Lejos de consolidar la permanencia en la categoría, el Real Zaragoza se complicó la vida este sábado tras perder 0-1 ante el Deportivo de La Coruña en La Romareda con un gol postrero del exzaragocista Pedro, en el minuto 83, que lo deja metido de lleno todavía en el lío del descenso, a expensas de lo que hagan los rivales que juegan el domingo y teniendo en cuenta ya que el Extremadura (próximo rival) venció 0-1 en Tarragona simultáneamente. Cuando el 0-0 se daba por bueno (y lo era, vistas las circunstancias), ese tanto de los gallegos sumió al zaragocismo de nuevo en un estado de preocupación que alarga la agónica temporada en busca de eludir la 19ª plaza que lleva a Segunda B y que es la única que resta por definirse en las últimas 5 jornadas de la liga.
Aburrida, espesa, llena de torpezas de unos y otros resultó la primera parte. Un tostón. Víctor Fernández anunció el día anterior una apuesta valiente, dentro de un partido de ida y vuelta, pero ni el Deportivo propuso, ni los zaragocistas supieron culminar sus ratos de cierto control del balón. Todo salió alejado en grado sumo de lo previsualizado. El 0-0 del descanso era fiel reflejo de la catarata de errores continuos de ambos equipos con la pelota en los pies. El Zaragoza mandó claramente en los primeros 15 minutos. Hubo después un rato largo de equilibrio en la nada, cuando los gallegos decidieron espabilar y tocar algo más el balón en medio campo. Y, finalmente, en la recta final del primer periodo, el Dépor tuvo en los pies de Borja Valle la gran ocasión de ponerse en ventaja, pero el punta lanzó alto, a placer, un pase medido al área del lateral Saúl García en una fase en la que los aragoneses estaban desaparecidos en combate.
En ese tramo inicial de ilusión blanquilla, P. Biel forzó al portero Dani Giménez a intervenir con acierto en un disparo cruzado desde el pico del área en el minuto 7. A continuación, en el 11, fue M. Gual (que volvía a La Romareda más de un mes y medio después tras su triplete en Córdoba) quien probó una frivolidad, a la primera, a bote pronto en el área gallega, pero su intento de vaselina casi sin ángulo ni posición se le fue por poco por encima del larguero. Y ahí se acabaron las opciones locales. No hubo más que escarceos desde ese instante, un querer y no poder dado que nadie era capaz de dar el pase definitivo bien. Ni el reaparecido Papunashvili, muy fuera de forma, ni el citado Biel, ni un lento Eguaras (amonestado nada más empezar), ni un desenchufado Zapater (la otra gran novedad del once inicial), ni los dos puntas, Álvaro Vázquez y M. Gual, encontraron jamás la forma de romper la dubitativa zaga gallega. Tampoco los laterales, Delmás y Nieto -éste errático en exceso- aportaron nada en ataque.
El primer aviso visitante lo hizo Borja Valle en el minuto 21, tras pared con Quique González, pero su disparo raso lo acabó taponando Verdasca en el suelo, con protesta de mano de los coruñeses. Algo que se repetiría un minuto después, en un centro de Saúl que volvió a cubrir Verdasca, tal vez con el brazo en un escorzo raro. Y, en ese despertar de los gallegos, Quique González, en el 27, entró solo en el área pero su centro hacia Carlos Fernández fue malo y Cristian Álvarez sacó por alto una ocasión clara de los de Martí. Tras estas andanadas deportivistas, el Zaragoza se fue difuminando progresivamente. Perdió el oremus por completo el cuadro aragonés, que no pisó la zona de peligro ante Giménez en ningún momento, para desesperación de la parroquia local.
Entre bostezos, el reloj avanzó hasta el minuto 41, cuando un centro raso de Saúl fue recogido en el área por Valle para, cuando todo el mundo presumía el 0-1, enviar alto rozando el larguero ante una defensa zaragocista apática y poco firme. El descanso fue agradecido en grado sumo por los de Víctor Fernández. Habían consumado una mala primera parte, con un engañoso principio que derivó en un guión feo de seguir. Defraudaron ambos equipos de forma rotunda. Al Dépor, el empate no le servía para casi nada, pues arrancó la jornada fuera de la Promoción de ascenso. Al Zaragoza, el puntito no le era malo en su aspiración de cerrar la permanencia cuanto antes. Quedaba ver qué ocurría tras el paso por las casetas.
Nadie hizo cambios en el intermedio. Fernández y Martí aguardaron acontecimientos después de sus pláticas pedagógicas. Algo debía mutar, era necesario darle la vuelta al fútbol como un calcetín, por completo. El duelo se reanudó con una parsimonia llamativa en las dos escuadras. Predominaba la lentitud. Comenzó a destilar miedos el discurrir del balón. Nadie quería perder. El problema era saber si alguien sabía cómo ganar. Todo eran jugadas embarulladas, mucho contacto, muchos golpes, interrupciones. Nula claridad de ideas. Escasa soltura ofensiva. Y visto lo visto, Víctor Fernández fue el primero que movió ficha: quitó a Papunashvili, que no había rascado bola en lo que iba de segunda mitad, y metió en danza a Guti, ubicado más adelante que nunca, a modo de extremo diestro.
