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El Paleolítico

El Paleolítico

 

El Paleolítico Inferior, entre el 800.000 y el 80.000 antes de Cristo, es el primer periodo de la Prehistoria, así como el más largo. La principal característica es la aparición de los primeros seres humanos, una nueva especie que se caracteriza por aspectos claramente distintivos, como una mayor capacidad craneana, la posibilidad de andar erguido o la facultad de elaborar un lenguaje o fabricar instrumentos, entre otras.
Los restos de seres humanos más antiguos se han hallado en el oriente africano, donde se han encontrado fósiles de Australopitecos, de Homo hábilis y Homo erectus, quien se extenderá a otros continentes. Hace 100.000 años, el surgimiento de una nueva especie, el Homo sapiens neanderthalensis, dará inicio a un nuevo periodo, el Paleolítico medio.
Durante el Paleolítico Inferior, cada vez se fabrican más y más complejos útiles en piedra. En España, los más antiguos se han hallado en la sierra de Atapuerca, y se relacionan con el Homo antecesor, el primer poblador europeo del que se tiene noticia, datado en unos 800.000 años.
Sin embargo, la industria lítica más representada es el achelense, que abarca entre el 500.000 y el 90.000 antes de Cristo. Son muchos los yacimientos del periodo achelense hallados en la península Ibérica, generalmente situados junto a terrazas fluviales o cuevas. Se trata de una industria más desarrollada, con herramientas como bifaces, hendedores y lascas, instrumentos utilizados por el Homo erectus para asegurar su alimentación.

 

Paleolítico Medio
Época:
Inicio: Año 85000 A. C.
Fin: Año 35000 D.C.
Siguientes:
Interpretación de la industria lítica
Dispersión de los conjuntos
Subsistencias y estructuras
Muerte y ritos

El Paleolítico Medio es uno de los períodos de la Prehistoria que más variabilidad presenta. Los conceptos más generales sobre el mismo hoy en día muestran un panorama más confuso y complejo de lo que se sospechaba en un principio. Por ello se está poniendo de relieve cada vez más la necesidad de revisar en profundidad los conceptos, datos e interpretaciones de esta fase cultural de la humanidad. Teniendo en cuenta estos problemas, no debemos extendernos aquí en ellos, sino centrarnos en lo que se conceptúa hoy por hoy como el Paleolítico Medio en general y su representación.
En términos clásicos, el Paleolítico Medio es la fase que sucede al
Paleolítico Inferior y desemboca en el Superior, asociado a un tipo humano característico: el hombre de Neandertal, universalmente reconocido como una variedad de los sapiens. Dentro de una cronología relativa, se encontraría hacia finales del Riss-Würm y dentro de las primeras oscilaciones de la glaciación würmiense, hasta el interestadial Würm II-III, en Europa occidental. Hacia el 85.000 se considera establecido, comenzando la transición al Paleolítico Superior en torno a los 40.000/35.000 a. C. La industria lítica característica se encuentra realizada básicamente sobre lascas, produciéndose en esta fase la máxima expansión y caracterización de la denominada técnica Levallois.
En los últimos años se ha producido en la investigación europea y del Próximo Oriente una alteración de estos datos, ofreciendo una cronología mucho más larga que llega a situar al Paleolítico Medio incluso en el estadio isotópico 9 y, en términos de la secuencia clásica, alcanza la glaciación rissiense. Por esta causa hemos separado el Paleolítico Medio en dos etapas: antiguo y reciente.
Si bien el término Paleolítico Medio es genérico e incluye todas las industrias de este periodo en el Viejo Mundo, en
Europa occidental y Levante se emplea otro vocablo que se ha convertido en sinónimo del anterior: el Musteriense para la secuencia clásica würmiense. Su utilización es mayoritaria, especialmente a partir de los trabajos de F. Bordes, aunque comienza a introducirse en el léxico de la Prehistoria con cierta anterioridad al de Paleolítico Medio, a partir de la excavación de E. Lartet en el yacimiento de Le Moustier (Peyzac) en 1864. Para Bordes, el musteriense define las industrias würmienses regionales del suroeste de Europa. Este concepto se está flexibilizando en la actualidad, dada la existencia de industrias más antiguas, como las procedentes de la cueva de Vaufrey, en el suroeste de Francia o la cueva del Castillo en Cantabria, que representan conjuntos musterienses pero cuya cronología es muy alta, definiéndose dentro de las etapas del Riss, o estados isotónicos 6 a 9. Los datos actuales complican aún más el problema del paso del Paleolítico Inferior al Medio, una vez que observamos la presencia y coetaneidad de estas industrias. Uno de los problemas presentes es la dificultad de encontrar industrias pertenecientes al interglaciar Riss-Würm, ya que en los depósitos de ese período se presenta una fuerte erosión que dificulta la conservación de datos.

