El paladar de la derrota regresó a La Romareda huérfana de público en el neofútbol de 2020. Lo hizo en un partido lleno de defectos del Real Zaragoza, que cayó 1-2 ante un práctico Málaga, que logró adelantarse con dos tantos muy pronto y supo administrar la renta hasta el final. El cuadro local, a base de cambios tácticos y de hombres, mejoró después del descanso pero su ceguera ante el gol desmontó paulatinamente cualquier posibilidad de reacción.
El partido se metió enseguida por los terrenos de la desesperación para los zaragocistas, en una tarde obturada de mente y de mecanismo futbolístico. Fue todo un canto al querer y no poder, un canto coral del que no se salvó ni uno solo de los blanquillos. Nadie sobrepasó líneas, ni en pases combinados ni en el uno contra uno. Los de Baraja fueron un futbolín, con todas las piezas estáticas agarradas a unas barras invisibles de hierro fundido, incapaces de sorprender a un Málaga que planteó un 5-4-1 que amontonó hombres en la medular, ahogando aún más la nulidad imaginativa que ya vienen mostrando desde hace un mes los Eguaras, Ros, Larrazabal o Zanimacchia. Arriba, Narváez y el desdibujado Gabriel Fernández fueron islas, pero de esas lejanas del Índico. En los laterales, otrora mecanismo ofensivo, ni Nieto (que al menos lo intentó) ni Tejero llevaron un balón válido a las inmediaciones del área andaluza.
El primer disparo del choque, de Zanimacchia en el minuto 7, fue un engaño a cualquier inexperto observador. El Málaga estaba bien plantado y el Zaragoza era un desbarajuste progresivo. En las dos primeras llegadas malacitanas se consumaron dos goles, un 0-2 imposible de digerir por los aragoneses en apenas 26 minutos de juego. El primero, del Chavarría sureño (el blanquillo no jugó de titular), cabeceando en el minuto 13, picado, un buen centro de Rahmani desde la banda de Tejero. El VAR intervino pues el linier levantó la bandera por fuera de juego, que no era. El tanto subió al marcador en el 16 y torció el colmilló al partido para los locales, que quedarón noqueados sorprendentemente.
No debería pasar nada si se encaja un gol primero, incluso pronto. Queda un mundo siempre por delante. Pues bien, el Zaragoza de Baraja quiso hacer todo en un segundo a partir de ahí. Y sin calma es aún más difícil encontrar juego de posibles en una plantilla que anda escasa de imaginación y recursos con la pelota. Así, no tardó en llegar el segundo. En una buena contra malagueña, Chavarría se fue en velocidad de Atienza en el lateral del área (qué lento el central) y puso un centro raso atrás que Caye Quintana fusiló en carrera ante el marco. Le dio al centro y Cristian Álvarez pudo haber rechazado un remate defectuoso, pero se le coló entre las manos. Ni el portero, en otros tiempos divino e infalible, está al nivel del pasado. No se había llegado a la media hora y pensar en la victoria era una utopía en este Zaragoza de escaseces generalizadas.
El Málaga durmió la contienda. Tenía casi todo el trabajo hecho con mucha antelación respecto de lo previsto. El equipo de Baraja se fue desmoronando como un castillo de arena en primera línea de playa. No llegó el 0-3 de milagro en el minuto 41, cuando Luis Muñoz remató solo en la frontal una nueva llegada colectiva de los de la Costa del Sol, pero la pelota dio en un zaguero local y se fue a córner. Ya en el tiempo de aumento, el anárquico Zanimacchia, que había desaprovechado antes un golpe franco bueno para sus supuestas condiciones de lanzador, remató en un escorzo un centro de Ros tras un córner mal sacado y el portero Soriano rechazó con algo de suerte. Fue una aislada opción de haberse metido en el duelo antes del descanso. Tampoco esto salió bien en un día negro.
El entrenador zaragocista hizo un doble cambio al inicio del segundo tiempo. Retiró a los dos extremos, Larrazabal y Zanimacchia (estaba cantado) y metió a Vuckic y Bermejo, echando a la banda izquierda a Narváez. Todo por un milagro, era el título de la película de los segundos 45 minutos. Salió embravecido el equipo local y Gabriel Fernández ensayó, sin éxito, una chilena en el área en el minuto 48 en un pase de Bermejo, pero el balón salió alto, desviado. El Zaragoza dejó espacios atrás, lógicamente, y Chavarría estuvo a punto de aprovecharlos en el 50 al pillar a contrapié a todos los blanquillos. Su chut fácil lo echó al lateral de la red y la sentencia no tomó cuerpo.
