Blogia
ma+s

De la Antigua plaza de Lanuza a la llegada del tranvía al Mercado Central

De la Antigua plaza de Lanuza a la llegada del tranvía al Mercado Central

 

Calle del Mercado 1723

 

La avenida del Mercado Central vuelve al pasado

En 1939 se pensó en la avenida César Augusto como parte de una Vía Imperial que uniera la Puerta del Carmen con la Academia General Militar, incluyendo el derribo del Mercado Central. La demolición del inmueble que separaba las calles Cerdán y Escuelas Pías se acometió en favor de un proyecto que se acabó finiquitando en los 80

 El tranvía y la peatonalización del entorno de las Murallas Romanas avoca a capítulos del pasado de este vial en el que la historia del Mercado Central ha jugado un papel importantísimo para conocerla como es en la actualidad. En breve se presentará un nuevo proyecto de remodelación pero lo hecho hasta ahora ya casi supone un regreso al pasado, cuando los tenderetes de los comerciantes ocupaban el espacio central de la vieja plaza de Lanuza.

Esto era antes incluso de que en 1939 se pensara que este espacio debería formar parte de una Vía o Avenida Imperial que debía conectar la Puerta del Carmen, y la entrada a la ciudad desde la carretera de Valencia, hasta la Academia General Militar, atravesando el Ebro por un puente de Santiago que no se empezó a construir hasta 1960. Aunque este proyecto de avenida, como tal, se había concebido 100 años antes.

Un siglo de debate en torno a un eje norte-sur que cruzaría la ciudad en el entorno más monumental del viejo coso de la ciudad del que ahora solo queda ese mercado municipal, trasladado a esa ubicación desde la Puerta Cineja en 1210, el Torreón de la Zuda o las Murallas Romanas, testigos de episodios tristes para la historia de la ciudad como el ajusticiamiento del Justicia de Aragón Juan de Lanuza, recluido en uno de los torreones de aquella vieja puerta de Toledo que en 1440 decidió convertirse en cárcel real y que el paso del tiempo acabó con su derribo, cuatro siglos después.

Esta zona ha estado siempre muy vinculada al comercio y la artesanía desde la Edad Media, quizá por ser la zona más próxima al casco antiguo de Zaragoza del que, en su día, fue el barrio más poblado de la ciudad, el de San Pablo.

Allí vivían precisamente los artesanos, comerciantes u hortelanos que vendían sus productos en esa puerta de entrada al casco antiguo. Siglos después, cuando la actividad comercial era mucho mayor, incluso las calles de San Pablo llegaron a recibir la denominación del gremio que allí se concentraba. Hiladores, herrerías, las armas, platerías, zapaterías viejas y nuevas, broqueladores... Todos se concentraban en calles muy concretas a las que los clientes pudieran dirigirse fácilmente para comprar sus productos. Y la plaza del mercado era centro neurálgico de la actividad comercial. Mucho antes de que se empezara a construir, en 1902, el proyecto de Félix Navarro, el edificio del Mercado Central que hoy conocen los zaragozanos y que surgió, en parte, para dar solución a esos puestos callejeros que vendían sus productos en la vieja plaza de Lanuza, que se encontraban, además, con el barrizal que se formaba en esa vía pública en la que las aguas, sin canalizar, circulaba libremente cada vez que llovía.

La presión del tráfico

De hecho, los porches de piedra, del arquitecto Miguel Geliner, y de hierro fundido después, de Ricardo Magdalena, sirvieron para alojar en su interior, ya en el siglo XIX, a los comerciantes y artesanos que alquilaban ese espacio a los propietarios de los edificios. Una práctica que desencadenó una gran polémica entre el mercado y el ayuntamiento.

Todo porque el consistorio, a finales de siglo, le había concedido a la sociedad gestora, Nuevo Mercado, la exclusividad en la venta de comestibles "y a cuatro metros del mercado había gente vendiendo". Al final, los que se marcharon fueron los gestores y el recinto pasó al ayuntamiento.

