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29.1.2011 - LIGA 1ªDiv. 2010/11 - JORNADA Nº 21

29.1.2011 - LIGA 1ªDiv. 2010/11 - JORNADA Nº 21

 

29.1.2011 - LIGA 1ªDiv. 2010/11 - JORNADA Nº 21

Partido Nº 1893 del R.ZARAGOZA  en 1ª Div.

MALAGA  1-2 REAL ZARAGOZA  

local

 

visitante

15

remates

12

6

remates a portería

7

0

remates poste

0

4

remates fuera

2

7

asistencias

11

36

llegadas al área

17

0

fueras de juego

1

463

pases totales

331

66

balones recuperados

77

97

balones perdidos

87

13

faltas cometidas

26

61

posesión

39

 

Málaga

1

 

2

Zaragoza

  13

Asenjo

  2

Jesús Gámez

  12

Kris

  14

Hélder Rosário

  19

Mtiliga

  6

Baptista

  16

Maresca

  17

Duda

  18

Eliseu

  24

Camacho

  23

Rondón

 

  25

Leo Franco

  2

Diogo

  3

Paredes

  6

Lanzaro

  21

Jarosik

  8

Ander

  10

Bertolo

  14

Gabi

  23

Ponzio

  16

Braulio

  17

Lafita

 

CAMBIOS

41’

Jesús Gámez por Gaspar

58’

Maresca por Recio

70’

Eliseu por Quincy

 

67’

Braulio por Sinama

75’

Lafita por Boutahar

85’

Ander por Jorge López

 

ENTRENADORES

Manuel Pellegrini

 

Javier Aguirre

 

GOLES

 15’ 

Gol Duda

 

 39’ 

Gol Bertolo

 86’ 

Gol Sinama

 

TARJETAS

11’ 

Hélder Rosário Tarj. A

67’ 

Camacho Tarj. A

84’ 

Gaspar Tarj. A

 

16’ 

Ponzio Tarj. A

32’ 

Diogo Tarj. A

50’ 

Bertolo Tarj. A

89’ 

Gabi Tarj. A

 

OTROS DATOS DE INTERÉS

1ª División

Estadio: La Rosaleda

29/01/2011 18:00

Arbitro: Pérez Lasa

Cuarto Arbitro: García Cabrera

Jueces de Línea:Martínez Segovia , Sobrino Magán

 

El Zaragoza despega

Los de Javier Aguirre confirman su reacción y crecimiento venciendo al Málaga. El equipo aragonés, superior, abre una brecha de cuatro puntos con la zona de descenso. Los goles de Nico Bertolo y Sinama-Pongolle remontan el inicial de Duda.

En efecto, son los mismos futbolistas, las mismas camisetas y el mismo deporte. Pero el Real Zaragoza es otro, sobre todo, es un equipo en el que, a cada jornada que pasa el calendario, más evidentes son dos cosas: la artesanía de Javier Aguirre y el valor profesional de unos futbolistas gallardos, inyectados de la gasolina del sacrificio y absolutamente implicados en la causa que abandera su entrenador. El Zaragoza le ganó al Málaga y le ganó con argumentos. Con fútbol, completando un partido redondo en casi todos los órdenes, posiblemente el mejor del curso. Al menos, el más cuajado. Y le ganó al Málaga porque supo interpretar al rival y su océano de carencias, sobre todo en el hemisferio defensivo.

Quizá, el Málaga esté mejor armado y nutrido de talento individual. Pero el Zaragoza fue mejor equipo. Esa fue la diferencia, la tiza que se une en la pizarra y los puntos que definen el valor colectivo del juego. Y eso es obra de Javier Aguirre, que ha resucitado al Real Zaragoza y lo ha puesto cuatro puntos por encima de la línea que delimita la tragedia, de la vida. El equipo crece, madura y, sobre todo ayer, convence. Al margen de refuerzos, con los que estuvieron siempre ahí. Y ese es el mérito del entrenador: haberles inculcado lo que son y pueden ser. Motivación, alimento para el alma y las victorias.

La de ayer (primera fuera) fue merecida y presentida desde el instante en el que Bertolo empató un partido que había empinado Duda, y el Málaga se descosió hasta partirse. Hasta ese momento, el partido se jugó en el segundo palo de ambos equipos. En el del Zaragoza, Paredes descuidó a Duda, y el portugués empaló la pelota rumbo a Leo Franco y la red. No es la primera vez que a Paredes le hacen cosquillas en la espalda. Almería, Elche el año de Segunda? Paredes reincidió.

El gol del Málaga dio paso a una fase crítica para el Zaragoza. Duda explotó un balón en la madera que pudo haber enterrado el partido. El Zaragoza sufrió ese rato, pero se levantó. Palmo a palmo, apartó al Málaga del núcleo del juego. Manteniendo el orden posicional, con ese sistema de ayudas y clausura de espacios que ha lubricado Aguirre, con el poso y la consistencia de un equipo, el Zaragoza se estiró. Le faltaba el peligro. Lo consiguió a balón parado y en el segundo palo. Avisó Braulio, que pareció ayer el nuevo Chupete del Zaragoza. El canario firmó un partido notable poniéndole la espalda a la defensa rival: combinó, hiló juego, se asoció bien con Gabi y Bertolo? Lástima su alergia al área. Aún así cabeceó a la frontera del gol. Fue la advertencia. Poco después, Gabi abotonó un saque de falta, que, elegante, cogió vuelo hasta la cabeza de Bertolo. El argentino puso el gol mientras Asenjo manoseaba las nubes. Fue el empate y el punto y final del Málaga, que además perdió a Gámez por un golpe craneal.