Atienza, en un córner en cortó centrado por Tejero en el minuto 57, pudo acortar distancias, pero remató alto a quemarropa. Le pitaron fuera de juego, pero no lo era. El VAR lo hubiera validado de ser gol. En la siguiente llegada, una falta directa cometida sobre Narváez en la frontal se la pidió Gabriel Fernández, del que se desconoce su destreza en tales lides. Estrelló el balón contra la barrera y otra ocasión a balón parado se fue a la basura. Así es imposible. Seguía faltando finura en los pases de los de blanco, siempre fuertes, imprecisos, sin dirección correcta.
En el minuto 63, con el Málaga a verlas venir guardando su tesoro, Vuckic amagó de nuevo el primer gol zaragocista. Tras un buen pase de Bermejo, muy activo, remató cruzado y el portero Soriano sacó la pelota con el pie tras haber tocado un defensa. Tampoco había fortuna en un partido tan desgraciado. Esa sensación se acrecentó en el 69, cuando Narváez rozó la escuadra izquierda del portal malagueño con un disparo a la media vuelta en el área. Baraja aumentó el toque a rebato con Adrián González y Papunashvili en el campo, montando un dibujo del tenor de un 4-2-4 en fase ofensiva. Pero los minutos pasaban como gacelas y nadie veía puerta. La remontada era cada vez más utópica.
Nieto tuvo la siguiente opción de marcar, en el goteo de ataques locales, pero su remate con la derecha en el 63 lo sacó a dos manos Soriano. Y, a continuación, Papunashvili falló lo infallable, a placer, tras un pase atrás de Bermejo, no encontró la portería. Increíble error del georgiano. El Real Zaragoza acumuló demasiadas llegadas útiles al área rival sin ser capaz de definir un solo gol. Un lujo de graves consecuencias en el fútbol, mucho más en el actual, de tanta precisión. Puede decirse, gritarse, que al equipo de Baraja le falta olfato a la hora de matar. Toreo de salón, sin estoque. Mal asunto.
Narváez añadió otra cuenta al rosario en el minuto 81, cabeceando alto, mal, un centro del recién incorporado Chavarría, el último cambio. Así es imposible. Entre la desesperación colectiva, tuvo que ser Adrián González, el ex del Málaga, el que rompiera la tendencia del yerro muy al final, ya en el 83, anotando bajo palos el 1-2 tras un centro raso del citado Narváez, que se había ido a la derecha. Ahí, todo el mundo recordó los errores precedentes… se pudo haber recompuesto el adverso marcador si la voracidad goleadora del Zaragoza fuese más acusada.
El partido murió entre los nervios de los blanquillos, que ya no supieron armar una sola jugada de peligro más, y la pausa malagueña, que les dio un triunfo de alto valor. En global, tuvo finalmente más ocasiones de gol el Real Zaragoza, pero eso no fue suficiente. El guión del duelo resumió las muchas carencias que acusa el cuadro que dirige Baraja, que pagó con severidad los agujeros defensivos del primer periodo y, sobre todo, cayó abatido por su inocencia ante el marco de Soriano. El sabor de la derrota volvió a sentirse en la vacía Romareda, como en el final de la pasada liga fue terrible patología que arruinó el ascenso a Primera.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Tejero, Atienza, Guitián, Nieto (Chavarría, 80); Eguaras, Javi Ros (Adrián González, 64) Larrazabal (Bermejo, 46), Zanimacchia (Vuckic, 46); Narváez y Gabriel Fernández (Papunashvili, 64).
Málaga CF: Soriano; Calero, Mejías, Juande, Escassi, Matos; Luis Muñoz (Lombán, 91), Ramón (Benkhemassa, 76); Rahmani (Jairo, 76); Caye Quintana (Jozabed, 91) y Pablo Chavarría (Cristian Rodríguez, 66).
Árbitro: Ortiz Arias (Comité Madrileño). Amonestó a Juande (33), Pablo Chavarría (61) y Tejero (94).
Goles: 0-1, min. 16: Chavarría. 0-2, min. 26: Caye Quintana. 1-2, min. 83: Adrián González.
Incidencias: Tarde agradable en Zaragoza, con 17 grados y un cielo de sol y nubes. El césped del estadio municipal zaragozano presentó un buen aspecto.
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