Tras un cuarto de hora tan desechable como casi toda la primera parte, el sopor se rompió gracias a un error monumental de la zaga coruñesa, que regaló un balón a P. Biel (fue el lateral Saúl) para que el zaragocista montara una contra rápida en ventaja. No pasó a M. Gual, como pedía la acción, y decidió culminar él en solitario. El disparo de rosca del balear, desde la corona del área, lo sacó a córner el portero Giménez en una buena intervención. Era el minuto 60 clavado. Una hora de hambre futbolístico en las tribunas de La Romareda. Sin goles y sin casi amagos de llegadas potables.
El dominio del balón pasó a ser del Deportivo en la zona medular. Querían los gallegos, pero no tenían su tarde. El Zaragoza se fue echando atrás, para apostar por las contras rápidas en cuanto se robaba la pelota. Pero nadie supo llevarlas convenientemente. Guti, por la derecha, estaba fuera de sitio. Álvaro Vázquez, en su caída a la banda izquierda, vivió una tarde obtusa. Y M. Gual anduvo desabastecido todo el tiempo. Solo una jugada aislada, algún error flagrante de alguien, podía propiciar un tanto. El 0-0 se estaba haciendo fuerte en el marcador. Mandaban las defensas.
Justo cuando Martí metió metralla, poniendo en juego a Nahuel en vez del desacertado Valle, el Real Zaragoza perdió a Eguaras, que ya venía renqueante tras un golpetazo en la espalda minutos atrás. Javi Ros sustituyó a su paisano navarro, que se fue en camilla preocupantemente. Ese lapso en el partido pareció hacer de interruptor de los zaragocistas. En un minuto llegaron dos ocasiones dignas de ser reseñadas. Un disparo raso, flojo, de M. Gual fue detenido en el 70 por Giménez. Y en siguiente jugada, Guti recibió en la frontal del área un pase de Biel y su chut, también raso, se marchó cerca del palo derecho del marco gallego. Pareció despertar el Zaragoza a falta de 20 minutos.
Y así fue. En el minuto 75 se fue al limbo el 1-0 hasta por tres veces en la misma llegada al portal coruñés. Primero, P. Biel remató desde el borde del área, rechazando como pudo Giménez; la pelota quedó muerta en el área pequeña y M. Gual no atinó al golpear con todo a favor; el balón se paseó por el área chica de nuevo y Álvaro Vázquez, algo escorado, no logró embocarla dentro. Pareció increíble que ese gol no subiera al marcador. Y en estas, revoloteó por La Romareda el gafe de los ex. Salió Pedro al campo, en el minuto 80, relevando al apático Carlos Fernández. Y el viejo jugador zaragocista, en el primer balón con cierto decoro que recibió en el área (no se sabe donde estaba la defensa, en especial su marcador, Nieto), controló a placer y cruzó raso al poste lejano para batir a Cristian Álvarez en el minuto 83. El fútbol castigó duramente al flojo Zaragoza, otra vez más, en este día crucial para abrochar la salvación.
Apenas había tiempo para la reacción. Víctor apostó por Pombo in extremis. A toda prisa. Las histerias se apoderaron de cada intento de combinación blanquilla. El Deportivo se metió en la cueva, se colgó del larguero para guardar su preciado tesoro, hallado cuando nadie daba un euro por ninguno de los dos contendientes. El árbitro dio 5 minutos de aumento. Y todo fue un desbarajuste hasta el pitido final. M. Gual tuvo el último disparo del choque, al exterior de la red tras un centro corto de P. Biel. La decepción, moneda de cambio común en La Romareda todo el año, impregnó la conclusión de este nuevo episodio defectuoso del Real Zaragoza como local, el enésimo. No da más de sí el proyecto deportivo armado en verano y desarrollado durante 9 meses de pesadilla constante. La bronca desde la grada fue discrecional.
Toca volver a sufrir, a observar los partidos de terceros con nervios y sumo interés en las carambolas que puedan surgir. Y, sobre todo, se tiene la certeza de que las matemáticas van a tardar más de lo deseado en cuadrar la caja zaragocista si todo concluye bien y no hay problemas al final del torneo. Esta es la consecuencia primera de este nuevo tropiezo serio en casa del equipo de Víctor Fernández.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Delmás, Guitián, Verdasca, Nieto; Eguaras (Javi Ros, 70), Zapater (Pombo, 86), P. Biel; Papunashvili (Raúl Guti, 54), Álvaro Vázquez; y M. Gual.
Deportivo de La Coruña: Dani Giménez; Bóveda, Domingos Duarte, Marí, Saúl García; Bergantiños, Expósito; Borja Valle (Nahuel, 69), Fede Cartabia (Vicente Gómez, 89); Carlos Fernández (Pedro, 80) y Quique González.
Árbitro: Vicandi Garrido (Comité Vasco). Amonestó a Marí (4), Eguaras (12), Verdasca (36), Nieto (41) y Guitián (79).
Gol: 0-1, min. 83: Pedro.
Incidencias: Tarde fresca en Zaragoza, con 19 grados pero con un viento molesto. El césped de La Romareda presentó un estado aceptable,con alguna zona algo irregular. En las gradas, alrededor de 21.500 espectadores.
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