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PARTIDO Nº 660 ESPAÑA 3-0 TURQUIA (17-6-2016)

PARTIDO Nº 660 ESPAÑA 3-0 TURQUIA (17-6-2016)

 

Corea S.

ESPAÑA

Partido 660


 

Turquía
TURQUIA
España 3-0 Turquía

1-0, m. 34: Morata.

2-0, m. 37: Nolito

3-0, m. 48: Morata

Eurcopa 2016

17 Junio 2016

Niza

Estadio: Allianz Riviera

 

Ficha técnica:

3 - España: De Gea; Juanfran, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba (Azpilicueta, m. 80); Cesc (Koke, m. 70), Sergio Busquets, Iniesta; Silva (Bruno, m. 64), Morata y Nolito.

0 - Turquía: Babacan; Gonul, Topal, Balta, Erkin; Calhanoglu (Nuri Sahin, m. 46), Ozan Tufan, Inan (Yunus Malli, m. 70), Ozyakup (Sahan, m. 62), Arda Turan; y Burak Yilmaz.

Goles: culmina una asistencia de Jordi Alba, tras un pase al desmarque de Iniesta.

Árbitro: Mirolad Mazic (Serbia). Amonestó al español Sergio Ramos (m. 1) y a los turcos Burak Yilmaz (m. 9) y Ozan Tufan (m. 40).

Incidencias: partido correspondiente a la segunda jornada del grupo D de la Eurocopa de Francia 2016, disputado en el estadio Allianz Riviera de Niza ante 33.409 espectadores, cifra oficial.

España 3-0 Turquia

62 % Posesión 38 %
0 remates poste 0
6 remates a puerta 0
0 remates paradas 3
8 remates fuera 7
4 remates otros 1
1 tarjetas amarillas 2
0 tarjetas rojas 0
13 faltas recibidas 15
15 faltas cometidas 13
53 balones perdidos 55
40 balones recuperados 37
1 fueras de juego 4
0 penalties 0
6 intervenciones portero 9

 

Una España que deslumbra

Se clasifica para octavos y obtiene el triunfo más contundente (3-0) de la Eurocopa ante Turquía. Tres minutos bastaron para que Morata y Nolito abrieran el melón de la victoria, que cerró, de nuevo, el ariete

En el soberbio  (“c´est magnifique”, que diría un francés) Stade de Nice (Niza para nosotros), durante hora y media de una espléndida tarde noche; en el Stade de Niza, para júbilo de ocho mil aficionados españoles que acompañaron a Su equipo, Su equipo, superados en número por los seguidores turcos, España avanzó espléndidamente, con frecuentes lecciones de gran juego, abrumador desde que se puso en ventaja en el marcador, en sus deseos de finalizar primera de grupo, lo que, en teoría evitaría sustos de mayor alcance en octavos de final, vayan ustedes a saber, sin embargo.

Consciente del gravísimo traspié croata, el gran enemigo anunciado de esta fase, incapaz de sostener (2-2) una ventaja de un par de goles ante la República Checa, que parecía inaccesible, ¿quién dijo que eran mancos…o pocos menos?,  el vigente campeón de Europa  goleó y barrió a Turquía, cumplió con todas las expectativas, lució largos momentos deslumbrantes y, para mayor abundamiento, frente a un adversario nada encogido en la primera media hora de juego, veloz, aunque romo, con las ambiciones comprensibles en quien o ganaba o, de hecho, se despedía de la Eurocopa 16; un enemigo más brioso que otra cosa, es verdad, pero con la proa hecha añicos en cuanto Morata abrió la primera de sus vías de agua.

A los diez minutos, y pese al desasosiego que Turquía trataba de imponer con un ritmo muy vivo, España ya almacenaba tres oportunidades más o menos claras: un lejano remate de Morata que obligó a una buena intervención de Babacan, el guardameta turco, quizás su única lucida; un desvío hacia propia puerta de Balta, que no batió a su compañero por dos palmos, y un amago de Piqué, remedando el cabezazo del gol a la República Checa. Más encrespado el partido de lo que podía suponerse, Turquía buscó por la banda de Arda, es decir, la de su excompañero Juanfran, la manera de hacer el mayor daño posible. No lograron gran cosa los turcos, pero si descolocar a España en lo que es lo más suyo, tener el balón, tiempo para pensar qué hacer con él y, de esa forma, quebrar su orden. Hasta Iniesta y Silva se sumieron en ese danzar nervioso que tan poco les va a los dos.

Todos sabemos de la previsibilidad del juego de España, previsibilidad que no debe ser tanta como se dice pues nos ha tenido en lo más alto durante años y aun ahora, y que es conocida por los equipos a los que se enfrenta la selección. Jugamos como jugamos porque los futbolistas que tenemos son exactamente como son. Fatih Terim, que es otro que sabe tela de esto, impuso un ritmo muy intenso con el que apagar a Iniesta y Silva, pero no pudo hacerlo con Busquets, erigido en la piedra angular de España. En torno a Sergio, del que un día dijo Vicente del Bosque que le hubiera gustado parecerse a él, del enorme Piqué y del poliédrico Alba, España sostuvo los apretones turcos e inició sus ataques. Sostuvo aquéllos y empezó a generar de éstos hasta que, de pronto golpeó con una contundencia de la que no sabíamos hace tiempo, loada sea; una rotundidad ofensiva que nos supo a gloria y que se saldó con dos goles en poco menos de tres minutos.

