado al acabar por doble amarilla (27 y 90).

Diocesano 1-0 Real Zaragoza

% Posesión  %
 remates dentro 
 disparos bloqueados 
 remates fuera 
 disparos recibidos 
 tarjetas amarillas 
 tarjetas rojas 
 faltas recibidas 
 faltas cometidas 
 perdidas de posesion 
 recuperaciones de posesion 
 fueras de juego 
xxxxxx

El Real Zaragoza se ahoga con la Copa

El Diocesano de Segunda RFEF elimina (1-0) al equipo de Fran Escribá en su debut en el banquillo. Dani Sales decidió de penalti ante el fútbol impotente de los aragoneses.

Cuando parecía imposible caer más bajo, el Real Zaragoza se pegó uno de los golpes más deshonrosos de su historia. El Diocesano, rival de Segunda RFEF, lo eliminó en la primera eliminatoria de la Copa del Rey con un gol de penalti de Sales en la primera mitad. Todo lo que pasó antes y después fue una ópera a la impotencia de un Zaragoza que no le hace un gol a nadie. Y cuando es a nadie, es a nadie. Tampoco a un adversario que navega algunas categorías más abajo. 

La derrota le deja en claro a Fran Escribá en su primer partido que la cosa está peor de lo que quizá esperaba, que queda un largo camino de restauración, que los problemas son agudos. Porque el Zaragoza fue víctima, como casi siempre, de sus flaquezas: su falta de creación, de atrevimiento, de llegada, de generación, de gol… El Diocesano, desde una buena estructura defensiva, desde la motivación y el sacrificio, fue como cualquier otro equipo de Segunda División en la vida de un Zaragoza que ni se adaptó al adversario, ni a la superficie de juego ni al fútbol que de allí salió: segundas jugadas, malos botes, idas y vueltas...

Fran Escribá sabe que no hay tiempo que perder cuando un enfermo está en la camilla de urgencias, y no entró en el habitual juego de las rotaciones, dosificación de esfuerzos y gestos de diplomacia con los menos habituales propios de estos partidos. Ayudaba a ello la configuración del calendario, con tiempo suficiente hasta la cita contra el Málaga, la necesidad de comenzar a recomponer el equipo y aplicarle terapia de choque cuanto antes y, también, por qué no decirlo, porque el fútbol se ha igualado tanto y las distancias entre categorías se han reducido de tal manera que no hay que fiarse de nadie, por mucho que responda al eclesiástico nombre de Diocesano. Así, el Zaragoza salió con Francés Jair, Grau, Simeone, Fuentes, Mollejo… Ordenándose en un 4-4-2 como primera señal táctica de interés de Escribá, con Simeone y Gueye en la doble punta.

El rival no tardó en tomar forma de unas esas trampas camufladas en las primeras eliminatorias de Copa. El Zaragoza no encontró manera de hincarle el diente. Como se esperaba, el Diocesano cedió la pelota. Pero no cedió campo. No se aculó hacia su área, y sembró de minas, con dos interesantes medios, Assana y Javi González, el centro de operaciones del Zaragoza. Por ahí, por donde siempre, comenzó a sufrir el equipo de Carcedo. Grau no conectaba líneas desde el pase, en un mal que pesa sobre su fútbol aseado y equilibrado. Y Zapater tampoco podía darle sentido a lo que el equipo intentaba crear desde la base defensiva. Solo la clase de Francés sacando la pelota logró superar líneas con claridad. Pero el conjunto aragonés era incapaz de imponerse en el último tercio, de asustar, de fabricar peligro.

Al Zaragoza le costó diez minutos poner su primer centro -malo, eso sí-. Después de un par de avisos, un tiro mal pegado de Zapater dentro del área y un buen disparo lejano del activo y bullicioso Mollejo que paró Cordero, llegó el temblor. En su primera aproximación al área aragonesa, el Diocesano cruzó un centro desde la derecha, le cayó a Fran Gámez, con endémicos problemas en la defensa del segundo palo, lo despejó mal y el huracán sopló en el centro del área: Sales cogió la pelota y Ratón salió a por él, derribándolo hacia el penalti. Así es el fútbol y así es la Copa jugada contra rivales de todo tipo, estatura y procedencia: nunca se pueden controlar todos los detalles que entran en la coctelera de un partido. El Zaragoza tenía la pelota, pero el Diocesano comenzó a tener el botín cuando Sales, de esa acción desligada de la molicie del primer tiempo, engañó a Ratón y abrió el marcador.

