Decepcionante en grado extremo. Un mal sueño inacabable. Una pesadilla de miedos inhumanos. Eso es el Real Zaragoza en este apéndice liguero de 11 jornadas programadas por La Liga de manera anormal para salvar el negocio del fútbol. El equipo de Víctor Fernández se inmoló en esta noche de julio ante un Oviedo que se aprovechó a la perfección de sus regalos, de sus carencias, de tanto malo como ejecuta el cuadro aragonés día a día sobre el césped del estadio municipal. El ascenso vuela. Y la Promoción peligra. Todo lo disputado como locales lo han perdido los blanquillos, cero puntos sumados de 15 disputados en casa. Así, por supuesto, nada es posible más que un bofetón histórico.
El primer tiempo volvió a dejar en evidencia a un Real Zaragoza caricaturizado respecto del que llegó vicelíder al parón de marzo. Es un equipo de Regional desde el mes pasado. Roto físicamente (asunto gravísimo y mayor), sin ritmo, sin capacidad de pensar, sin ideas. Todos los ingredientes que lo empujan en la vacía Romareda al fracaso día tras día. No le gana a nadie. Tampoco le empata. No le da siquiera para eso. Siempre pierde. También contra un Oviedo que venía desesperado e histérico porque veía el descenso a Segunda B a un paso.
Desde el pitido inicial se vio que iba a repetirse el calvario de los días previos ante Alcorcón, Almería, Huesca y Rayo Vallecano. El Oviedo avisó en el minuto 5 y en el 8 de que venía a por todas, a por su flotador salvador. Arribas cabeceó un córner al palo (siguen cabeceando todo los rivales) y, de seguido, Obeng voleó de primeras un centro de Cristian Fernández y su tocayo Álvarez rechazó como pudo a córner. El Zaragoza no pasaba de medio campo. No daba dos pases seguidos. Todos iban andando. Literalmente, andando. Así no se juega ni en Tercera Regional, Grupo 2º. Y, claro, el 0-1 vino por pura decantación en el minuto 14. Agujero profundo a espaldas de Nieto y Clemente en una segunda jugada (incomprensible), se mete Luismi solo hasta línea de fondo y su centro raso, preciso, lo remacha bajo palos Obeng, solo como la una. Defensa de margarina (no le da la talla ni para ser de mantequilla). Empezaba el nuevo vía crucis.
Aunque en el minuto 20 Guti lanzó por primera vez a puerta, alto por un metro tras una penetración de un desesperado Luis Suárez (nadie lo asiste), eso fue un espejismo. Solo existían los asturianos. Tejera en el 28 casi hace un retrato a Cristian Álvarez, que también se contagia del mal de altura que está triturando al equipo de Víctor Fernández. Se comió un disparo raso del centrocampista visitantes desde 30 metros y no fue dentro por que el toque en sus manos, fallido, lo desvió lo justo para que fuese a córner junto al poste. Tremendas muestras de inferioridad a todas caras.
Del control absoluto del Oviedo los zaragocistas nunca salieron. Solo una jugada personal, de orgullo, de Luis Suárez, llevó de nuevo el balón cerca del inédito portero Lunin. Su centro atrás nadie lo leyó, ni el sorprendente alineado Pereira, ni Puado, ni Guti… todos se confundieron en buscar el balón, que estaba cantado a dónde iba a ir. Era el minuto 33. Todavía había quien creía en la remontada. Hasta que llegó el minuto 45 y los ovetenses hicieron el 0-2, un golazo de Sangalli en un voleón en el segundo palo tras una falta evitable de Vigaray, tras el enésimo error en el despeje de un errático Clemente. Nadie marcó al extremo carbayón y, obviamente, pudo cruzar a placer semejante acción de pizarra. Todo le penaliza a un equipo menor, este Real Zaragoza del verano de 2020.
Eguaras, un desastre constante. Nieto y Clemente, atrás, un queso gruyere. Vigaray, una sombra de sí mismo. Pereira, una anomalía que se quedaría en la ducha en el descanso. Guti, agotado hace días. Puado, fuera de onda. Zapater, la mitad de la mitad de lo que fue y sería en forma física. Así es imposible hacer nada en limpio. En el terrible descanso, con los ánimos pisoteados por el suelo, Víctor retiró al citado Pereira y al desdibujado Guti, tarjeteado por impotencia. Entraron Kagawa y Burgui. Moneda al aire, boletos en la tómbola. A ver si tocaba.
La primera jugada del segundo tiempo fue desoladora. Una colada del Oviedo a espaldas de Vigaray que acabó con un penalti flagrante (de nuevo) del joven Clemente, tierno como un jazmín. En el 46, el exzaragocista Rodri tenía el 0-3 en su bota derecha. Engañó a Cristian Álvarez, pero envío el balón al larguero. Falló el Oviedo lo que pudo ser la puntilla absoluta, el descabello. Y dio vida al Zaragoza, con todo el segundo tiempo por delante. Para eso, naturalmente, los blanquillos debían sufrir una metamorfosis brutal. Intentaron venirse arriba. Y en el 50, Kagawa cayó en el área encimado por Arribas. Se pidió con vehemencia penalti, que el vasco Sagués Oscoz no vio tal. Ni el VAR. Lo de siempre, vaya. Los zaragocistas bramaron en voz alta. Gritando en el desierto. Y sin cantimplora. Todo inútil.
