Blogia
ma+s

14.3.2010 - LIGA 1ªDiv. 2009/10 - JORNADA Nº 26

14.3.2010 - LIGA 1ªDiv. 2009/10 - JORNADA Nº 26

 

14.3.2010 - LIGA 1ªDiv. 2009/10 - JORNADA Nº 26

Partido Nº 1860 del R.ZARAGOZA  en 1ª Div.

   RACING 0-0 REAL ZARAGOZA  

Punto de consolación

El Real Zaragoza firma un empate que sabe a poco ante el calendario que le aguarda. La distancia con el descenso vuelve a menguar.

Un punto a domicilio siempre es un suculento alimento para cualquier equipo acuciado por los agobios del descenso. Mucho más para ese viajero despistado y poco fiable que era el Real Zaragoza hasta hace poco más de un mes. Sin embargo, tras presenciar el duelo en Santander ante un rival con estridentes limitaciones, el botín capturado se antoja escuálido. Una victoria hubiera inyectado tranquilidad ante el presente y, sobre todo, ante el inquietante futuro que aguarda en las inminentes jornadas. 

Los más optimistas analizarán el empate como una esperanzadora escala más en el viaje hacia la salvación. Se acumulan ya cuatro encuentros consecutivos sin conocer la derrota lejos de La Romareda. No es una cuestión baladí en un equipo que arrastraba como una maldición un paupérrimo expediente como visitante. La resurrección que nació en Tenerife, se sostuvo en Valladolid y se disparó en Getafe, escribió ayer una página más. Una regularidad en la que ha contribuido decisivamente la mejoría experimentada en la línea defensiva. La fragilidad de antaño se ha transformado en una alambrada para el enemigo. Bajo el expeditivo mando de Matteo Contini, una bendición, el Zaragoza está cada vez menos expuesto. Cabe recordar la desconexión del Atlético hace una semana y la carestía de ocasiones claras del Racing de ayer. Roberto Jiménez se ha erigido en otro puntal para sostener un edificio que amenazaba ruina. En El Sardinero no precisó intervenciones milagrosas pero dejó la impronta de portero solvente y comedido, enemigo de frivolidades. Blindados atrás, el paisaje se muestra despejado en preocupaciones. 

Sin embargo, también cabe la lectura negativa del duelo en tierras cántabras. El conjunto aragonés había arrancado la jornada con cinco puntos de ventaja sobre el Tenerife, el equipo que dictaminaba el descenso. Ese margen se ha reducido a tres (más el 'goal average'). Una inquietante rebaja en la distancia con el pozo de la clasificación. 

Este hecho multiplica su peso al contemplar el calendario que aguarda. Como reconoció el propio José Aurelio Gay en rueda de prensa, el Zaragoza encara su "particular Tourmalet". Un tiovivo frenético con Barcelona y Valencia en La Romareda, con una visita al efervescente Almería de Juanma Lillo en medio. 

Engordar los registros goleadores (sólo se han marcado cinco goles en los últimos cinco choques) y lograr un mayor protagonismo del centro del campo son tareas pendientes y no resueltas en Santander.

 

La desaparición del talento

 

La comparecencia en el campo de Ander Herrera y Sergio Canales era una promesa de que algo distinto se podría ver en El Sardinero; pero ambos quedaron enterrados en el tremendo gris del partido

Del encuentro de ayer entre Real Zaragoza y Racing de Santander se esperaba más. De entrada cabía, al menos, la esperanza de que se viera algo distinto por obra de Ander Herrera y el joven Sergio Canales, ya futbolista del Real Madrid, y cuya irrupción en la liga de las estrellas ha sido espectacular. Pero ni uno ni otro ofrecieron nada de particular. Quedaron envueltos en el gris del que se impregnó el partido entero, prácticamente desde los mismos orígenes. 

El talento fue ahogado por los miedos distintos que camparon por El Sardinero: el miedo mayúsculo a la derrota, el miedo permanente a arriesgar, el miedo ocasional a quedar descubierto en la zona de atrás, el miedo individual a perder el balón, el miedo al miedo... Tanto se encogió el espíritu que se anuló cualquier principio creativo, cualquier posibilidad real de que se cumplieran otros designios. 

Los jóvenes sobradamente preparados que aportan luz a uno y otro equipo se perdieron en el laberinto de temores, precauciones y órdenes de que nada se desordenara. Portugal, entrenador del Racing, supo cómo anular a Herrrera, ya jugara en paralelo a Edmilson o por delante del brasileño y Abel Aguilar. Gay, por su parte, le respondió con un movimiento de similar naturaleza: la desactivación de Sergio Canales, que no encontró espacios siquiera cuando tomó la pelota entre líneas. Nunca le cupo levantar la cabeza para escrutar el horizonte y ver donde la mayoría no ve o no lo hace de manera tan rápida. Canales quedó desdibujado. 

De alguna manera, la hechura del partido que firmaron Ander Herrera y Sergio Canales fue la prueba convincente de lo que sucedió con el conjunto entero, con la globalidad del encuentro, se viera éste desde la perspectiva local o desde la visitante. Privados Real Zaragoza y Racing de Santander de las aportaciones de sus jugadores más diferentes, el fútbol discurrió metido en un corsé. Al margen de los referidos temores, la sujeción la organizaron otros clásicos frenos del fútbol: el conservadurismo de los entrenadores agobiados por la necesidad inmediata y la tipología dominante en los futbolistas que se utilizan por estos fondos del fútbol de élite. 

Mandaron esta vez la disciplina y el orden como argumentos defensivos, como armas con las que impedir que surgiera algo vistoso y de interés. Brotó, así, del césped de El Sardinero un encuentro rebajado, con más emoción contenida que jugadas liberadas de amarras y maromas. 

Aun así, de todo ello pudo redimirse Ander Herrera en los últimos minutos si hubiera marcado el gol que tuvo en sus pies, frente a frente con Coltorti, el guardameta suizo del equipo de Miguel Ángel Portugal. El espigado portero, sin embargo, le ganó la partida, el duelo librado en la inmediación, sin distancias ni tiempo. No se dejó sorprender con el túnel concebido por el jugador zaragocista, de la misma manera que cerró con siete candados su portería durante toda la tarde. Allí se abortó el posible momento de gloria de Herrera, que deambuló por el partido en un tono menor. 

Murió también en ese mismo momento la opción final y definitiva de un triunfo que José Aurelio Gay deseaba con un canto a la eficiencia, a la suprema eficacia, consciente de las dificultades que entraña el siguiente tramo de Liga. Marco Contini, que siguió la jugada desde la atalaya, en la esperanza de que su labor destructiva fuera refrendada por un fogonazo de inspiración postrero, se dirigió a Herrera en un tono que fue un híbrido de sentimientos recriminatorios y paternalistas.

 

0 comentarios