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I – Felipe V, el primer Borbón en España
Carlos II, el último rey español de la Casa de Austria no tenía descendencia y ante la gravedad de su estado de salud en 1696, el Consejo de Estado de España resolvió hacer firmar al Rey un testamento a favor de José Fernando de Baviera, príncipe elector y bisnieto de la Reina Madre, Mariana de Austria. Sobrevino su muerte en febrero de 1699 a la edad de 7 años, volviendo a plantearse el problema sucesorio y de nuevo se obliga a firmar a Carlos II otro testamento declarando “…al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos.” Felipe era nieto de Luis XIV y sobrino-nieto de Carlos II. La aceptación de la corona de España, conllevaba la renuncia a sus derechos a la corona de Francia. A la muerte de Carlos II, el nuevo Rey de España con el nombre de Felipe V, contaba con 17 años de edad y fue reconocido por las monarquías europeas, con la excepción de la Casa de Austria, que tenía su propias aspiraciones al trono, encarnadas en el Archiduque Carlos, segundo hijo de Emperador Leopoldo I de Habsburgo. El nuevo rey hizo su entrada solemne en Madrid, en medio del entusiasmo de las clases populares, el 24 de abril de 1701 y poco después, el 8 de mayo, hacía el juramento solemne en la iglésia de San Jerónimo, partiendo mas tarde hacia Aragón para jurar los fueros aragoneses en el Pilar de Zaragoza. Ya en octubre las Cortes de Cataluña, reunidas en Barcelona, le prestan acatamiento como soberano y el a su vez, jura los fueros y leyes catalanas.
Por entonces, las monedas en circulación en la península, entre otras, eran éstas:
La ambición y prepotencia de su abuelo Luis XIV hicieron cambiar la situación. Por un lado, antes de su coronación en febrero de 1701, Luis XIV hizo saber que mantenía los derechos sucesorios de su nieto a la corona de Francia. Por otro, tropas francesas comenzaron a establecerse en las plazas fuertes de los Países Bajos españoles, con el consentimiento y colaboración de las fuerzas españolas que las ocupaban. Esta ayuda, que en realidad era un reforzamiento de posiciones, constituía una provocación, y el resto de las potencias reaccionaron. Los Países Bajos e Inglaterra se aproximaron al emperador Leopoldo y se comprometieron a otorgar la sucesión de España al archiduque Carlos. En septiembre de 1701 se formó una coalición internacional, llamada la Segunda Gran Alianza, formada por Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos y Dinamarca que declaró la guerra a Francia y España en mayo de 1702. Portugal y Saboya se unieron a la alianza en mayo de 1703.
II – La Guerra de Sucesión Española.
Lo más preocupante para la causa borbónica fue la invasión de la península, a partir de la batalla de Cádiz de 1702. Un ejército aliado de 14.000 hombres desembarcó cerca de esa ciudad trayendo la guerra a España. Sorprendentemente este ejército aliado fue rechazado, triunfando la defensa española. Cádiz no fue tomada y el ejército aliado reembarcó. Peor resultado se obtuvo en una segunda tentativa de la coalición en la ría de Vigo persiguiendo a una flota española que había regresado de América cargada de plata, entablándose una batalla naval en Rande, al final de la ría y que se saldó con la destrucción de los galeones españoles y de su escolta francesa, aunque la mayor parte de la plata había sido desembarcada y conducida, primero a Lugo, y más tarde a Segovia. Esta derrota dejó a España sin una Armada de guerra digna de tal nombre a todo lo largo del conflicto, con graves consecuencias para el tráfico en la Carrera de Indias. Importante dato de esta batalla naval, se refleja numismáticamente en las conocidas piezas acuñadas por Inglaterra en 1703 bajo el reino de Ana, con el botín de metales preciosos capturados, en sus valores de guineas de oro; corona, media corona, chelines y sixpence de plata, con la incripción VIGO debajo del busto de la soberana.
