Alivio, miradas de complicidad y sorpresa, resoplidos para soltar adrenalina y comentarios por lo bajo reconociendo que había habido mucha suerte en salvar un punto en Santander. Así salieron del campo y del estadio los protagonistas del Real Zaragoza en la noche de este sábado, tras el 2-2 logrado muy al final del choque tras ir dos veces por debajo en el marcador ante el colista, un peleón Racing de Santander que estuvo a punto de dar la gran sorpresa de la liga y tumbar al lanzado equipo aragonés.
Malo, raro, escaso fue el primer tiempo que desarrolló sobre el césped de El Sardinero el Real Zaragoza. Los motivos fueron bastante contundentes para que así ocurriera. Primero, Oltra, entrenador local, sorprendió a Víctor Fernández con un novedoso sistema 5-3-2, con tres centrales, dos carrileros (Nando, la novedad, y el exzaragocista Abraham), que hicieron siempre que los cántabros tuvieran superioridad en el centro del campo. Después, porque en el Zaragoza hubo muchas máculas individuales que repercutieron en el funcionamiento general: Eguaras no dio una a derechas; Kagawa, que fue la bala nueva del técnico aragonés en vez de Soro, fue nulo en la mediapunta por su falta de velocidad y su raquítica aportación hacia atrás, en defensa; Burgui también manifestó un apagón físico tremendo, incapaz de irse de nadie y sin buen tino en las jugadas que tuvo a placer para generar peligro, al menos tres.
De este modo, el colista Racing fue creciendo con el paso de los minutos pese a su manifiesta inferioridad técnica. El 0-0 le dio alas progresivamente, al ver que los zaragocistas eran incapaces de adelantarse en el marcador en las llegadas al área aisladas que un peleón Luis Suárez y un ágil -al principio- Puado gestaron con cuentagotas. De hecho, de entre la nada, los tomates (de rojo vistió el Real Zaragoza en Santander), erraron tres oportunidades seguidas. Puado, en el minuto 10, remató fuera en el área tras un quiebro y con la puerta a su merced. En el 21, Suárez se metió hasta dentro en una pared con Puado y su disparo duro, sin dirección, lo rechazó a dos manos el portero Luca Zidane. Y en el 23, de nuevo Puado se quedó a centímetros de rematar a gol un centro raso en el área chica de Nieto.
Era tan escaso el flujo de juego de los zaragocistas, con Eguaras desesperándose gestualmente él solo al ver su noche ciega, que el Racing empezó a contragolpear en oleadas, aprovechando que el Zaragoza se partía cada vez que perdía el balón en la línea de tres cuartos. Nadie de la mediapunta bajaba. Terrible imagen por momentos. Cejudo, el mejor de los atribulados santanderinos, amagó con un centro-chut que estrelló en el lateral de la red con picardía en el minuto 26. Ahí empezaron los cántabros a espabilar. En el 31, Abraham soltó un zurdazo desde la frontal del área que Cristian Álvarez tuvo que sacar a córner con las yemas de los dedos rozando el palo derecho. La cosa empezaba a oler extrañamente para el favorito, el sorprendido Zaragoza.
Burgui y Kagawa, en sendas penetraciones del equipo con marchamo de gol, quedaron desnudos en la conclusión de los ataques por su falta de lucidez y desborde. Daban la sensación de estar tiesos de fuelle. Así, en otro ataque veloz del Racing, Lombardo quebró a Vigaray en el área y su disparo, que iba dentro, lo sacó Atienza con fortuna. Era el minuto 36 y Víctor Fernández ya había mandado calentar a Soro. Se desesperaba en técnico del barrio Oliver en la banda al ver la conducta de algunos de los suyos. Menos mal que los de Santander son un equipo casi liquidado, bajo de reflejos y potencial en punta. Dos chuts altos de Sergio Ruiz, solo en el área, dieron muestra de su escasez de cicuta.
El preocupante primer tiempo acabó con el susto de ver cómo Luis Suárez se quejaba de una entrada al tobillo dañado de Buñuel. Y, poco después, el colombiano pudo hacer el 0-1 al intuir el pase atrás del central Jordi Figueras sobre su guardameta, pero el delantero zaragocista metió la puntera forzado en el mano a mano y Zidane rechazó con valentía en su salida. El empate sin goles dejaba más en evidencia la falta de punch del 2º clasificado, el Real Zaragoza, que la consabida y descontada carencia argumental de un flojo Racing.
Tras el paso por vestuario y el replanteamiento táctico de Víctor, Soro suplió al decepcionante Kagawa y se pasó del 4-2-3-1 al 4-3-3 elástico de días previos. Hacía falta un vuelco radical en la praxis futbolística del Zaragoza para que la película acabara felizmente. Eso sí, quedaba medio partido por delante. Del chandrío que podía estar larvado tuvo noticias enseguida el equipo aragonés: Cejudo, en el área, aprovechó en el 47 un lío tras un centro raso de Abraham y remató al poste con Cristian Álvarez batido. Un susto serio, un aviso contundente para que el equipo rojillo despertara de una vez. Se podía asegurar que el colista estaba siendo mejor en todo. Increíble.