El Real Zaragoza pareció recoger el reto de ese penalti errado por los ovetenses. Vigaray, en el 54, centró al área y Zapater remató a las manos de Lunin. Se estaba pisando el área más veces que en todo el primer tiempo, de infausto paladar y consecuencias. Ziganda, entrenador visitante, cambió a sus dos delanteros, Obeng y Rodri, por los frescos Borja Sánchez y otro ex blanquillo, Ortuño. Quería hacer más sangre en la blanda defensa zaragocista. En una contra local, Puado centro al área en el 58 y el remate de Luis Suárez, raso, lo paró en dos veces Lunin. Si no llegaba pronto el primer gol, el Real Zaragoza iba a ahogarse solo. El Oviedo no se metió atrás. Jugó valiente y en el 61 Ortuño rozó de nuevo el tercer tanto, salvado en dos veces por Cristian Álvarez. Y repitió Ortuño un minuto después, en un mano a mano cristalino que de nuevo el portero argentino echó a córner con las piernas. Todo era un alboroto sin orden.
Nieto, en el 65, cabeceó en semifallo una falta lateral de Zapater, errando un gol a bocajarro en condiciones normales. Incluso pudo haber mano de un defensor astur, pero Sagués ni revisó el VAR. Nada le sale a este Zaragoza confuso y errático al límite. Se llegó a los últimos 20 minutos entre la desesperación creciente en los zaragocistas. Empujaban con corazón, pero con nulo acierto. Lo de cada día. Haciendo faltas por inferioridad, sin que nadie lograse un regate, una superioridad en conducción. No es reconocible este Real Zaragoza. En ese cúmulo de desgracias y percances que acompañan al equipo en este tramo negro de la competición, llegó la lesión del guardameta Cristian Álvarez a falta de un cuarto de hora. Una lesión muscular. O sea, otra baja para lo que resta salvo reencarnación divina. Ratón entró por fuerza.
Y Ratón se estrenó encajando el 0-3, de bienvenida, obra de Bárcenas en el 79 tras un contragolpe de Borja Sánchez que nadie taponó durante 50 metros, asfixiados todos los blanquillos. Un gol para el sonrojo. Otra goleada en casa. Como si en vez de ser un aspirante a subir a Primera este Zaragoza fuese un equipo descendido a Segunda B. La imagen de los blanquillos no puede ser más dolorosa. No pueden. No han venido a esta reanudación de la liga. ¿Qué hicieron durante el confinamiento? ¿Qué ha pasado, por qué se ha parado en seco este equipo? Cinco derrotas seguidas en casa no había sucedido jamás en 87 años de historia. Ni en las temporadas más catastróficas. No queda nada más que decir. Todo habla por sí solo. Es terrible. Y la pregunta es qué sucederá en las dos últimas jornadas que faltan. ¿Aún puede haber algo peor que esto?
La catástrofe la firmó, ya en el minuto 90, el exzaragocista Ortuño, siempre fiel ante el gol frente a los blanquillos. Ratón, que no paró un balón de cuantos le llegaron, se comió un disparo raso desde la frontal del área a la media vuelta. Otros cuatro tantos encajados, como el día del Rayo. Este Zaragoza tiene faz de colista, de equipo desahuciado. Eso es lo que es en el apéndice de la liga que se está jugando desde mitad de junio. El peor de los 22 de Segunda. Y, pese a todo, aspiraba, ganando, a meterse de nuevo en ascenso directo. Es todo una paradoja incomprensible.
Como lo son los goles inútiles de Linares cuando los partidos ya acaban en tragedia. Así llegó esta noche el 1-4, ya en el minuto 93, a centro de Delmás, con el Oviedo ya parado degustando su brillante victoria. Y, para que todo fuera aún más estrambótico, en el 94 se pitó un penalti a favor de los aragoneses, sobre Luis Suárez. Kagawa lo transformó en el 2-4 para maquillar otra hecatombe y repetir guarismos respecto del día anterior ante el Rayo.
El Cádiz asciende de gratis esta jornada gracias a esta derrota zaragocista. Y ahora, en un estado catatónico del vestuario blanquillo, hay que acometer los partidos ante el Albacete y la Ponferradina. Los últimos. Con peligró, incluso, de no jugar ni la Promoción. Cosa que, visto el nivel de juego del Real Zaragoza actual, es un asunto secundario a estas horas.
Ficha Técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez (Ratón, 76); Vigaray (Delmás, 62) Atienza, Clemente, Nieto; Eguaras, Zapater, R, Guti (Kagawa, 46); Pereira (Burgui, 46), Puado (Linares, 79) y Luis Suárez
Real Oviedo: Lunin; Nieto, Grippo, Arribas, Cristian Fernández; Tejera, Luismi; Sangalli (Coris, 87), Obeng (Borja Sánchez, 56), Bárcenas; y Rodri (Ortuño, 56).
Árbitro: Sagués Oscoz (Comité Vasco). Amonestó a R. Guti (42), Vigaray (54), Puado (66) y Luis Suárez (84).
Goles: 0-1, min. 14: Obeng. 0-2, min. 45: Sangalli. 0-3, min. 79: Bárcenas. 0-4, min. 90: Ortuño. 1-4, min. 93: Linares. 2-4, min. 96: Kagawa, de penalti.
Incidencias: Noche calurosa en Zaragoza, con 30 grados al inicio del partido tras un día de bochorno y ambiente de tormenta. El césped de La Romareda presentó un aspecto magnífico.
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