Anne de Inglaterra, 1 corona de 1703. Grabador John Croker
Sin embargo, el principal giro negativo de la guerra, tuvo lugar en el verano de 1703, cuando el reino de Portugal y el ducado de Saboya, este último regido por el padre de Maria Luisa de Saboya la reina consorte, se sumaron a los otros estados que componían la Gran Alianza. Dicha traición supuso que Portugal constituyera una excelente base para las operaciones en la península del bando austracista, lo que inició definitivamente la guerra terrestre en el interior de España y la naval a sus costas desde el puerto de Lisboa. A raíz de ello el emperador Leopoldo proclamó formalmente a su hijo, el archiduque Carlos de Austria, como Rey Carlos III.
Pero volviendo a la guerra, el 4 de mayo de 1704 el archiduque Carlos desembarcó en Lisboa contando con el favor del rey Pedro II de Portugal. La causa «carlista» como fue llamándose, iba ganando adeptos. El rey portugués publicó un manifiesto en el que justificaba su decisión de retirar su apoyo a Felipe V. El archiduque efectuó un intento de invasión por el valle del Tajo, en Extremadura, con un ejército anglo-holandés que fue rechazado por el ya considerable ejército real de 40.000 hombres, a las órdenes de Felipe V desde marzo, y que posteriormente recibiría refuerzos franceses al mando del Duque de Berwick, un general brillante de origen inglés. Un segundo intento anglo-portugués tratando de tomar Ciudad Rodrigo también fue rechazado. Por su parte Inglaterra había apostado por el dominio de los mares desde hacía mucho tiempo, y en realidad lo que deseaba era el desgaste de los dos contendientes, así como el reparto de los territorios españoles para poder obtener puntos estratégicos para su comercio y obtener los máximos beneficios. En 1704, sir George Rooke y el Príncipe de Darmstadt intentaron apoderarse de Barcelona, empresa que se convirtió en fracaso debido a que las instituciones catalanas no se sumaron a la causa austríaca. Sin embargo, de regreso, la flota asedió Gibraltar, la cual estaba defendida sólo por 500 hombres, la mayoría milicianos, al mando de don Diego de Salinas. Gibraltar se rindió honrosamente al Príncipe de Darmstadt tras dos días de lucha; es decir, se rindió a tropas bajo la bandera de un rey español, Carlos III de Habsburgo.
En este estado de cosas se produjo en el escenario europeo la batalla de Höchstädt (1704, también llamada de Blenheim), en Baviera. Una gran derrota para Luis XIV y su aliado Maximiliano II Manuel, príncipe Elector de Baviera en la que perdieron 48.000 hombres entre bajas y prisioneros, con importantes consecuencias militares y morales para la causa borbónica. Maximiliano se refugió en los Paises Bajos españoles y Baviera fue ocupado y administrado por los austriacos hasta el final de la guerra.
Para conmemorar la victoria en esta batalla se acuñaron varias medallas por parte de los aliados. Exponemos aquí una inglesa y una austriaca y mas abajo, monedas de uso corriente de los paises derrotados.
Esta victoria aliada supuso una inyección de moral para la causa del archiduque en España, la cual ganaba partidarios, y en 1705 la misma flota que había tomado Gibraltar trasladó al archiduque Carlos a los territorios de la Corona de Aragón para proceder al Sitio de Barcelona. Fue recibido triunfalmente a su paso por Altea y Denia. En Cataluña la actitud de la población le era favorable por varios motivos: por un lado, el mal recuerdo que tenían los catalanes de los franceses desde la Rebelión de 1640, por otro, la intuición de que la Casa de Austria siempre habían respetado sus fueros, actitud diametralmente opuesta al centralismo borbónico.
Después de la rendición de Barcelona y del fallido intento del ejército borbónico de recuperar la ciudad –Felipe V tuvo que abandonar España por la frontera francesa– el archiduque marchó por Zaragoza a Madrid, donde entró al frente del ejército aliado. Ya en Madrid, el 29 de junio de 1706, fue proclamado como Carlos III, Rey de España.