En un visto y no visto, rompiendo todos los esquemas turcos hasta entonces muy sostenidos, España desarboló a la armada elevada en torno a Turam, finalmente abroncado de forma inclemente por los suyos cada vez que tocaba el balón. Fueron dos precisos y preciosos directos a su mandíbula, dignos de Mohamed Alí: el primero de Morata, que de cabeza, escapándose del central,  remachó de forma espléndida un gran centro de Nolito, tras internada velocísima de Jordi Alba. Era el minuto 34. Tres más tarde, España, aprovechándose del desconcierto turco, enhebró el segundo de ellos: Cesc adelantó un balón por alto que cabeceó mal Mehmet Topal y no solo mal, sino hacia donde jamás debe un defensa enviar el esférico, hacia el centro de su área. Fue más un accidente que una intención, claro, pero, a su  vez, un tremendo error porque por esos lugares, por si no lo sabía el zaguero, suele andar un gaditano especialmente pícaro, Nolito, de cuyas botas había salido el centro que cabeceó Morata en la primera diana española. Nolito no hizo otra cosa que lo habitual en él, estar en el lugar debido en el momento preciso. Golpeó mal el balón, incluso, es cierto, con el tobillo, pero lo suficientemente bien como para dejar como una estatua a Babacan.

De Iniesta se tenían noticias relativas hasta entonces, pero más de las que tienen otros, mejor me callo. Había aparecido en algún pase del primer tiempo, le habían dado un tantarantán del que se dolió y parecía estar jugando a medio gas. O será que es así, que parece que no está y está. A los 48’, Jordi Alba, uno de los grandes de la noche, que ya había formado parte del origen del primer tanto de Álvaro Morata, entró por su banda, cedió el balón a Andrés, que hizo lo que debe hacerse y muy pocos hacen: levantó la cabeza y volvió a pasar el balón a Jordi, rozando situación de fuera de juego. El lateral prosiguió la acción tan bien como la había comenzado: adelantó el cuero a Morata, que volvió a marcar.

La victoria tiene un gran valor. Por cómo se logró, sobre todo, y, repito, no fue fácil al principio, y porque estos resultados ofrecen frutos balsámicos de cara a los grandes desafíos que esperan. España llega al cierre de esta fase de forma impecable, goleadora e invicta, con una enorme jerarquía, y sabiendo, además, que un empate ante la atribulada Croacia de hoy puede darle el liderato final del grupo. Todo hace suponer que, desde ahí, los cruces serán más cómodos.

Baile a Turquía y al algoritmo

Nueva exhibición de Iniesta. Doblete y partidazo de Morata. Nolito asistió y marcó. Arda, abucheado. España ya está en octavos.

Pasó el Mundial, que bien enterrado está, y regresó la España expansiva, imparable, deslumbrante. Una versión remasterizada del clásico que edificó Luis y sostuvo con mano de diplomático Del Bosque. Otros futbolistas pero la misma idea, la misma luz y la misma ejecución impecable de un fútbol que exige paciencia, precisión, astucia y velocidad. Virtudes todas que cultiva Iniesta y los demás le siguen la corriente. España está en octavos y a nadie le apetece una cita con ella.

Le va a llevar un tiempo al Madrid explicar por qué piensa (ahora está más cerca del pensó) en Morata como instrumento para hacer dinero que invertir en quién sabe qué capricho. Ningún nueve en esta Eurocopa ha impresionado más que él. Un ariete postmoderno que reparte muy bien su tiempo sobre el césped: es agraciado en las bandas, se siente capaz de aguantar la pelota para dar al equipo una segunda oportunidad, sintoniza con el tiquitaca, es generoso en el esfuerzo y sagaz en el desmarque... En gol siempre se quedó algo corto, pero el oportunismo aparece con el tiempo. Un cabezazo suyo sacó del partido a Turquía, que se defendió a tornillazos, torpemente, ante una Selección nuevamente estupenda. España exhibió una musculatura que nadie más tiene en el torneo.

Terim, emperador sin imperio, advirtió sobre Iniesta, el mejor centrocampista del mundo. Y también el futbolista más influyente del planeta. ¿Dónde se mete el algoritmo cuando él sale al campo? Nadie mejora a un equipo como él. Le llevó un cuarto de hora meter en la muleta a los turcos, jugadores que no bromean en los balones divididos. Pasaron en ámbar el semáforo de la clasificación y fueron acusados de gandulear ante los croatas. En Niza se emplearon de modo extremo, con Arda y Calhanoglu también en trabajos de fontanería, pero la aspereza no les salvó. El azulgrana fue abucheado sin misericordia.

España resultó aún mejor que la del estreno, con laterales ambiciosos, con Silva entrando y saliendo desde la banda izquierda con embrujo y con Nolito sacando provecho de su gracia flamenca. En él ha encontrado Del Bosque un jugador distinto, imprevisible pero eficiente. Le dio el 1-0 a Morata y firmó el segundo por no abandonarse en una pelota que era de Topal. Despejó mal y ahí estaba él para disparar a la Selección.

La última hora de partido fue una feria de artesanía: tremendo Busquets en el corte, agigantados los centrales, sin cadena Iniesta, larguísimos los laterales, en su salsa Morata, un gol tras 22 toques y cauteloso con el esfuerzo Del Bosque. Hasta Cesc creció entre tanta riqueza. Sólo España ha metido más de dos goles en un partido del torneo. Y ninguna otra Selección los ha adornado mejor.

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