Los minutos empezaron a pasar con cierta celeridad y no hubo buenas noticias. Seguía la parálisis zaragocista. De los indicios se pasó a la realidad en un plis plas: Cejudo, claro, la estrella local, marcó el 1-0 en el minuto 56 tras una pasiva defensa de Nieto en una penetración de Nando, que centró raso a placer para que el ‘10’ cántabro fusilara a Cristian Álvarez. El castigo estaba servido. Y tocaba correr y rectificar sobre la marcha. Restaban 35 minutos y el Zaragoza debía jugar contrarreloj. Siempre mal asunto, sobre todo en días de colapso cerebral de la tropa. Ni Eguaras vino a la vida. Ni Guti, su escudero salvador en varias acciones del primer tiempo, recuperó prestaciones. No había medio campo. Burgui era un náufrago. Puado se había mustiado. Suárez estaba solo como la una arriba. En fin, un caos que requería una involución total a partido corrido.
Esto solo lo podía arreglar un golpe de suerte. Un timonazo repentino. Y, menos mal, surgió en el minuto 61, apenas 5 minutos después de Cejudo. En un avance de Vigaray, que por fin se soltó en ataque, su centro provocó un rechace de la zaga que Raúl Guti agarró de volea a 25 metros de la portería y colocó el balón junto al palo izquierdo de Zidane dentro de la red. Ahí era ya cuestión de casta, de personalidad, de tragarse el sapo hasta dentro y remontar tan complicada situación. Tiempo había de sobras. Y el rival no era de enjundia, según dicta la tabla clasificatoria. El Racing, además, debía notar el mazazo por pura naturaleza de las cosas.
Víctor retiró de escena, por fin, al desaparecido Burgui y metió a Blanco para dar oxígeno y profundidad al ataque. Falta hacía. A raudales. El Yamiq cabeceó su córner de rigor de cada día en el minuto 67, pero se encontró esta vez con una buena parada de Zidane, bien colocado. El Zaragoza parecía coger con fuerza el timón. Pero Soro no lograba engranar con el partido. No había fluidez en punta. Todo era muy improvisado. Y en ese
inestable escenario volvió a errar gravemente el equipo de Víctor. Un pase filtrado entre los centrales de Ruiz sobre el recién incorporado David Rodríguez provocó un penalti claro de Cristian Álvarez en el mano a mano. El veterano delantero se encargo de convertirlo, engañando por raso al portero argentino a falta de solo un cuarto de hora. Pintaban bastos. Como toda la noche. Nada que sorprendiera. La reactivación zaragocista había sido un espejismo.
Linares entró por Vigaray, totalmente a la desesperada. Iban a ser 10 minutos de estrés absoluto. Los nervios acogotaron a todos los zaragocistas. Fallaron pases nítidos. Hicieron faltas tontas. Favorecieron lo que el Racing necesitaba: que se jugase poco y lejos del área cántabra. Abraham dejó a los locales con un hombre menos al ser expulsado al borde del tiempo reglamentado por una falta a Blanco en una contra. El propio jugador valenciano, de cabeza, aprovechó el lanzamiento de ese golpe franco lateral para anotar el milagroso 2-2 cuando el minuto 90 ya se rozaba. Era una sensación casi ganadora. Se estaban salvando los muebles en una noche de naufragio.
En el tiempo de aumento, Puado tuvo la victoria en su bota derecha, pero remató flojo y en semifallo un centro de Blanco, fuera rozando el poste. Una locura de final del duelo. Que corroboró la tonta expulsión de Guti in extremis, por protestar, que le dejará fuera del partido de la semana que viene en Málaga. El 2-2 se dio por bueno en el Real Zaragoza porque se estuvo al borde de una pifia monumental. El puntito en Santander es de esos que sujetan el estatus en una noche tonta, mal llevada a cabo por quien era gran favorito. Del mal, el menos.
Aspiraba al liderato el Real Zaragoza y ese objetivo tendrá que esperar. Primero, porque el líder, el Cádiz, ganó 2-1 al Almería con anterioridad. Y, después, porque el cuadro zaragocista no hizo sus deberes, que pasaban por lograr los 3 puntos en El Sardinero. Al menos, la jornada sirve para mantener distancias con los perseguidores y asentarse así en la zona de ascenso directo, en el segundo escalón. Y con una jornada menos. Solo restan 12 para la resolución de la liga. A seguir peleando tocan. ¡Ah!, y ese gol altamente celebrado de Blanco en la recta final sirve para que los blanquillos sigan invictos en 2020, en toda la segunda vuelta. Son los asideros positivos de este día cruzado.
Ficha técnica
Racing de Santander: Luca Zidane; Nando (Hidalgo, 80), Buñuel, Manu Hernando, Jordi Figueras, Abraham; Sergio Ruiz, Toribio; Cejudo (Delgado, 89), Lombardo; y Guillermo (David Rodríguez, 70).
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Vigaray (Linares, 79), Atienza, El Yamiq, Nieto; Eguaras, R. Guti; Kagawa (Soro, 46), Burgui (Blanco, 65); Puado y Luis Suárez.
Árbitro: Gorostegui Fernández (Comité Vasco). Expulsó, por doble amarilla, a Abraham (81 y 87) y R. Guti (59 y 93), Amonestó a Jordi Figueras (50), El Yamiq (69) y Cristian Álvarez (74).
Goles: 1-0, min. 56: Cejudo. 1-1, min. 61: R. Guti. 2-1, min. 75: David Rodríguez, de penalti. 2-2, min. 89: Blanco.
Incidencias: Noche fresca en Santander, con 10 grados, cielo nublado y lluvia intermitente en las horas previas. El césped de El Sardinero presentó un excelente estado. En las gradas hubo alrededor de 11.000 espectadores, de ellos más de 1.500 zaragocistas.
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