 



El Paleolitico superior, entre el 40.000 y el 10.000 antes de Cristo, se caracteriza por la aparición de nuestra especie, denominada Homo sapiens sapiens. Durante este periodo se produce una gran expansión de los glaciares, lo que hace que predomine un clima muy frío que se alternará con etapas templadas.
El hombre del Paleolítico inferior vivirá de la caza, la pesca y la recolección. Sus asentamientos, por tanto, estarán situados en lugares donde abunda el alimento, debiendo cambiar de ubicación en función de factores estacionales. Un mayor control sobre los ecosistemas permitirá obtener más alimentos y producirá, por tanto, un aumento de las poblaciones.
En la Peninsula Ibérica, el periodo más característico es el Magdaleniense, del que podemos encontrar numerosos yacimientos, especialmente en las áreas cantábrica y mediterránea. El hombre de este periodo alcanza un mayor desarrollo intelectual y simbólico, lo que se refleja en un elaborado arte rupestre, en la práctica de enterrar a los muertos y en la elaboración de útiles y herramientas más trabajadas y específicas.
La práctica de la caza requiere ya técnicas más complejas, como la selección de los mejores lugares, la necesidad de establecer asentamientos estacionales, la elaboración de una estrategia o la fabricación de instrumentos para usos concretos en piedra o hueso, como buriles, azagayas o arpones. Un magnífico ejemplar de este último fue hallado en la Cueva del Castillo.

 

 

 La vida durante el Paleolítico Superior

Época: Prehistoria
Inicio: Año 35000 A. C.
Fin: Año 10000 D.C.
Antecedente:
Formas de vida durante el Pleistoceno

A finales del Pleistoceno el hombre moderno había colonizado prácticamente todo el planeta, desplazando o absorbiendo en su expansión a sus predecesores de tipos más primitivos. Desde la tundra hasta las selvas tropicales, se había adaptado a todos los climas del planeta y había conseguido desarrollar pautas de conducta tan elaboradas que le permitían explotar con éxito los recursos disponibles en cada uno de esos entornos. La diversificación cultural que presenta la parte final del Paleolítico, precursora en muchos casos de algunos pueblos primitivos actuales, es por tanto enorme y va a generar una amplísima variedad de comportamientos. Incluso a nivel peninsular resulta difícil coordinar las evidencias conocidas del Auriñaciense cantábrico con las del Solutrense levantino a nivel conductual.
A nivel económico, los hombres de finales del Cuaternario dominaron la fabricación de una gran variedad de
instrumentos. La talla de la piedra, por ejemplo, alcanza un grado de maestría extraordinario en algunas puntas bifaciales, típicas del Solutrense, cuyas formas equilibradas sólo pudieron obtenerse mediante retoque por presión tras haber calentado previamente muchas veces ocupaciones de corta duración que se repiten durante varias temporadas. Respecto a la demografía de este momento, si se tienen en cuenta las concentraciones de yacimientos de esta época, parece claro que hubo un importante aumento demográfico, sobre todo en el Solutrense y el Magdaleniense, aunque siempre dentro de unos límites muy inferiores a los normales en las sociedades productoras de alimentos. Ambos rasgos parecen confirmados por el significativo aumento de los asentamientos al aire libre y por la colonización de los territorios del norte euroasiático, que hasta entonces habían estado despoblados. Del Paleolítico Superior proceden un número muy elevado de cabañas, sobre todo gravetienses y magdalenienses, repartidas desde Francia hasta el lago Baikal (Pincevent, Gönnersdorf, Etiolles, Dolnï Vestonice, Kostienki, Mal'ta...). Estas primitivas construcciones presentan formas y dimensiones muy variadas, llegando en algún caso a formar verdaderos campamentos. En las zonas de tundra, donde escaseaba la madera, las paredes, recubiertas sin duda de pieles, estaban apuntaladas con grandes huesos de mamut, muchas veces decorados (Mehzirich). Como este tipo de yacimientos suele darse en depósitos asociados a estepas loéssicas, en la Península desgraciadamente no se ha encontrado ninguno. El hábitat preferente, como en el resto del Suroeste europeo, son las cuevas, en cuyo interior se compartimentó el espacio a veces con pieles y paravientos.
Respecto al mundo simbólico, hoy en día se acepta que prácticamente desde sus inicios los hombres del Paleolítico Superior demuestran tener las mismas inquietudes intelectuales que las sociedades históricas. Un aspecto importante a la hora de hacerse una idea de esta faceta es sin duda
el Arte Paleolítico, que será objeto de atención especial en el siguiente epígrafe, porque en algunas de sus manifestaciones, como por ejemplo las famosas representaciones femeninas denominadas venus paleolíticas, podemos ver el soporte material de mitos y creencias cuya transmisión debía ser oral. El otro aspecto relevante de las religiones de finales del Pleistoceno procede de las numerosísimas sepulturas, tanto en las cuevas como al aire libre, que aparecen en este momento (Combe Capelle, Paglicci, Grimaldi, Predmosti, Dolnï Vestonice, Brno, Sungir...) y que representan los ritos más variados. En muchos casos los cadáveres estaban adornados con cientos de colgantes perforados, formando tocados o adornos en las ropas. En otros, como sucede en algunas sepulturas pavlovienses, estaban tapados por omóplatos de mamuts. Casi todos presentan ofrendas de algún tipo (armas, instrumentos, adornos, alimentos...) y suelen estar rociados de colorantes rojos. Las modalidades funerarias son también muy variables puesto que aunque la mayoría son tumbas aisladas, individuales o colectivas, también existen necrópolis con varias sepulturas distintas. La sistematización de este segmento cultural, junto con las tradiciones instrumentales, es uno de los mejores sistemas para reconstruir las áreas culturales del Paleolítico Superior.

