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Salvemos al Real Zaragoza

Salvemos al Real Zaragoza

 

Haga pitada 32 Agapito 0

Demasiada afición para Agapito


La hinchada responde en masa y con elegancia y el presidente la ignora no acudiendo a otro partido donde solo jugó Roberto


Como era de esperar, como se sabía, como es costumbre en la afición del Real Zaragoza, su respuesta solo puede calificarse de magnífica ante la llamada de un club que le necesita para desprenderse en esta ocasión de su propietario, ejercicio de derecho mercantil de dudosa ejecución en  estos tiempos con la moral pillada demasiadas veces en fuera de juego y la justicia anclada en  su acostumbrado proceso paquidérmico. Cerca de 10.000 personas, procedentes de todas las  esquinas del corazón zaragocista, se congregaron frente a la puerta 0 de La Romareda y dieron  una lección señorial de cómo hay que expresarse, de cómo se puede festejar el dolor con alegría y una ilusión para evitar el funeral que se avecina. El Real Zaragaza puede  enorgullecerse de su gente. De nada más. Para el resto está solo.
Socios, abonados, peñistas, medios de comunicación... De todas las edades y condiciones. Con cánticos y gritos y el himno elevado como estandarte reivindicativo, foco musical de la esperanza que se consume. No faltó nadie o casi nadie a la cita. Salvo el gran protagonista, Agapito Iglesias, que ignoró la concentración, el partido y el equipo y no acudió a La Romareda. No cogió a nadie por sorpresa que el presidente prefiriera esquivar las peticiones de que se vaya. Es su estilo, muy propio de él. Había sugerido al Consejo cesado que quería sentarse ante el Getafe en el palco, una de las múltiples causas que provocaron el cese de Salvador Arenere y su gente de confianza. Asustado por la que se venía encima, minuto 32 incluido, delegó la papeleta en Checa y Porquera y se quedó tan ancho en el sofá.
Resultó emocionante  el resultado de la iniciativa de la plataforma Salvemos el Real Zaragoza y la respuesta de quienes se unieron a su llamada o fueron a título personal. Imposible distinguir entre esa marea homogénea, unida, feliz aun en la desgracia ante el último intento de que alguien compre las acciones de Agapito o de que sea inhabilitado. Dentro del campo no dejó de animar, de empujar a unos futbolistas que pusieron más energía que en otras encuentros pero que carecen de luz suficiente para alumbrar el camino hacia la permanencia. Lanzaro marcó, Roberto lo paró todo y el Getafe aprovechó el enésimo error aéreo en defensa para indicarle al conjunto aragonés que es un perdedor nato.
La única victoria se gestó durante una hora antes. Un triunfo de la moral, de la ética, del sentimiento... Es decir de valores que no cotizan hoy en día en el apestoso basurero en que se ha convertido el fútbol. Por encima del estiércol y de los que se alimentan de él, la afición pidió y gritó justicia con toda su alma. Probablemente a un vacío poblado cobardes que no se merecen almas blancas en sus oscuros negocios.

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