Volviendo al tema monetario, aparte de la división, el sistema tuvo que soportar las necesidades de la contienda. El sistema argénteo se vio alterado en diversas ocasiones. La primera medida tomada por Felipe V después de llegar a España fue restaurar la plata a las características que tenía antes de la reforma de Carlos II de 1686, es decir ley de 11 dineros y 4 granos y talla de 67 reales en marco. Posteriormente llevó adelante distintas variaciones de dicho numerario, algunas determinadas por necesidades de financiación. Así se volvió a fabricar en Madrid, en 1706, monedas acordes a lo dispuesto en 1686 (talla de 84 reales en marco). En 1707 y 1708 batió en el Real Ingenio de la Moneda de Segovia piezas de 10 dineros de ley (833,3 milésimas) y talla de 75 reales en marco (3,06 grs. cada real), de acuerdo a un ensayo realizado porel ingeniero francés Jean Castaing, que pretendía crear un sistema de moneda de curso interior. En el verano de 1709 fabricó en un nuevo taller monetario ubicado en la Plazuela de las Descalzas de Madrid piezas con talla de 68 en marco (3,38 grs. cada real) y pureza metálica de 11 dineros (916,6 milésimas), buscando su equiparación con la moneda francesa, que tenía una amplia circulación en la península.
Éstas (reales de a 8 y a 4) son las primeras y única monedas de plata labradas en la península con retrato del rey, llamadas ‘de busto’ o ‘duro de cabeza’, de las que si se acuñaron en oro, en los valores de escudos. Duró poco su acuñación, por ser muy costosa y por haberse descompuesto los volantes e instrumentos de fabricación, por lo que se siguieron acuñando piezas de 8 reales en la antigua casa de moneda y en la ceca de Sevilla.
En los dominios europeos, la emisiónes monetarias a nombre de Felipe V se iniciaron en Nápoles y Sicilia. En Nápoles se acuñan carlinos de 10 y 20 grana en 1701, también llamados Tari, y medio ducato y un ducato (50 y 100 grana) en 1702, ademas de moneda menor de uno y dos grana en cobre. Ya en 1702 se acuñan también en el Ducado de Milán piezas de busto con módulo ‘duro’ español, llamados Filippos y sus correspondientes fracciones de un medio, un cuarto y un octavo. Su labrado es tosco pero con un magnífico escudo del reverso que, como el de los anteriores reinados, conserva las armas de la Casa de Austria.
En Amberes en los Paises Bajos españoles, ya en 1703 una primera acuñación de ducatones de busto antiguo, con la leyenda ARCHID: AVST, produjo la reclamación del Emperador, por creer usurpado el Archiducado de Austria, retirándose los cuños y apareciendo los nuevos ducatones solamente con los títulos de Duque de Borgoña y Barbante. Igualmente se acuñaron entre 1704 y 1706 patagones sin busto, con los bastones de Borgoña en cruz y anagrama con las letras PV superpuestas, escalines (schillings) de 5 gr. de plata y liards en cobre. En estas monedas se incorpora, junto con el Toisosn de Oro, la Cruz de la Órden del Espíritu Santo, tan importante para Felipe V al ser un continuo recordatorio de su origen francés y del mantenimiento de sus derechos sucesorios a la Corona de Francia.
Pero la guerra continúa, y las cosas no hacen sino empeorar para la causa borbónica en los años siguientes. Se pierden los territorios europeos de la Monarquía Hispánica: la casi totalidad de los Países Bajos, Milán y Nápoles. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar en la península. Luis XIV envió un cuerpo expedicionario bajo el mando del duque de Berwick, que junto a un ejército de voluntarios castellanos, expulsó a los aliados de Castilla e incitó al archiduque Carlos y a su ejército a abandonar Madrid replegándose hacia Valencia. En abril de 1707, un ejército aliado anglo-luso-holandés, presentó batalla en los llanos de Almansa, de la que salieron con una importante derrota, aunque no decisiva para el final de la contienda. Continuó el avance tomándose Valencia, Lérida, Tortosa y Alicante y se abolieron los fueros de Valencia y Aragón.
En contraste con los éxitos por tierra, por el mar, debido a la enorme superioridad naval anglo-holandesa, en 1708 se perdió la plaza de Orán y las islas de Cerdeña y Menorca. Nos situamos ya en 1710, con una nueva entrada de Carlos III en Madrid y la corte de Felipe V en Valladolid. Pero esta situación duro poco tiempo, pues se inició una nueva campaña con Felipe al frente, que marchaba y acampaba con su ejército como un rey ‘caudillo’, a consecuencia de lo cual Carlos se retiró por la carretera de Aragón, dividiendo sus fuerzas en la Alcarria, dandose así inicio a la batalla de Brihuega a la que siguió poco después la batalla de Villaviciosa, a pocos kilómetros, que supuso la destrucción total del ejército austracista.
