Dubljevic muta su estrella para dar la victoria a Valencia Basket (68-62)
El pívot montenegrino (14 puntos) emergió en los minutos finales para mutar su estrella y anotar dos triples que rompieron la igualdad que reinó durante 38 minutos. Unicaja, que completó un gran partido y acarició la victoria, espera en casa cambiar el signo de la final
28 mar. 2017.- Ya avisaba “no quiero volver a perder”. El pívot Bojan Dubljevicdescubrió sus intenciones antes del partido y evidenció sus ansias por levantar un trofeo que definitivamente le haga entrar en la historia del club que le ha visto crecer y que ha hecho crecer con su calidad. Este martes fue el factor X en la victoria de Valencia Basket sobre Unicaja por 68 a 62.
El pívot no tuvo un partido acertado y, después de tres cuartos, sólo sumaba ocho puntos. Como su equipo, estaba a merced de un Unicaja que llegó como un lobo vestido de piel de cordero. Sus declaraciones prrevias entregaban el favoritismo a Valencia Basket, pero el juego, que es lo que realmente habla en el parqué, le permitió estar por muchos momentos por delante de su rival y acariciar el triunfo.
Al final no lo hizo porque las estrellas son estrellas durante 40 minutos y bien estar agazapadas durante muchos momentos pero acechar y esperar el instante oportuno para devorar a su presa. Así lo hizo Dubi quien, ante un público entregado, mutó su forma habitual de ganar partidos para anotar dos triples finales que valieron el primer triunfo de la Eurocup Finals.
Unicaja demostró tener el empaque de un equipo ganador y el carácter suficiente para rehacerse, en primer lugar, a un ambiente hostil y, en segundo lugar, a la apretura inicial de un Valencia Basket que siempre fue a remolque en una primera parte donde no se sintió cómodo en la pista.
La sensación siempre fue de un Unicaja un paso por delante. Es cierto que es más fácil sentirse cómodo si los triples entran de inicio, pero el secreto de los malagueños fue en incomodar con su defensa los biorritmos de un rival que era superado en su mejor virtud: el rebote.
Con un Alen Omic (ocho puntos y 12 rebotes) imperial, los ocho rebotes ofensivos de Unicaja antes del descanso fue un precioso botín que supo gestionar con su acierto exterior, pero realmente era la defensa la que le dio réditos consiguiendo que su rival sólo registrara un 3/12 en triples (acabó con 38%). Por poner un pero al equipo malagueño, sólo le faltó un referente al que cogerse en los minutos finales. Sólo Jeff Brooks, 11 puntos, superó la decena de puntos.
Por los locales, las noticias no podían ser tan positivas. Si durante toda la temporada Valencia Basket está destacando por su efectividad desde la lejanía, no menos loable es el juego coral que muestra en los partidos. Partiendo del pilar interior que es Bojan Dubljevic, construye una ataque donde son muchas las armas que pueden acabar con cualquier resistencia, pero durante la primera parte sólo Joan Sastre fue la que se mostró efectiva.
En dos ocasiones Unciaja se escapó y coqueteó con la ruptura del marcador; dos veces apareció el balear para, con 11 puntos, liderar sendas reacciones. Se preveía un partido igualado, pero más era imposible con los dos primeros cuartos resueltos con sendos empates.
Casi se repitió el guión en el tercero porque si cabe este estuvo más apretado. Ya no hubo intentos de fuga y la goma valenciana, el partido de las emociones comenzaba a vislumbrar picos y todo se estrechó mucho. Si cabe, esa fue la mejor noticia de un Valencia Basket que entre el desacierto encontró dos triples de Romain Sato y Wil Thomas (ocho puntos, seis rebotes y mucha intensidad defensiva) para tomar una ligera ventaja (50-48).