 

El Paleolítico Superior
Época: Paleolítico Superior
Inicio: Año 38000 A. C.
Fin: Año 9000 D.C.
Siguientes:
Historia de los descubrimientos
Características técnicas
Temática
Distribución geográfica
Evolución y cronología
Interpretación

La línea de cerebralización de los primates asciende de forma lenta durante cincuenta millones de años, para pasar a acelerarse y hacerse explosiva en los últimos dos o tres millones de años. Luego, al parecer, se para al llegar al hombre de Neanderthal y al Homo sapiens sapiens. Entre los australopitecos y el hombre actual el volumen del cerebro ha crecido dos veces y media. Ese Homo sapiens sapiens, nuestro antepasado directo, aparece de forma súbita en el escenario del Viejo Mundo hace unos 38.000 ó 35.000 años, introduciendo las diversas fases de civilización que conocemos con el nombre de Paleolítico superior.
En efecto, el hombre de tipo moderno desarrolló una serie de grandes etapas caracterizadas por el desarrollo técnico, las primeras y grandes manifestaciones del arte y la existencia de una religión atestiguada por ese mismo arte y por los ritos funerarios. Las fases que se suceden durante el Paleolítico superior son las siguientes: en primer lugar el complejo grupo del Perigordiense (Chatelperroniense y Gravetiense) y el Auriñaciense (hacia 38/35.000 a 19.000) seguido del Solutrense (hacia 18.000 a 15.000) y el Magdaleniense (hacia el 15.000 a 9.000). Cada uno de estos períodos se subdivide en varias etapas.
Las capacidades intelectuales de este hombre del Paleolítico superior eran las mismas que las del hombre actual, y si ya poseía las virtualidades para realizar una apropiación del espacio inmediato, en su cerebro existían todas las posibilidades del pensamiento reflejo que las civilizaciones posteriores han ido poniendo de manifiesto. Una de esas posibilidades era el arte.
Es evidente que la vida de los cazadores paleolíticos no era fácil. En Europa existía un clima rudo, el de la glaciación de Würm, con alternativas de largos milenios de frío húmedo y de frío seco, cambios climáticos que se reflejaban en la flora y en la fauna. Los estudios paleobotánicos y paleontológicos, cada vez más avanzados, lo explican muy bien. Las nieves perpetuas estaban entre 700 y 1.000 metros, más bajas que en la actualidad. Las grandes estepas eran frecuentadas por paquidermos como el
mamut y el rinoceronte lanudo, si bien la especie más característica era el reno, en nuestros días tan típico de las regiones próximas al círculo polar. Se ha repetido que las condiciones climáticas en la Europa central y meridional eran semejantes a las actuales de Escandinavia, del norte de Rusia o de Siberia, pero se olvida que la insolación correspondiente no es la misma en unos y otros lugares. En sentido opuesto, también se ha hablado de un paraíso de los cazadores en la Europa central y occidental paleolíticas.
Al imponerse el más reciente de los cambios climáticos, hacia el 10.000/8.000 a. C., la sustitución total del reno por el ciervo será el símbolo de los nuevos tiempos, más templados, y que en lo cultural se calificarán como epipaleolíticos. En aquel momento se terminó, para Europa, la civilización de los grandes cazadores paleolíticos que, en gran parte, debieron emigrar a tierras septentrionales tras el ambiente ecológico que era propicio a su actividad básica.