III – La paz y la regularización de la moneda.
Finalizada la exposición de algunos hechos y unas monedas de los contendientes de la Guerra de Sucesión, nos centramos ahora en los pasos dados bajo las instrucciones del monarca para reformar y regularizar la situación de la moneda en España. Ya en 1710, para regularizar el vellón y el cobre, se acuñan en Madrid y Sevilla piezas de 2 y 4 maravedis (piezas raras de encontrar actualmente) con el monograma real y su numeral como tipo del anverso y campo cuartelado de castillos y leones en el reverso, eliminando de la circulación progresivamente la mala moneda. En 1711 se prohibe la circulación de la moneda acuñada en nombre del Archiduque. En 1718 se ordena recoger el dinero falso que circulaba por Aragón y Cataluña y se comienza la emisión de cobre puro para todas las provincias, en Barcelona, Valencia, Zaragoza uniéndose Segovia al año siguiente.
En estos maravedis de nominales 4, 2 y 1, se incorpora un nuevo diseño del anverso y reverso, siendo el primero el escudo real coronado con Castilla, León y la añadidura de Granada y el escusón con las lises de los Borbones asi como la ceca a la derecha del escudo y el valor a la izquierda y en el reverso un león coronado, abrazando los dos emisferios y el lema “Utrumque virtute protego” (A ambos protejo con la virtud).
En lo refente a las monedas de oro y plata, con el objetivo de retener la mayor cantidad posible en la península, se encomendó la reducción de ley y peso de las mismas, elevando su valor nominal y distinguiendo entre el numerario destinado al comercio con el exterior y el de utilización en el comercio del interior.
En 1716 se ordena labrar reales sencillos y de a 2, dándoles la denominación de “moneda provincial para el tráfico y comercio interior de éstos reinos…”. Esto se realiza en las cecas de Madrid, Sevilla, Segovia y Cuenca y reales de a 8 y de a 4 en la ceca de Sevilla en 1718. Estos últimos valores altos fueron recogidos en 1726.
Como es sabido, el reinado de Felipe V tuvo dos periodos con un corto intervalo de siete meses, debido a su abdicación en 1724 a favor de su primogénito Luis I y su posterior regreso al trono a la muerte de éste. Esta interrupción en su reinado no tuvo incidencia en el sistema monetario, salvo las mínimas acuñaciones para el malogrado Luis I.
Con el fin evitar la confusión y el fraude como consecuencia de que existieran monedas de medio, uno y dos reales con diferente peso y contenido en plata, se decidió diferenciar las acuñaciones peninsulares, que llevarían las armas tradicionales de la Monarquía —sin ninguna variación respecto del período anterior— y las que se realizaran a partir de estas ordenanzas en las cecas americanas, las denominadas desde entonces “real fuerte columnario” o “columnario de mundos y mares” con la leyenda VTRAQUE VNUM (de ambos hizo uno) en todos sus valores, siendo los primeros labrados en la ceca de México en 1732 no acuñándose en el resto de las cecas indianas en este reinado salvo las labradas a martillo (macuquinas) en la ceca de Guatemala a partir de 1733. Este nuevo tipo de moneda indiana, se convirtió durante mucho tiempo, en la más apreciada en todo el mundo y es la mas valorada de la numismática española en el extranjero, en su valor de ocho reales el “Spanish Dollar”.
En resumen, durante el reinado de Felipe V, se produjo la modernización del sistema monetario español, reduciendo y ordenando las monedas en circulación hasta el punto de que este sistema perduraría con sus sucesores hasta que la invasión francesa y el periodo subsiguiente de la Guerra de la Independencia de 1808 (cien años después), dieran al traste con el buen orden monetario.
Fuentes:
Legislación y reforma monetaria en la España borbónica.
Dr. D. Javier de Santiago Fernández
EL DURO
Dr. D Adolfo Herrera
Introducción a la numismática Universal.
Dr. D Antonio Beltrán
Crónica de España
Plaza&Janés, Editores
Propaganda política en la moneda de los Borbones.
Dr. D. José María de Francisco Olmos