Secuestrado durante 30 minutos por el excelente planteamiento defensivo de Unicaja, el ataque de Valencia Basket apareció donde psicológicamente más daño podía hacer: en el último cuarto. Un triple de Van Rossom (cinco puntos y seis asistencias) alargó el buen momento exterior, pero fue la voracidad de Pierre Oriola la que recordó al mejor Valencia Basket.
Unicaja pareció estar desorientado, su guión había cambiado de frases y las más hermosas las comenzó entonar su compañero de escena. Sin embargo, no se amilanó ni un ápice y tiró por tercera vez de orgullo y carácter ganador para, cuando se vio ocho puntos abajo, volver a meter el miedo en cuerpo de un pabellón que aguantó con voz entrecortada 38 minutos... hasta que apareció su estrella.
Unicaja descubre su ferocidad
Bajo la proclama de convertir su pabellón en una caldera, el Valencia Basket puso todo para crear un ambiente sensacional que rápidamente contagió a los jugadores de ambos equipos dando paso a unos minutos iniciales de gran acierto en ambos equipos. Especialmente acertados estaban los aleros malagueños y si Adam Waczynski abría el marcador para los suyos, Nemanja Nedovicencadenó cinco puntos seguidos para poner la primera ventaja para Unicaja (5-10).
A base de triples (anotó cuatro de sus cinco primeros intentos) el conjunto malagueño se quitó la máscara y su teórica inferioridad tan verbalizada días previos dio paso a un descarado juego que comenzaba con su gran trabajo en el rebote defensivo y seguía con un perfecto juego combinativo que Jeff Brooks le hacía alcanzar una máxima ventaja de 10 puntos (7-17)
Bojan Dubljevic quería ser el refugio taronja, pero ante su desacierto fue Joan Sastre quien tuviera una magnífica puesta en escena en la final con dos triples seguidos y una recuperación defensiva que apretó el marcador con un parcial 8-0. Los locales definitivamente entraron en partido y toda la renta visitante quedó en nada cuando Will Thomas convirtió un rebote en el mate que empató el encuentro a 20. Los valencianos incluso tuvieron la opción de ponerse por delante, pero Sastre falló y el primer acto se cerró respondiendo a las expectativas deportivas y emocionales de la final.
Misma historia, mismo resultado
El paso de los minutos limó la efectividad triplista de Unicaja, pero su seguridad en el rebote se extendió al ataque y gracias a las segundas opciones fue recomponiéndose después del arreón de un rival que al inicio de segundo cuarto volvía a verse por detrás del marcador. La desconexión había cambiado de camiseta y el color anestesiado era el naranja. Carlos Suárez recuperó el acierto triplista y el parcial cambiaba de lado para ver como Unicaja hacía real su mejor juego (20-28).
Como si uno y otro equipo se mimetizaran los papeles cambiaban de mano entre los protagonistas y ahora era Valencia Basket el que trataba de sobrevivir con el rebote ante el desacierto de sus exteriores. Cada canasta valenciana costaba un mundo y la sensación era de ir por detrás de un Unicaja que encontró mayores (y más fáciles) vías de anotación.
La polarización protagonista de Luke Sikma (cinco puntos y cuatro rebotes al descanso) y Joan Sastre no era una buena noticia para los locales, pero, por mor de un par de buenas acciones defensivas, logró recuperar sensaciones y seguir aumentando grados una caldera que vibró en los instantes finales con una segunda remontada de los suyos. Dos veces se tambaleó Valencia Basket, dos veces se levantó y, nuevamente, con otro rebote ofensivo empató el encuentro a 35.
En la igualdad crece Valencia Basket
La pausa y el silencio que siempre deja el vestuario seguro que dio la correcta perspectivas a ambos equipos durante el descanso. Unicaja tenía el control del juego, el ritmo y las sensaciones eran suyas. Habían dominado salvo el tiro libre inicial y eso debía redoblar su confianza.