Nos ocuparemos, pues, del arte de una población de cazadores, en estrecha dependencia, casi exclusiva, de la alimentación salvajina. Para los pueblos dependientes de la caza, ésta ofrece el problema de su gran movilidad -dificultad para conseguirla- y el de su abundancia aleatoria. Esta fue una de las causas por las que el cazador del Paleolítico superior multiplicó y diversificó sus utensilios, alcanzando un elevado tecnicismo. Entre ellos encontramos instrumentos en piedra, como los buriles, raspadores y puntas de flecha, o en hueso o asta, como los propulsores o los arpones. Se trata de unas técnicas muy avanzadas y que están sólo limitadas por el conocimiento de otras materias primas. Piénsese, por un momento, en lo que representa el descubrimiento hecho por los solutrenses de la aguja de hueso con perforación que, a pesar de su simplicidad, nos asegura la existencia de una artesanía del vestido en piel y que, aunque en un material diferente, pervive todavía en nuestros días (vestidos como el del enterramiento de Sungir, Vladimir, antigua Unión Soviética, con casquete y millares de cuentas de adorno; o la dama del anorak, grabada en la cueva de Gabillou).
La preocupación constante de aquellos hombres por la venación debió ser una idea obsesiva. Pero nuestro conocimiento de dicho período de la historia humana nos asegura que esa angustia permanente -acaso aún más vivida por los hombres de épocas anteriores- no impidió el desarrollo de una actividad estética por medio de las manifestaciones de un arte admirable que todavía tenemos la suerte de poder contemplar, al menos en parte.
Además, el arte, en tanto que manifestación de la cultura, es un fenómeno social, y el arte del Paleolítico superior nos asegura, si, por otra parte, no tuviéramos otras evidencias, que durante muchos milenios existieron unas agrupaciones humanas organizadas, consistentes y con una enorme capacidad de transmisión. Es indudable que este arte tenía un sentido social. Queremos decir que, si no hubiera sido comprendido por sectores importantes o por la totalidad de la población, no habría tenido una pervivencia tan larga. Contemplando sus obras, con razón se puede hablar de complejidad mental en sus autores. Y habida cuenta de la enorme dimensión temporal de la historia humana, ese arte se halla muy cerca de nuestro pensamiento estético.
Para hacérnoslo entender, una pléyade de
prehistoriadores ha trabajado durante más de un siglo. En las páginas que siguen aparecerán con frecuencia los nombres de los dos mayores investigadores del arte de los cazadores paleolíticos, sin cuyos trabajos no se hubiera alcanzado el nivel de conocimiento que de él tenemos en la actualidad. Nos referimos al abate Henri Breuil (1877-1961) y al profesor André Leroi-Gourhan (1911-1986). Ambos dedicaron una gran parte de sus vidas al estudio de las cavidades con arte, a su evolución estilística, su cronología y su significado. Pero entre sus sistemas hay discrepancias fundamentales que iremos explicando. La ciencia tiene que proseguir su búsqueda anhelante de la verdad: aunque Leroi-Gourhan disentía muchas veces radicalmente de las teorías del abate Breuil, hablaba siempre de él con respeto y admiración, analizaba y contradecía sus hipótesis con tacto y elegancia, y se complacía en señalar cómo, en los mismos umbrales del siglo XX, supo dar el viejo maestro unos fundamentos seguros a la investigación prehistórica que, gracias a él, se convirtió en una verdadera ciencia. Con dedicación admirable, ambos intentaron dar respuesta a tantos interrogantes como surgen al enfrentarse con el primer arte de la humanidad. Estamos seguros que ellos harían suyas las preguntas que se hace Julián Marías: "¿Por qué el hombre se permite el increíble lujo de duplicar el mundo y crear, junto al real y efectivo, en que tanto esfuerzo le cuesta vivir, que le da tantos quebrantaderos de cabeza, otro mundo, el mundo de la ficción? Estas actividades, si se mira bien, tan extrañas, ¿qué son, cómo se justifican, por qué las realiza el hombre con tanta pertinacia?" (de "La imagen de la vida humana", Madrid, 1971, pp. 12-13).

 

 

 

 

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