PARTIDO Nº 653 ESPAÑA 2-0 INGLATERRA (13-11-2015)
ESPAÑA | Partido 653 |
INGLATERRA |
2-0 | ||
(1-0) m.71: Mario Gaspar. (2-0) m.84: Cazorla | Amistoso 14 Noviembre 2015 Alicante Estadio: Rico Perez |
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FICHA TÉCNICA
España: Casillas, Mario, Piqué, Bartra (Azpilicueta 81'), Jordi Alba, Busquets (Koke 77'), Iniesta (Nolito 46'), Cesc, Thiago (Cazorla 25'), Paco Alcácer (Pedro 73') y Diego Costa (Juan Mata 63'). Seleccionador: Vicente del Bosque | |
Inglaterra: Hart, Walker, Bertrand, Carrick (Shelvey 89'), Jones, Smalling (Cahill 83'), Lallana (Alli 63'), Delph (Dier 63'), Barkley (Rooney 73'), Kane y Sterling Seleccionador: Roy Hodgson |
España 2-0 Inglaterra
63 % Posesión 37 %
0 remates poste 1
4 remates a puerta 3
3 remates paradas 3
6 remates fuera 6
5 remates otros 0
0 tarjetas amarillas 0
0 tarjetas rojas 0
11 faltas recibidas 6
6 faltas cometidas 11
66 balones perdidos 72
44 balones recuperados 44
1 fueras de juego 4
0 penalties 0
11 intervenciones portero 7
Mario, un gol para un museo
El público acabó coreando el nombre de Piqué, que, como Bartra, hizo un formidable partido. Los ingleses solo remataron una vez a puerta: a los 67’.
Hay muchos fenómenos imprevisibles. El fútbol es campo abonado de ellos. Fenómenos difíciles de prevenir, de ahí el júbilo que causan cuando algunos acaban materializando lo que han buscado con denuedo. Ocurrió con España, que hasta los 72’ de partido no había conseguido resolver su competida pugna con Inglaterra. Bien es verdad que lo había merecido, no sobrada ni con un fútbol espectacular, pero merecido, al fin y a la postre. Fue en ese momento cuando ante la sorpresa de todos se produjo un hecho prodigioso. Una obra de arte. Un compendió rarísimo de ver en fútbol, donde casi lo hemos contemplado todo. Cesc, que había tomado el mando creador de la selección tras la salida del campo de Thiago y la no aparición de Iniesta en él, después del descanso, metió un balón por alto hacia Mario Gaspar, lateral profundo y hombre con olfato de gol, que vio lo que se le venía encima. Listo ante lo que le iba a caer, Mario se lanzó a volar, voló, se encontró con el balón y lo remató. Junto al poste derecho de Hart, cuya estirada no frenó el esférico. Una diana memorable, de las mejores en mucho tiempo, improbable que veamos más. España abrió así su marcador ante la correosa, solo correosa Inglaterra, y Cazorla cerró el 2-0 en una jugada confusa, en la que los “blancos” pidieron fuera de juego, alguno de ellos se quedó clavado y el asturiano remató con la zurda, otro balón al mismo palo. Hart también andaba despistado. Era el tanto que sellaba el triunfo.
Los partidos entre grandes tienen una esencia especial. La tienen no solo por la calidad de los contendientes, algo que siempre se da por hecho, en el José Rico de Alicante, España e Inglaterra, dos clásicos, sino por lo que se desprende de ellos. Ese aroma tiene que ver con la tradición futbolística y con los valores que se representan. Los valores de casi todos han ido cambiando con el paso de los años, que no perdonan. España construyó su mejor época a base de tocar y tocar, además de contar con muchas otras virtudes, es cierto. Inglaterra nació y creció con un tipo de juego que desde hace años no maneja. Mantiene otras muchas de sus facetas: el té de las cinco o circular por la izquierda. Cosas de las Islas.
La selección inglesa es, no obstante, una de las escasas que pueden presumir de haber ganado a España más veces de las que ha perdido, aunque su primera derrota se la causara un formidable equipo español el 15 de mayo de 1929, en el desaparecido estadio Metropolitano de Madrid. Se vengaron (7-1) dos años después en Londres, pero el transcurrir del tiempo fue provocando alegrías españolas (Mundial de Brasil 1950, gol de Zarra) y penas (eliminaciones en el Mundial de España 1982 y la Eurocopa de 1996). Más allá de esos hechos puntuales, España siempre ha sufrido ante Inglaterra por la sencillez de su fútbol basado en la rapidez, la fortaleza, la velocidad y el pase largo. Hoy ese fútbol se parece en alguna de sus constantes vitales, pero es más rudo, más de presión asfixiante, mucho más físico, infinitamente menos talentoso. Los días felices, y supongo que añorados de los Moore, Bobby Charlton and company y de muchos de los que les sucedieron, pasaron hace tiempo. Su fútbol se ha hecho más europeo… o más parecido a los europeos muy conservadores y no tiene aquel brillo deslumbrante que nos embriagaba. Practican un cuatro-cuatro-uno-uno, miden mucho sus riesgos en medio campo y en ataque tratan de aprovechar la velocidad indiscutible de Sterling y las habilidades de Kane, muy ciertas ambas.