Por el contrario, en la pared de al lado, los taronja debían decirse a sí mismos que pese a no estar cómodos en pista, y no sentir el acierto del triple, estaban empatados... una ligera brisa ofensiva le podía poner en condiciones de ponerse por delante.
Para impedirlo, Jeff Brooks recuperó el brillo que las faltas le secuestraron por momentos de la primera parte y evidenciando muelles se adueñó del aro para permitir que Unicaja alargara esa sensación de superioridad en un tercer cuarto que recuperó fugazmente la frescura anotadora.
Un intercambio de triples entre Guillem Vives y Jamar Smith. Comenzó a ser un oasis en el desierto de puntos en el que los nervios y la tensión convirtió el cuarto. El ataque taronja se alargó mucho más de lo que le hace sentir cómodo, pero Unicaja tampoco terminó de encontrar regularidad anotadora. Así las cosas Will Thomas volvió a poner la igualada en el marcador a mitad del tercer cuarto (44-44).
Por extraño que pareciera, sabía muy bien a los locales no verse muy por detrás de su rival. Fue el primer donde no sintió que la diferencia apretaba los cordones de sus zapatillas y eso permitió que, cuando dos latigazos ofensivos encontraron el aro, terminara el cuarto por delante. Primero Romain Sato y luego Thomas dieron la vuelta al marcador y dieron una máxima renta de cuatro puntos que, eso sí, Carlos Suárez redujo a dos (50-48).
Dubljevic se hace gigante desde el triple
Para Unicaja verse por detrás en el marcador era una nueva prueba de carácter y, curiosamente, el más joven sobre el parqué fue el que mejor respuesta dio. Viny Okuo dejó de lado su carné de identidad y dos canastas interiores volvieron a empatar el partido en el inicio del último acto.
Sin embargo, la bestia taronja parecía que había despertado y un triple de Van Rossom y cinco puntos seguidos de Oriola dieron una ventaja de ocho a los locales. El 60 a 52 a 6:23 era un mundo y la fonteta así lo sentía haciendo hervir su efusividad.
Unicaja pareció desorientado, le sobrevino la marea taronja en ataque y el rebote dejó de ser su solución de emergencia. Casi cuatro minutos sin anotar es dar mucha renta a cualquier rival... y más en una final. Para evitarlo, Dani Díez (siete puntos y tres rebotes) anotó un triple en transición que sabía a bombona de oxígeno. A tres minutos del final ese punto de inflexión pudo darle nuevos bríos a Unicaja, pudo ponerse a tres puntos pero varios fallos bajo tablero de Brooks y Omic dieron lugar a un triple de Bojan Dubljevic que elevó la renta a ocho puntos (65-57) a 2:31 para el final.
Bien pudiera haber sido definitivo, pero las finales las juegan los grandes y los jugadores con personalidad. Unicaja evidenció ser grande y tener jugadores con la suficiente personalidad para volver a meterse en el encuentro. Jamar Smith tuvo un triple para ponerse para dos pero no entró, Vives tuvo otro para matar el partido pero tampoco encontró el aro... Había pasado un minuto y Unicaja estaba a cinco... que fueron tres cuando Brooks anotó un tiro abierto. En ausencia de Nedovic (solo anotó las dos primeras canastas iniciales), el pívot americano y Kyle Fogg (ocho puntos) seguían aprentando el marcador.
Después de sentir la presión de remontar un partido muy complicado, Valencia Basket tuvo la presión de ganarlo. Había múltiples opciones pero porfió su opción a la más ganadora: el pick and pop entre Van Rossom y Dubljevic. Esta vez el montenegrino no se abrió al centro de la zona... ni falta que hizo, desde el lateral derecho de la cancha mató a Unicaja con un triple. Valencia tenía su victoria y su héroe.
Una estrella multiforma: capaz de ser determinante en el rebote defensivo y jugando de espaldas al aro en ataque, pero que, de vez en cuando, saca a relucir su gen mutante y mira el aro de frente para meter triples.