Al Zaragoza se le puso el asunto como quería. El Málaga debía tocar la corneta e inconscientemente fracturó sus líneas. Con ese sólido 4-1-4-1, con Bertolo y Lafita de lanceros, el Zaragoza leyó impecablemente a su rival. Se le coló en el repliegue como una manada de búfalos y percutió con peligro. El Málaga perdió filo y fue contenido por Ponzio, gladiador y gigante pasando la escoba, y por Lanzaro y Jarosik. La grada, antes atenta al árbitro y a sus decisiones, desvió los pitos hacia sus jugadores, y el Zaragoza aún multiplicó su rendimiento: Bertolo merodeó dos veces el gol y sufrió un posible penalti que no lo pareció, la buscó de lejos Boutahar y apareció con su ocasión también Sinama-Pongolle.

El Zaragoza pasaba silbando por el centro del campo del Málaga, desbordado y desnudo. Cuando el empate tomaba sabor a almíbar, Sinama sacó ese punto de calidad que ratifica su currículo y, tras quebrar a Rosario, la colocó esponjosa con el interior de la bota izquierda en el gol.

El Real Zaragoza había ganado. Aún sufrió en el descuento, pero había ganado. Se ha acostumbrado a ello. Eso le da aire y felicidad. Tiempo y penas ha costado. Pero la batalla sigue.

 

El feliz año nuevo de Aguirre

En medio de un maremágnum de conflictos e intereses diversos que rodea a la SAD desde hace un mes, la labor del entrenador mexicano emerge decisivamente para extraer todo el zumo a la heterogénea plantilla en un enero que invita a creer en otro milagro.

Doce puntos de quince disputados, dice el balance de enero en la contabilidad futbolística del agobiado y enturbiado Real Zaragoza. Con los mismos mimbres de principio de temporada. Con el mismo perfil bajo en su calidad de juego y en las prestaciones de varias de sus individualidades. Con un tóxico medio ambiente cada vez más irrespirable por diferentes causas que, irremediablemente, irán subiendo a la superficie con el paso del tiempo. ¿Qué ha cambiado en esta última fase de la Liga para que se haya obrado semejante mutación en la solvencia del equipo?

Dos claves, una de carácter particular y otra colectiva, despuntan entre la atonía general de este nuevo año de sufrimientos en el primer equipo aragonés. Javier Aguirre pone nombre a la primera; y el equipo, los jugadores con su reacción ante los estímulos del Vasco, aislándose de los gases nocivos que podían haber asfixiado a un vestuario con otra actitud diferente, son los protagonistas de la segunda.

El mínimo común múltiplo de esta operación es, en cualquier caso, Aguirre. El técnico aparece en todos los análisis como elemento catalizador de la reacción. El partido de ayer en Málaga es paradigmático. Aporta lecturas que complementan las que dejaron las victorias recientes sobre el Deportivo, el Levante o la Real, estas tres en La Romareda.

El rendimiento de cada futbolista durante este mes de enero, en trazos gruesos, no ha subido de nivel tanto como para ser determinante en la mejoría experimentada. Ayer tampoco. El relieve del equipo sigue siendo chato en más de la mitad de las posiciones sobre el campo. Pero, globalmente, como grupo, el preparador ha logrado que la maquinaria dé mayores prestaciones a lo largo de los 95 minutos que se disputan a muerte cada fin de semana.

Una evaluación profunda de cada una de las piezas del bloque blanquillo no evoca grandes resurrecciones, al menos si se desea aplicar el factor de la regularidad. Acaso actuaciones en días o fases concretas, como la de Gabi ante el Levante, como la de Sinama en la primera parte ante la Real. Y poco más. Lo sustancial de este respingo que ha dado el cadavérico Real Zaragoza de diciembre se ubica en el banquillo. En el trabajo diario de mejora de la autoestima de un grupo que se sabe limitado y al que los resultados de la primera parte del torneo, debidamente aderezados con las críticas -inevitables- de todo el entorno, habían llevado a un estado cuasi catatónico en la era final de José Aurelio Gay al frente del timón.

Aguirre, sin inventar nada tácticamente, abusando si cabe de su exceso de verborrea cuando las cosas, al principio, seguían torcidas de mala manera, ha logrado exprimir al máximo el poco jugo que tienen sus pupilos libra a libra. De repente, este feo Real Zaragoza de nuestros días (es imposible que juegue con cierta brillantez con lo que hay), se ha convencido de que, con orden, concierto, rasmia, intensidad, sin desfallecimientos ni despistes, es capaz de superar a una serie de rivales de esta Liga española tan devaluada por las diferencias de clases que han generado los dineros de las televisiones.

Se sufre cada día. Se aburre a quienes conservan el paladar de tiempos pretéritos. Se hace padecer porque cuesta imponerse incluso a equipos tan escasos como el Zaragoza. Pero ya se sabe evitar la derrota. Y ahora, hasta ganar.

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