España también ha modificado sus conductas. No es la de 2008, ni la de 2010, quizás tampoco la de 2012. Hay que adaptarse a los tiempos y a los adversarios. Frente a Inglaterra, Del Bosque buscó la confrontación con la zaga inglesa desde la velocidad de dos cazagoles, Alcácer, por la derecha y Costa, por la izquierda. Las ocasiones de gol surgieron, sin embargo, más desde los que llegaron, una arrancada de Piqué, al que ovacionaron dos tercios de las gradas españolas, y de Busquets, que empalmó un despeje de cabeza de un defensa. Alcácer se sumó a los dos, pero eso deja claro que España dominó, apareció con cierta facilidad por las inmediaciones del área llegó con cierta comodidad y se atoró a partir de ahí. Jugó más por la izquierda con Jordi Alba e Iniesta, pero no encontró huecos en el área. Hasta asomarse a ella, Inglaterra le cedió campo y capacidad de maniobra, pero ni un segundo de respiro en la zona de los riesgos desde no halló un centímetro libre para rematar con peligro en todo el primer período. Cuando más estaba entrando en juego Thiago le llegó la lesión.
La segunda mitad empezó sin Iniesta, que se quedó en la caseta. España perdió a sus dos armadores, a los garantes del toque y la sutileza. El equipo entró en otra dinámica, Cesc se convirtió en el medio organizador, posición desde la que creció. Inglaterra también cambió, advertida de que sin Thiago e Iniesta España podía ser más manejable. Se equivocó. En esa lucha nerviosa emergieron como insuperables Piqué y Bartra. Al primero acabó coreándole la inmensa mayoría del público, tras un ejercicio supremo de autoridad. El joven Bartra se agigantó a su lado y nada les sirvió a los ingleses, que solo remataron con peligro a los 67’ con un derechazo del más que prometedor Kane. Cuando recurrieron a Rooney todo estaba resuelto. Inferiores a la hora de controlar cayeron merecidamente por su fútbol solo físico y excesivamente cauteloso. Es verdad que les venció una obra maravillosa de Mario Gaspar y unos segundos de duda, pero en Alicante solo hubo un equipo que mereciera la victoria: España.
El arte acaba con Inglaterra
La entrada de Nolito y un golazo de Mario Gaspar, segundo en dos partidos, llevaron al marcador la superioridad de España. Sentenció Cazorla y se lesionó Thiago.
El partido dejó dos verdades irrefutables: España es mejor que Inglaterra y el tercer lateral derecho de Del Bosque ha metido en dos partidos el doble de tantos que Diego Costa en diez. Tranquiliza lo primero e inquieta lo segundo. En cualquier caso, el tanto de Mario Gaspar justificó el partido. Ante un pase elevado de Cesc improvisó, en posición y con recursos de nueve, un remate de volea en escorzo que superó a Hart. Una obra de arte enmarcada, después, con un pase a la red de Cazorla y unos juegos malabares de Nolito que, unidos a los 100 partidos imbatido de Casillas, endulzaron un choque apacible.
Inglaterra ha pasado de las ruinas a las obras, pero aún no es España. De su lado estuvieron una firmeza defensiva que ha cultivado poco en los últimos tiempos, una buena ocupación del campo y Sterling, pequeño diablo con velocidad, desmarque y una gran amplitud de miras en el juego. El resto fue de la Selección, que a ratos pareció ensimismada con la pelota y que se aturdió un rato por la lesión de Thiago, el ilusionista, el gran candidato al principado de Xavi, pero que tuvo el partido en la mochila.
Del Bosque decidió apuntar con dos cañones, Diego Costa y Alcácer, a aquella caja fuerte y encoger el acordeón con Cesc e Iniesta, a los que la fuerza centrípeta llevó al interior para formar una especie de cuadrado mágico con Busquets y Thiago (luego Cazorla). Una invitación al asalto de Mario y Jordi Alba que se quedó a medias. La concentración de centrocampistas le aseguró embridar el partido, pero faltó la alegría y el alboroto que se espera de Thiago. Funcionó lo de acercar la zona de pérdida a la de recuperación y el pasar mucho tiempo en campo inglés, pero sobró manoseo de pelota hasta que Nolito agitó el duelo. Diego Costa se dejó el pellejo jugando, al fin, a este lado de la ley pero la predisposición no le llevó al gol. Dejó dos remates desviados y brochazos de patriotismo, pero los principios generales de contabilidad dicen que conviene meter goles. Alcácer, que necesita menos espacio para hacer fortuna, se queda en casi nada sin el gol. Es jugador de apariciones contadas y si no cuajan, acaba por ser irrelevante. A ratos hubo cocodrilos en el área inglesa.
En el lado menos oscuro, Nolito al margen, estuvieron Iniesta, magnífico en sus aperturas y con un sentido más aventurero que el resto de compañeros de línea, y Bartra, definitivamente el tercer hombre y con ese punto de dureza que los nostálgicos de la furia le requieren. También Busquets, siempre una solución con y sin la pelota. En cualquier caso, el atracón de fútbol elaborado sólo dio, en la primera mitad, para tres remates cruzados en exceso ante los que nada hubo de decir Hart. Uno de ellos llevó la firma de Piqué, que se ganó una efímera ovación en un mar (menos agitado que otras veces) de pitos.
Luego llegaron las bulerías con Nolito, que tiró dos caños y un tacón y se puso el partido por montera, y el intento de Del Bosque de arrancarse más de lejos con Mata por Diego Costa. La irrupción del jugador del Celta acobardó a los ingleses y entonces llegaron los goles del alicantino Mario Gaspar, segundo en dos partidos, segundo en posición y con aire de delantero centro, y de Cazorla. Una magnífica forma de juntar el arte y el ensayo.
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