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Era lo que le faltaba al Diocesano para creer más de lo que ya creía, como no podía ser de otro modo en un equipo obispal. El cuadro de Escribá apenas reaccionó en una acometida de Giuliano y un mal pie de Gueye que se fue arriba.

 

Era el Zaragoza de casi siempre, da igual el tamaño del oponente: improductivo, previsible, flaco… y muy separado con la pelota. Muy fácil de defender. La solución ante la crisis de generación fue lanzar en largo a los centímetros de Gueye o la velocidad de Simeone. No parece mal plan, pero Escribá se encontró con la realidad de las cosas. Hay dos modos de sobrevivir aislado en un ataque de mínimos como el del Real Zaragoza. Simeone opera desabastecido, pero conectado al juego: incisivo, insistente, astuto, afilado... Sin embargo, Gueye es lo contrario: ni le llegan los balones ni sabe cómo encontrarlos, juega como si hubiera caído del cielo. 

Al descanso, y perdiendo, y sin delantero en la reserva, lo sentó Escribá, cuestión que no tardará en avivar ciertos debates. Al banquillo también se fue Eugeni, desapercibido. Salieron Vada y Bermejo para tratar de rescatar aquello. El Zaragoza mejoró. Bermejo tomó la iniciativa y comenzaron a pasar cosas. Mollejo rozó el gol un par de veces. Después, una internada de Bermejo acabó en un penalti que no se señaló. El Zaragoza ganó metros, se instaló en campo rival, a fuerza de la necesidad, sin muchas ideas, pero con más intención. 

El Diocesano comenzó a sentir la fatiga. Una cuestión clave en este tipo de partido desiguales. También el miedo a ganar, a tener ahí al lado, tan cerca, la posibilidad de tumbar al Zaragoza. De hacer historia. Eso también pesa en las piernas. El conjunto colegial se atrincheró, bien ordenado, sabedor que ahí su rival tenía pocos recursos. El Zaragoza era incapaz de desorganizar esa defensa. Larra le dio vuelo con su entrada y opciones por la derecha, pero al área llegaba poca cosa. A balón parado, Francés no cazó una pelota de gol por poco. Puche lo intentó de forma defectuosa. Y poco más: al Zaragoza se le iba poniendo la cara colorada, sonrojado, ante lo que iba a suceder cuando el árbitro pitó el final, y se vio en medio de una celebración histórica, tanto como su derrota.

 

Ficha técnica

Diocesano: Cordero, Manu, Varona, Armenta, Del Valle, Assan, Sales, Javi González (Pliego, 77), Margallo (Guerrero, 66), Viera (Diego Díaz, 83) y Rayco (Rivera, 77).

Real Zaragoza: Ratón; Fran Gámez (Larrazabal, 66), Francés, Jair Amador, Gabi Fuentes; Jaume Grau (Francho, 66), Zapater; Mollejo (Puche, 77), Eugeni (Vada, 46), Simeone; Pape Gueye (Bermejo, 46).

Goles: 1-0, min. 28: Dani Sales, de penalti.

Árbitro: Alejandro Quintero González (Comité de Andalucía). Mostró amarillas a los locales Assan (24) y los visitante Mollejo (45) y Fuentes (45). Ratón fue expulsado al acabar por doble amarilla (27 y 90). 

Incidencias: Partido de la primer eliminatoria de la Copa del Rey disputado en instalaciones ajenas al Diocesano, en el campo de fútbol municipal de Arroyo de la Luz, a 22 kilómetros de Cáceres. Terreno de juego de césped sintético, algo más alto de los estándares habituales, pero en muy buen estado, recién instalado. Se regó antes del partido. Asistieron 1.619 aficionados a la gradas, entre ellos, una decena de zaragocistas. Ambos equipos saltaron al campo con camisetas solidarias de la lucha contra la ELA.

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