Incluso la zona de venta pudo ser más amplia, ya que en los años 30 se quiso poner un mercado de verduras donde está la iglesia de San Juan de los Panetes, pero se declaró monumento nacional y se salvó in extremis. Por aquel entonces ya lucía con todo su esplendor el mercado Central, desde 1903, un edificio que le costó más resistir en pie que levantarse por la presión que iba a ejercer el tráfico.

La apertura de la calle del Portillo (ahora Conde Aranda y antes denominada General Franco) hasta enlazar con el Coso y la circulación que procedía de la carretera de Valencia, que entonces accedía a la zona por la calle Ramón y Cajal. El tramo sur de la avenida César Augusto, desde la puerta del Carmen hasta Coso es de muy reciente creación. Atrás ha quedado el entramado de calles que existía ya en cuando se planificó esa Vía Imperial de 1939, con aquel mítico Iris Park que acabó derivando en el actual Teatro Fleta. Un vial denominado Soberanía Nacional que, curiosamente, se interrumpía a la altura de Capitán Portolés y continuaba pasado el Coso.

Cambió todo ese entorno de la puerta del Carmen que numerosos edificios de diferentes instituciones habían poblado (como el viejo hospital Militar, el de Nuestra Señora de Gracia, el cuartel de Sangenis...) en favor de un proyecto de avenida que, en el extremo norte se encontraba con otro importante obstáculo: la manzana que separaba las calles Cerdán (antes calle de la Albardería) y Escuelas Pías (de la Cedacería). Esta debía ir acompañada del ensanchamiento de la calle Antonio Pérez (César Augusto) y la demolición de algunos edificios en la plaza de Lanuza que dieran más amplitud al entorno del Mercado Central.

La piqueta iba a terminar con dos viales con pedigrí que la historia ha demostrado que no sirvió de nada, porque esa especie de Paseo de la Castellana que se pretendía, con el puente de Santiago como pieza clave (el puente de La Almozara entonces era solo para el ferrocarril) acabó por finiquitarse en los 80. Para entonces, la expropiación forzosa del inmueble y la demolición ya se había producido, en 1976. A pesar de que esta aparecía en todos los planes de ordenación desde 1939.

A esta se le sumó, en octubre de 1989, el párking subterráneo construido en esa misma zona, donde además, hasta 1985 se estuvo montando regularmente el Rastro, antes de que se decidiera trasladarlo a las inmediaciones de La Romareda.

Esa calle Imperial, que era como se le había bautizado en el siglo XV en honor al emperador Carlos V --hasta 1858, cuando se cambió por la de Antonio Pérez--, y que la época franquista rescató, iba cogiendo forma. Atrás quedaba también esa calle Cerdán por la que pasaba la línea 6 del tranvía desde principios de siglo XX, la de Circunvalación, con inicio y final en la plaza de la Magdalena y el Mercado Central, un elemento de dinamización en César Augusto hace un siglo, como ahora.

La estatua

Otro de los elementos característicos de la actual avenida es la propia estatua de César Augusto que no tuvo en el actual emplazamiento su ubicación original. Cuenta José Blasco Ijazo en sus reportajes de Aquí... Zaragoza! que el 2 de junio de 1940 se descubría este monumento en la plaza Paraíso, donado por la nación italiana aprovechando la celebración de la Semana Augustea. Y fue por la reforma programada por parte del ayuntamiento en esta plaza cuando "a primera hora del día 7 de octubre de 1950, sigilosamente, fue trasladada la estatua a la Muralla Romana, próxima a San Juan de los Panetes", en la entonces llamada plaza de César Augusto.

Llama la atención el secretismo con el que se llevó su primer traslado y la notoriedad que se le ha dado ahora, con consulta popular incluida, para no llevarlo a la calle Alfonso y mantenerlo en la ubicación actual, que no fue la original (antes regresó a Paraíso en los 80). La ciudad ha podido decir qué quiere hacer con este lugar, que cada vez se parece más a esa plaza medieval que a la avenida que otros quisieron imponer a golpe de piqueta.

0 comentarios