Partido 21 Grupo C
ITALIA 2 - 0 IRLANDA
Italia: Buffon; Abate, Barzagli, Chiellini (Bonucci, m.57), Balzaretti; Pirlo, Marchisio, Motta, De Rossi; Di Natale (Balotelli, m.75) y Cassano (Diamanti, m.63). No utilizados: De Sanctis, Sirigu, Ogbonna, Nocerino, Giovinco, Maggio, Montolivo, Borini y Giaccherini.
Irlanda: Given; O’Shea, Dunne, St. Ledger, Ward; McGeady (Long, m.65), Whelan, Andrews, Duff; Doyle (Walters, m.76) y Robbie Keane (Cox, m.86). No utilizados: Westwood, Forde, Odea, Kelly, Mcshane, Hunt, Gibson, Green y McClean.
Goles: 1-0, m.36: Cassano; 2-0, m.90: Balotelli.
Arbitro: Cuneyt Cakir (TUR). Amonestó a Balzaretti, Buffon, De Rossi, Andrews y O’Shea y expulsó por doble amonestación a Andrews (m.89).
Estadio Miejski de Poznan, 38.000 espectadores.
Cosas de Cassano y Balotelli
Italia doblega a Irlanda, que, sin embargo, la mantuvo al borde de la taquicardia
durante la segunda mitad, cuando los ‘azzurri’ volvieron a apelar al espíritu conservador
Como si la ración de biscotto, durante la semana, le hubiera sentado mal, Italia salió con dolor de tripas. La digestión no fue buena y hasta el minuto 90 no respiró tranquila con una clasificación más disputada de lo previsto. Su problema no fue el biscotto, en el que nunca creyó, sino su fútbol, con algunas costuras por zurcir, y su personalidad, un tanto tímida, demasiado medrosa.
Le costó unos 10 minutos evacuar el dulce, los que tuvo Irlanda para hacer un guiño a su inestimable y colorida afición con un par de llegadas que en Italia, seguro, revivieron los maléficos homenajes al 18 de junio, cuando La Azzurra perdió con los irlandeses en el Mundial de Estados Unidos y cuando fue eliminada en el de Corea del Sur por el equipo anfitrión. Mal día para mirar al calendario. Malo, además, cuando el que yerra a los 30 segundos es Pirlo, la bandera y el mástil de Italia, y propicia una contra irlandesa de las que se atragantan en la nuez.
Italia salió del escusado aliviada cuando Pirlo, aunque muy atrás, comenzó a manejar cortito el fútbol, apoyándose en Motta y contando con la agilidad de Di Natale para escapar de las fornidos irlandeses. Cassano se dedicó a moverlos por las bandas, fuera de sitio y lugar. Di Natale, por rápido, por listo, superó al portero irlandés y en un gesto magnifico envió el balón a la portería vacía. St. Ledger llegó a tiempo de evitar que cruzara la raya. Fue como una promocion de una película ya anunciada. Irlanda se vio superada por una marabunta, bien es cierto que pacífica, de Italia y, para colmo, sufrió la inseguridad del portero, Given. Sus manos de cirujano no soportaron el impacto previsible de un disparo de Pirlo y lo envió a córner en vez de abrazarlo. Casano lo aprovechó para rozar con su último pelo el balón, que dio en un poste y botó dentro, aunque sin alcanzar la red.
No era una Italia grande, no era una Italia bella, pero era una Italia que ejercía su autoridad de forma suficiente. Pero, en la segunda mitad, era una Italia aterrada por el frenesí irlándés, que, sin nada que perder, decidió que había llegado su momento estelar. Italia se asustó. Las segundas partes se le atragantan. Parece extraño que un simple empujón físico de Irlanda, con la osadía que da la calma, le robara los galones del partido y le empujara a la defensa con pico y pala. Como si los genes que no se adivinan en el modernista Prandelli se apoderasen de Italia sibilinamente, La Azzurra dio dos pasos atrás e invitó a la tropa irlandesa a un acoso que fue elevando su autoestima.
Cada jugada a balón parado era un abracadabra del 18 de junio. Doyle y Duff se convirtieron en velocistas indomables y los grandullones irlandeses en gullivers aún más agigantados. Pero siempre queda un resquicio para el arte. El de Buffon, para repeler un misil de Andrews, y el de Balotelli, para cortar con tijera de sastre un centro desde la derecha que le permitió poner su sello a la escueta carta de un partido más emotivo que bello.
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